Culpa por tomar la decisión de divorciarse: “Una mujer que se sale de su ‘rol social’ se sigue sintiendo castigada”
“Anda con el vestido de novia en la cartera” o “Pide a gritos que le ‘tiren’ el anillo”, son expresiones populares que evidencian que en el imaginario del matrimonio, los roles de género están presentes y representan a las mujeres como las ilusionadas por establecerse y casarse y, al otro lado, a los hombres como quienes siempre buscan escapar del compromiso. Sin embargo son parte de una construcción social que tiene su origen en épocas pasadas, cuando el matrimonio era la única opción que tenían las mujeres para subsistir, pues en el espacio público no tenían cabida. Pero la realidad es que hoy las mujeres se escapan de ese paradigma –el informe de CFK Adimark 2020 mostró que el 41,6% de los hogares chilenos tiene una jefa de hogar– y también de la creencia de que son ellas las que se mantienen en matrimonios por miedo al futuro. De hecho, una investigación de 2015 de la American Sociological Association (ASA), determinó que las mujeres inician casi el 70% de los divorcios.
El problema es que aunque son las mujeres las que toman en mayor medida esa determinación, no por eso dejan de sentir culpa. “Culturalmente, venimos de una ideología conservadora dominada por la Iglesia, exponente por excelencia del patriarcado, que ha rechazado la posibilidad del divorcio por el grado de libertad personal que supone, sobre todo en el caso de las mujeres. Si unimos esto al hecho de que la mujer por mucho tiempo ni siquiera fue considerada como ciudadana de primer orden sino que conseguía su rango a través de estar emparejada con un hombre, podemos entender fácilmente que pasar de estar casada a divorciada es una de los hechos que más pueden desvalorizar socialmente a una mujer. Y esto, aunque es cada vez menos evidente en lo práctico, sigue estando presente en el imaginario, porque está arraigado en nuestra cultura”, explica en su página web la Asociación de Mujeres para la Salud Española.
Según la agrupación esto ocurre aun cuando la decisión de separarse la toma el hombre. “En este caso, la mujer es digna de compasión, pero en el inconsciente colectivo se justifica la acción del marido buscando alguna deficiencia física, psicológica o sexual de la esposa, él lo hace por alguna razón. Pero lo que todavía se considera inadmisible o reprochable es que sea la mujer la que decida voluntariamente desligarse de la persona que “le da el honor”, porque se sigue partiendo de la creencia de que una esposa se debe a su marido y tiene que aguantar con lo que le toque”. Por lo tanto, una mujer que se sale de su rol social debe ser castigada y, en el fondo sabe que va a encontrar todo tipo de obstáculos legales, morales, económicos y psicológicos por parte de su entorno y, principalmente, a través de la figura de su ex pareja, con el objetivo de impedirla recuperar la dignidad personal.
Es lo que le ocurrió a Pamela González (44) que decidió irse de la casa familiar con sus hijos en diciembre del año pasado. “Lo primero que me preguntaba la gente que se enteraba, era si me habían sido infiel, como si siempre las mujeres tuviésemos que tener una razón “de peso” para tomar una decisión como ésta. Me decían cosas como que quizás debería intentarlo e incluso algunos me culparon porque desde entonces mi ex no ha estado muy bien de salud. Y me parece injusto, difícil y doloroso, porque este es mi segundo quiebre matrimonial, la primera vez no fui yo la que tomó la decisión, y en se caso, a mi marido jamás le cargaron mis problemas de salud mental. Al contrario, era ‘normal’ que él siguiera con su vida como si nada y que haya querido separarse sin tener ningún motivo”, cuenta.
Tiene que ver con la percepción discriminatoria de la sociedad ante una ruptura, decidida por él o por ella, pero todavía es más llamativa la discriminación cuando se valoran los motivos habituales por los que suelen separarse ambos. “Hemos comprobado que los hombres suelen tomar la iniciativa en la ruptura cuando deciden apostar por otra relación de pareja o por otro estilo de vida sin compromiso amoroso. En cambio, las mujeres suelen separarse como última alternativa ante una relación deteriorada o por escapar de una relación de discriminación o de violencia”, explica la agrupación española y la psicóloga Loreto Vega coincide: “La mayoría de las veces las mujeres antes de tomar la decisión de separarse, hacen reiterados intentos por salvar el matrimonio. Y no tiene que ver exclusivamente con una necesidad de estar emparejadas –aunque el peso de la soltería y los juicios que hay sobre ella también aportan al estrés de la decisión– sino que con que las mujeres sienten culpa por romper con una suerte de compromiso que asumieron, no solo con el marido, sino que también con los hijos. La culpa por romper este imaginario de familia feliz, es mucho más fuerte en el caso de las mujeres y eso, las lleva muchas veces a aguantar mucho antes de dar el paso de divorciarse”.
Y es que además del rechazo social, hay que considerar que la mujer ha sido educada para ejercer el rol de sumisión para depender, como mínimo, emocionalmente de su pareja y para entregarse en cuerpo y alma al proyecto de crear una familia que alimente su autoestima. “Cuanto más peso tradicional tenga una mujer en su identidad, cuanto más haya aceptado el modelo de inclusión, más le costará aceptar la realidad de la separación”, dice la experta. Cuando se enfrenta a una ruptura de pareja, además de provocarle un gran sentimiento de culpabilidad a la mujer por no haber cumplido con su “misión”, a veces tiene que enfrentarse, por primera vez, con la idea de que ella tiene la responsabilidad hacia sí misma, de ser autónoma a todos los niveles.
“El sentimiento de culpa aparece básicamente cuando creemos que hemos transgredido alguna norma de nuestro código moral interno. El problema es que si se defiende este código de manera estricta e incondicional, sin tener en cuenta que necesitamos adecuarlo a la situación actual, nos será muy difícil superar el estado de duelo por la ruptura. Reconocer la norma y cuestionarla nos ayudará a descubrir la creencia que hay por detrás de ella y poder superar la culpa. Pero no es fácil, porque el peso de la historia es tremendamente fuerte”, concluye Vega.
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