La culpa sexual existe y, aunque no lo notemos a simple vista, es parte importante de la vida de muchas personas. Y es que para derrocarla de nuestras historia es necesario desaprender conductas y creencias que nos han atado durante siglos y generaciones, especialmente a las mujeres. Sin ir más lejos, científicos de la universidad Monash, en Melbourne, estudiaron el comportamiento de más de seis mil mujeres entre 18 y 39 años, y entre sus descubrimientos encontraron que más de la mitad siente algún tipo de culpa o vergüenza relacionada con su sexualidad. Y una de cada cinco reconocía sentirse estresada a causa del sexo y su sexualidad.

A las mujeres las suelen educar como las gatekeepers de las relaciones sexuales. Como las únicas encargadas de elegir cuándo quieren tener sexo, porque se asume que ellos siempre están dispuestos y disponibles. Y aunque sí, el consentimiento tiene que ser parte fundamental de cualquier tipo de relación, es importante que todas las mujeres entiendan que ellas pueden proponer un encuentro sexual con las mismas ganas que ellos. Y no es que no quieran hacerlo, es que creen que “deberían no querer”. Así, contrario a expresar libre y abiertamente los deseos sexuales, las mujeres terminan reprimiéndolos y esperando que la propuesta venga desde la vereda contraria.

Se trata de una realidad que no nos debería sorprender demasiado, considerando la crianza de las niñas y adolescentes. “Las mujeres no se tocan”, “siéntate como señorita”, son algunas de las primeras instrucciones que reciben, mientras que a medida que van creciendo aprenden que explorar la sexualidad no es propio de una mujer, y que quien tiene muchas parejas merece su mala reputación y todo el juicio que esto conlleva.

En cambio, al liberarse y desaprender de esta culpa por ser una persona naturalmente sexual, las personas son capaces de expresar sus deseos libremente, de compartir de forma equitativa en las relaciones sexoafectivas, y de conseguir aquello que anhela y busca en este ámbito.

“A lo largo de la historia judeo cristana, la culpa ha funcionado como una forma eficiente de control social, confinando a la mujer a un rol pasivo, receptivo, continente”, dice Paulina Funes, psicóloga, sexóloga y directora de INASEX. “La culpa esconde y vuelve difusa la relación de la mujer consigo misma y con su propia sensualidad y sexualidad, la coloca y la limita al ámbito doméstico, donde no cuestione su rol”, agrega en relación a cómo la culpa funciona como una fuerza controladora incluso en los ámbitos más íntimos, y añade: “Aún ahora que las mujeres han salido a lo público, lo suelen hacer ampliando su ámbito de acción, aunque no su rol de protectora centrada en las necesidades de los otros”.

La especialista confirma que esto no hace más que dificultar la vida sexual y limitar la sinceridad con los deseos y necesidades: “Todavía existe resabios de la idea de una mujer virtuosa no deseosa; el reconocimiento a los propios deseos amerita resignificar los derechos y la propia versión de lo que es virtuoso. Después de todo, a nuestras madres y abuelas se les negaban estas y otras libertades. Existían las putas y nosotras, siendo el epítome de la virtud una mujer que concibió a su hijo siendo virgen. El mito de la mujer fácil persiste, si no ¿por qué sería necesario mantener la experiencia sexual un poco afuera y un poco adentro del clóset?”.

Aún así, como sociedad contamos con herramientas que permiten ir de a poco liberándonos de estas culpas, que han convertido a algo tan natural como la sexualidad en un tema tabú. Pero según Funes, los cambios tienen que nacer desde la población femenina: “La sororidad, la hermandad entre mujeres es el arma más poderosa. Sin juzgarnos y abrazando no solo la sexualidad propia sino que también la de la otra, podremos liberarnos de la odiosa culpa en una generación, para que la siguiente se desarrolle desde la libertad y autocuidado sexual. Hay que considerar estamos en pareja no dejamos de estar en sociedad, por lo que mostrarnos muy deseosas puede, a lo menos, elevar la ceja de nuestro compañero o compañera, porque viviremos insertas en este escenario durante un tiempo más, posiblemente”.

Como destacó en un principio la sexóloga, la culpa en relación a lo sexual- y a muchas otras áreas- está muy ligada con la sociedad judeo cristana, pero esto no quiere decir que sea un problema exclusivo de las mujeres que han crecido y se han educado bajo un estilo de vida conservador o religioso.

“Las mujeres que crecen bajo una educación laica reciben los mismos mensajes patriarcales y misóginos que descalifican a la mujer que desea, por eso sabemos que ser muy abierta en torno al deseo sexual siempre es un riesgo, una posibilidad de ser juzgada”, dice y añade: “Somos una sociedad que abre las posibilidades por un lado y castra por el otro. Pero tenemos que avanzar en sororidad, para terminar de transitar este camino de real liberación que nos permita proveer de verdadera libertad a las niñas de hoy y mañana”.