En su Blackberry, Cecilia (43, sicóloga, nombre cambiado) recibe un e-mail de su ex marido. "Está nadando sin alitas", le escribe él, refiriéndose al hijo menor de ambos que, después de dos semanas de vacaciones con el padre, ha logrado tal hazaña. Cecilia y su ex marido se conocen desde hace 30 años. Primero fueron amigos, luego socios de una empresa y después se casaron y tuvieron dos hijos. Diez años duró el matrimonio. "Tuvimos una clásica crisis de infidelidad, así que lo mandé a la cresta", resume Cecilia.
Entonces, el ex marido se fue a vivir a la casa de un amigo. Acordaron que Cecilia estaría en la casa con los niños durante la semana y el viernes en la tarde se iría para que él se quedara con ellos el fin de semana. "Muchas de mis amigas me decían que era tonta por hacer eso. Mi ex marido no tenía un lugar para recibir a los niños y yo no quería que ellos tuvieran que irse a un hotel. Por eso era yo la que me iba a uno. Además, necesitaba salir de la casa y procesar lo que me estaba pasando".
Pero hace dos años la situación se estabilizó. Su ex marido arrendó una casa y pudo amoblarla bien. Acordaron que él se llevaría a los niños fin de semana por medio y un día en la semana. Además, otra tarde los llevaría a tomar once. Sería apoderado de uno de ellos en el colegio, y la niñera de toda la vida también se sumaría a la nueva modalidad, moviéndose junto con los niños a la casa del papá o de la mamá, según correspondiera. En el verano los niños se cambiarían de casa cada dos semanas. Todo a medias: la crianza, el tiempo, las vacaciones o las tareas. "Ahora mi ex marido es un padre mucho más comprometido que cuando estábamos casados", asegura Cecilia.
50 y 50
Si antes el acuerdo más común entre padres separados era que él se llevara a los hijos cada quince días y sólo de sábado a domingo, hoy lo normal es que se los lleve desde el viernes hasta el lunes, y también otro día de la semana. Algunos padres van a dejar a los niños todos los días al colegio, se van a vivir cerca de su ex pareja para que el ir y venir de los hijos funcione mejor, y los más avezados optan derechamente por dividir los tiempos: dos semanas contigo y dos conmigo. Es lo que se llama tuición compartida.
En países como España la custodia compartida es una opción legal desde 2005. También es una alternativa contemplada en la ley en países como Francia, Reino Unido o Italia. Acá la figura legal aún no existe, pero los abogados especialistas en derecho de familia comprueban que es cada vez más común que los matrimonios separados se las arreglen para que los hijos pasen la misma cantidad de tiempo con cada uno, incluso, aseguran, ya es lo estándar.
Respondiendo a esta tendencia, en la Cámara de Diputados, la Comisión de Familia discute el proyecto legal de la custodia compartida. Como plantea Daniela Horvitz, presidenta de la Asociación de Abogados de Familia, "una nueva ley que reconozca la posibilidad de un cuidado personal (tuición) compartida, vendría a reconocer y validar un comportamiento social que ya se estaba dando". Las fórmulas que los padres acuerdan varían según la necesidad y la imaginación: los niños pueden alternar entre la casa de la madre y el padre día por medio o cada dos semanas o no moverse de la casa familiar y que sean los padres quienes se turnen para estar con ellos.
La abogada Ximena Campodónico, del estudio especializado en temas de familia Jottar&Campodónico, confirma la tendencia. "Ahora el juez empieza a tomar en cuenta lo que quiere el niño. Tiene otra mirada y es capaz de decidir quién tiene mejores habilidades parentales. Los regímenes amplios, que implican la mitad del tiempo con cada uno, cada vez son más estándar", dice.
"Incluso hemos tenido casos en que son los padres los que rotan de la casa, mientras los niños se quedan viviendo allí, aunque estos sólo suelen funcionar como manera de transición", agrega. El fenómeno se viene dando desde hace unos cinco años y coincide con la explosión de divorcios que se ha registrado –el año pasado hubo cerca de 50 mil–. Verónica Waissbluth, abogada de familia, señala que antes no sólo era muy poco común que un papá quisiera llevarse a dormir a sus hijos en un día de semana, sino que también era curioso que un tribunal otorgara esa facilidad. "Era rarísimo. Generalmente el juez argumentaba que el niño necesitaría su orden, su rutina o dormir en la misma cama", cuenta.
Ellos se la pueden
Durante el año pasado, todos los martes y jueves, a las 15:30 horas, Rodolfo Lobos (51, ingeniero) iba a buscar a su hija Valentina (9) al colegio. Esos días salían a cenar o iban al mall o hacían tareas, y después dormían en un hotel. A la mañana siguiente dejaba a Valentina en su sala de clases. La niña llegaba cargada con una mochila enorme, pues al otro día le tocaba dormir con su mamá. Para poder ver a su hija, el padre mantuvo este engorroso sistema durante los últimos cuatro meses de 2010. Antes de la separación, la familia vivía en Curauma (V Región) y Rodolfo trabajaba en Santiago. Pero después del quiebre su esposa se trajo a Valentina a la comuna de San Bernardo. El quiebre fue traumático para él, pues se le impidió ver a Valentina por tres meses, hasta que, para su fortuna, una jueza decidió que podría llevársela dos días a la semana a dormir, además de un fin de semana por medio. En total, estaba con su hija 14 días de los 30 del mes. Rodolfo no iba a perderse ninguna oportunidad de verla. Por eso estaba dispuesto, incluso, a llevarla a un hotel si era necesario.
Parecido es el sistema que eligió Francisco (46, empresario) quien también está con sus hijos un fin de semana por medio, de viernes a lunes, más dos noches a la semana. También va a dejar a sus dos hijos al colegio todos los días. Él lleva a sus niños al dentista y hace las tareas con ellos. Francisco lo ha hablado con sus niños y ellos le dicen que no cambiarían este 50 y 50 por nada. Él tampoco lo ambiaría: "tengo amigos separados que esperan que termine el almuerzo del domingo para ir a dejar de vuelta a sus hijos. Pero yo no. Mis niños me caen bien, me gusta mucho estar con ellos y me interesa que sientan que soy un papá presente".
Los casos de Rodolfo y Francisco ilustran perfectamente lo que les pasa a los hombres separados de hoy. Ya no hay nadie persiguiéndolos para cumplir sus labores parentales. Son ellos quienes necesitan demostrar que son buenos padres. Esa imperiosa necesidad de estar al lado de sus hijos responde a la tendencia que están observando los expertos en divorcios. "Los hombres ya no quieren ser el papá-entretención. Quieren estar ahí, en la crianza y en el día a día", comenta Verónica Waissbluth.
Como dice Ana María Valenzuela, mediadora familiar, los papás de ahora tampoco quieren ser vistos como un cajero automático. "Ellos se sienten capaces de cuidar a sus hijos, saben mudarlos, conocen sus comidas y horarios". Son las mujeres, dice ella, quienes muchas veces no confían en las habilidades de cuidado de los padres y, con ello, impiden que se comprometan más con los hijos. "Suelen entender la tuición como propiedad.
Incluso hay madres que aseguran que los niños se niegan a ver al padre. Pero la verdad es que yo nunca he escuchado a un niño que me diga, privada y confidencialmente, que no quiere ver a su papá". El arquetipo del padre separado que es incapaz de criar a sus hijos está quedando obsoleto. No sólo son ellos quienes afirman ser perfectamente capaces, sino que también porque la sociedad chilena lo cree. La Encuesta UDP –representativa a nivel nacional– lo comprobó el año pasado. Frente a la afirmación de que un padre solo puede criar a su hijo tan bien como un padre con pareja, 79% de los encuestados respondió que estaba de acuerdo, y no hubo diferencia en la opinión de hombres y mujeres.
Respondiendo a la tendencia, la ley de tuición familiar busca regular las relaciones de padres e hijos de matrimonios separados. Actualmente hay dos proyectos en el Congreso que la Comisión de Familia de la Cámara de Diputados, dirigida por María Angélica Cristi, está analizando. "No se pretende establecer ninguna fórmula estricta determinada, porque cada caso es diferente. Pero sí que ambos padres puedan hacerse cargo de los hijos sin que ellos sufran las consecuencias del divorcio", comenta la diputada.
Pero en este nuevo escenario surge la pregunta sobre la pensión alimenticia que el padre debe entregar a la madre, ya que ésta supone que es ella quien está siempre con los hijos y se encarga de sus gastos. Actualmente, explica la abogada Mónica Jottar, lo que sucede con ex parejas que acuerdan cuidados compartidos depende de si la mujer trabaja o no. Cuando no lo hace, los gastos fijos como luz y agua se dividen por la mitad y además el hombre paga educación y salud. Cuando la mujer sí trabaja, todos los gatos se dividen, pero esta repartición suele hacerse considerando la diferencia de sueldos de ambos. El que más gana, más paga.
Lo menos malo
"No. No queremos eso", respondió Julia Jiranek (18) en representación de ella y su hermana Bianca (14). Sus padres, que ya les habían comunicado el divorcio, acababan de plantearles el típico régimen de visitas: ellas vivirían con su madre y verían a su papá los fines de semana. "A mis hijas la idea les cargó", cuenta Mauricio Jiranek (42, peluquero).
Después de pensarlo un rato, las niñas decidieron que lo mejor era vivir dos semanas con cada uno. No importaba tener una pieza en cada casa ni andar con su ropa de aquí para allá, mientras no perdieran a ninguno. "Somos muy apegadas a los dos. Vivir un mes en cada casa era pasar mucho tiempo separadas de alguno de ellos y, si era semana por medio, era muy incómodo para nosotras", cuenta Julia. Así que decidieron guardar sus cosas más importantes en una mochila, cada 15 días, para así trasladarlas de pieza. Ya llevan dos años así. Para estar cerca de sus hijas, Mauricio se cambió a cuatro cuadras de la casa de su ex mujer y las lleva al colegio todos los días del mes. Las dos semanas que no están con él no olvida llamarlas ni un solo día.
El mito dice que el hombre separado se libera, que aprovecha su independencia para salir con amigos y recuperar el tiempo de juventud perdido. Sin embargo, la ciencia afirma otra cosa.
Romper con la estructura familiar tradicional es más duro para los hombres que para las mujeres, precisamente porque ellos tienen más temor de perder a los hijos y porque, al parecer, les resulta más difícil rediseñar una estructura familiar sin la presencia de la madre. Esta tesis ha sido demostrada en investigaciones como las de la socióloga Robin Simon, de la Wake Forest University. Ella ha concluido –después de las respuestas de mil entrevistados– que aunque las mujeres sufren más en el momento mismo de la ruptura, a mediano plazo son los hombres quienes pasan por mayor estrés y angustia, lo que incluso se ve reflejado en grados más agudos de dependencia al alcohol y las drogas.
Otro estudio, realizado por la Universidad del País Vasco, demostró que los hombres divorciados mostraban un mayor nivel de soledad que las mujeres, porque tenían menos amigos y menos relaciones afectivas íntimas. Como explica Pamela Soto, sicóloga del Instituto Chileno de Terapia Familiar, este duelo que se vive después de un divorcio es lo que motiva a los hombres a estar más presentes. "La necesidad de estar con sus hijos aparece no sólo por el miedo de perderlos, sino porque efectivamente se produce una pérdida. Pero la pérdida es de un modo de hacer familia que se rompe y que se transforma en otro tipo de familia".
Para la sicóloga, el foco del acuerdo entre los padres debe estar puesto en los hijos. "No se trata del derecho que tenga el padre sobre el hijo, sino del derecho del niño a tener contacto con sus padres. Y ésta es una sutileza muy relevante, porque no hay recetas preestablecidas. Hay que buscar lo mejor para el hijo, dependiendo de cada caso".
Ana María Valenzuela, la mediadora familiar, ha participado en reuniones con la Comisión de Familia en el Congreso y está convencida de que la tuición compartida es lo mejor para los hijos. "Hay que salir del mito de que la mujer es la única que 'sabe' de niños. Mi experiencia me dice que hoy en día hay más padres que desean participar activamente en la vida de sus hijos, asumiendo tareas que antes eran propias de las mujeres, lo hacen exitosamente y los hijos son felices", comenta.
Aunque parezca la fórmula perfecta, hay quienes aún tienen reparos. "Mi rechazo es a un concepto de tuición compartida más clásico, que implica que los hijos pasen la mitad del tiempo con cada padre. Creo que ello implica un sacrificio muy grande para los hijos, sin perjuicio que en algunos casos específicos pudiera ser beneficioso", señala la abogada Daniela Horvitz.
Está claro. Para los hijos no hay soluciones mágicas cuando se trata de un asunto tan doloroso como el divorcio. Julia Jiranek, la hija que propuso este sistema a sus padres, lo resume así: "No ha sido fácil, porque yo tenía esa visión de familia unida. Pero entre vivir así, separados y relativamente bien, a vivir todos juntos y mal, prefiero lo de ahora. Así se dieron las cosas y quiero ayudar en lo que más pueda para que todo esto resulte".