Paula 1169. Sábado 14 de marzo de 2015.
Viene llegando de Maitencillo y apenas pisa su atelier de la calle Presidente Errázuriz, en las condes, todo se convulsiona. Lo acompañan su pareja y tres colaboradores que lo siguen y asisten cariñosamente; si Rubén se emociona, se apuran en traerle un vaso de agua y pañuelos para contener alguna lágrima repentina; si necesita alguna confirmación de datos, lo averiguan por él.
Rubén Campos (60) es como un rey en un imperio de telas y agujas. Hijo de costurera, se crió en Gorbea, en la Región de La Araucanía, y fue al colegio en Temuco, donde sufrió bullying por ser "amanerado". Estudió Arte en Santiago en la Universidad de Chile y patronaje en Madrid. A los 30 años instaló su emblemática tienda de alta costura en General Holley, en el corazón de Providencia, donde las chilenas más estilosas llegaban para que las vistiera. Él recuerda y sonríe como buscando en sus ojos cerrados entrañables imágenes. "Mi trabajo es el mejor", afirma hoy, que está bajando el ritmo: en noviembre pasado, después del último Santiago Fashion Week, se despidió de las pasarelas y de la vida pública. Ahora solo atiende a sus clientas.
"Vestí a la señora Lucía de Pinochet. Me venían a buscar a la tienda y me llevaban a La Moneda para probarle los vestidos. También a sus hijas: Jacqueline y Verónica, y un poco menos a la Lucía chica. Ella se instaló con una galería de arte al lado de mi tienda y siempre que pasaba Pinochet, me saludaba".
Aparece con una de sus "guaguas", un yorkshire al que regalonea cada tanto. Tiene 19 perros en total; entre ellos, ocho cachorros puli y dos recogidos de la calle. Desde que nacieron los perritos nuevos se ha dedicado a criar y a fotografiarlos. Chocho. No piensa regalarlos: "Perro regalado no es bien cuidado", señala. "Además, los pulis son una raza muy escasa y está empezando a tener gran demanda. Mi puli es la única gris que hay en Chile y me llegó de Hungría en mayo".
Y así, el máximo exponente de la moda en Chile –a quien se le atribuye haber refrescado el panorama de la alta costura nacional– podría estar horas hablando de sus perros sin hacer referencia alguna al oficio que le ha dado fama y que tiene varios momentos cumbres: fue él quien vistió a Paulina Nin, en 1985, cuando fue animadora del Festival de Viña; él quien confeccionó el traje blanco, con cola y guantes, con el que se coronó Miss Universo Cecilia Bolocco en 1987, y fue él también quien confeccionó el vestido de tul bordado con el que se casó Tonka Tomicic el año pasado. Pero Rubén Campos prefiere, ahora, hablar de sus perros.
"Mis pulis son una raza maravillosa, conocen muy bien al ser humano, son muy acompañadores. Voy al baño y todos van al baño conmigo. Yo subo, ellos suben. Bajo, y ellos hacen lo mismo. Cuando salgo y regreso me hacen un escándalo. Son mis hijos, son mi vida".
¿Nunca se te pasó por la cabeza tener hijos?
Sí, me lo planteé en algún momento, pero en la época un hombre solo podía adoptar después de los 43 años y, además, te pedían una serie de requisitos que me desmotivaron. Y, bueno, ya pasó la vieja.
¿Cuántos años tenías cuando quisiste adoptar?
Tenía 40. Otro factor que me hizo desistir fue que una tía adoptó y tuvo una muy mala experiencia, porque la niñita le salió muy descarriada. Eso también se me grabó mucho.
¿Existe el instinto paternal?
Yo tengo muy desarrollado el instinto materno, mi amor.
¿Te pesa no haber tenido un hijo?
A ver, son tantas cosas que te hacen cambiar de rumbo. Otra cosa que influyó fue que esta época coincidió con la separación de una pareja con la que llevaba nueve años. Fue como en el 2000. Estuve un año y medio solo. Y ahí comencé otra relación que ya lleva 14 años. Ahí está él (lo señala): ayer le corté el pelo para que se viera más feo y mira lo que conseguí, que se viera más estupendo todavía.
Catorce años con una pareja es mucho tiempo.
Todas mis relaciones han sido largas, porque yo creo vínculos con las personas. Lo mismo con mis nanas. El año pasado murió mi nana, que estuvo conmigo 30 años. Mis operarias acá en el taller llevan años conmigo; la que menos lleva, trabaja acá desde hace 16 años. Hoy me encanta rodearme de gente humilde, sencilla.
¿A qué te refieres?
A la gente del pueblo, olvídate en Maitencillo, me encanta estar con la gente de la caleta, con los pescadores. Uno de mis mejores amigos es el Lillo, que me lleva hasta rosas, cosa que no hace ni mi pareja.
De izq. a der.: Diseño de los 80, Dos looks de los 90, Carolina de Moras con un diseño de la colección otoño del 2000, Parte de la última colección de Campos, en agosto de 2013. La modelo Renata Ruiz.
Uno imaginaría que tú estás todo el tiempo rodeado de gente glamorosa.
Nada que ver, soy el hombre más sencillo que te puedas imaginar. Siempre dije que iba a trabajar hasta los 60 y ahora mis días transcurren mayoritariamente en la playa, dedicado al jardín, a cocinar. Me he vuelto un poco ermitaño. Quiero ver a la gente que realmente vale la pena. Quiero una vida sencilla: dejé de ser consumista, ahora me compro la ropa exacta que necesito. Solo lo que voy a usar.
¿Por qué tomaste la decisión de retirarte de la vida pública?
Trabajo desde los 13 años haciendo ropa y siempre he amado mi trabajo y le he puesto alma, corazón y vida. Pero en la moda hay que dar paso a nuevos talentos y saber cuándo parar para quedar en la memoria colectiva. Creo que ya lo he dado todo e incluso más. Pero no me cierro a nada, sigo trabajando para mis clientas, algunas de ellas las visto desde hace 30 años. Sigo siendo un creador y mis obras embellecen a muchas mujeres y eso me hace feliz.
PRECURSOR
¿Qué querías ser cuando niño?
Veterinario, pero lo cierto es que me la pasaba jugando con muñecas, haciéndoles vestidos con los géneros con los que mi mamá hacía sus creaciones maravillosas. Ella es una gran modista y recibía muchas clientas que le encargaban desde ajuares hasta los trajes más hermosos que te puedas imaginar.
"Soy el mejor diseñador de Chile. Hoy hay nuevos valores y yo les cedo el paso. Destaco especialmente a Claudio Mancilla, que es un gran creador, mejor que muchos de los que dicen tener trayectoria".
¿Cómo es tu mamá?
No conozco otra mujer más trabajadora. Tiene 83 años. Cuando vivíamos en Gorbea, ella hacía todo lo de la casa y en sus ratos libres cosía. Le traían telas de Europa. Trabajó conmigo hasta los 70 años y, cuando le dije que ya era tiempo de que descansara, se instaló sola en Vitacura.
¿Cómo fue tu vida escolar?
Para ir al colegio pagábamos una pensión en Temuco y los fines de semana volvíamos a Gorbea con mis dos hermanos. Soy el del medio. Mi vida en el colegio fue terrible porque siempre fui igual de homosexual y no te puedes imaginar cómo me molestaban. Cuando llegué a Temuco seguro debo haber sido amanerado, y todavía lo soy, de la sala me iba directo a la biblioteca. Jamás salía al recreo y llegué a repetir tercero medio por no hacer educación física, clase que evitaba a toda costa. Era terrible entrar a los camarines y desvestirme; me hacían bullying. Estuve a punto de suicidarme.
¿Qué decían tus papás?
No cachaban. Era horroroso. Pero lo viví y me hice fuerte. Me dije: "O eres famoso o eres famoso. Que nunca más te apunten con el dedo ni que murmuren 'ahí va el maricón'", como me gritaban en la calle. Luego, poco a poco, encontré mi lugar cosiendo, agrandando pantalones pata de elefante después del colegio. Llegó un punto en que llegaba a mi casa y ya había gente esperándome. Juntaba plata y me iba de viaje. Una vez fui a Londres y llegué con un aro en la oreja. Acá nadie usaba aro. Apenas pude me compré un abrigo de piel.
¿Cómo te llevabas con tu papá?
Más o menos, él era un personaje, pero al final nos entendimos, se dio cuenta de que era un gran hijo.
¿Le dijiste que eras homosexual?
No, ni a mi mamá tampoco. Públicamente lo dije el año 1987, según recuerdo.
"Siempre dije que iba a trabajar hasta los 60 y ahora, que voy a cumplir 61, mis días transcurren mayormente en la playa, dedicado al jardín, a cocinar. Estoy un poco ermitaño".
¿Cómo fueron los años que estuviste en Madrid?
Se me abrió el mundo. Había muerto Franco, las prostitutas y homosexuales hacían nata en las calles, vestidos de lo que se les ocurría. Viví el destape español en pleno y me hizo muy bien. De venir de esta sociedad tan opresora, me sentí libre. Estudié Patronaje Industrial, que es como la arquitectura en el vestir, la construcción de la ropa. Tiene mucho que ver con la escultura. He creado muchas técnicas, junto a mi mamá, muchas cosas innovadoras que me han copiado o, peor, que las están haciendo ahora en circunstancias de que yo las hice hace años.
¿Qué pasó cuando llegaste a Santiago e instalaste tu tienda?
Fue un boom. Me empezó a ir fantástico. Era muy divertido porque me invitaban a un evento y yo llegaba en una limusina con 14 modelos vestidas con mis prendas. Siempre causaba impacto, era la sensación, siempre fui el mejor. Perfeccionista hasta el sufrimiento. Todo en mí fue vanguardia: mis fotos, mis desfiles, mis catálogos. O sea, fui el primero en hacer desfiles con sillas, porque antes se hacían con mesas para tomar té. Fui el precursor de las pasarelas gigantes con no sé cuántas modelos arriba. Mi primer desfile duró como dos horas y media.
MENOS ARROGANTE
¿Qué has aprendido de las mujeres en todos estos años vistiéndolas?
Mucho, las respeto y mi carrera ha consistido en embellecerlas y sacar lo mejor de ellas. Tengo clientas en cuyos clósets no hay nada que no sea mío. Tal vez un abrigo de visón, pero nada más.
Tuviste una colección llamada Sangre, sudor y lágrimas. ¿Lo estabas pasando muy mal?
Las colecciones son el reflejo de tu estado de ánimo. Tuve muchas colecciones negras y durante muchos años me vestí de negro. Nunca he sido de muchos colores tampoco, siempre voy de negro, beige, gris y para de contar.
¿Qué es para ti la moda?
El espejo del tiempo. Es un lenguaje.
¿Cómo sabe una mujer si está pasada de moda?
La moda es también desechable. Son las tendencias que mueren cuando aparece una nueva. Para mí, lo maravilloso es que mis creaciones trascienden en el tiempo. Tengo clientas muy importantes que usan lo que yo les he hecho 20 años atrás. La moda, hablando del retail, es lo desechable, lo que ensucia el mundo. Un buen little black dress no puede ser desechable. ¿Es lógico que te compres un vestido para ir a un matrimonio y no lo uses nunca más? No, no es lógico. Eso es esnobismo. Un buen vestido perdura. Por ejemplo, el vestido transparente de la Cecilia Bolocco, que marcó un antes y un después, ya lleva siete años y no pasa de moda. Imagínate que este año Tonka, para la gala del festival, usó uno.
¿Cómo fue hacer moda en los 80?
En Chile siempre ha sido complicado porque no hay nada y tienes que traerlo todo de afuera.
"Tengo muy desarrollado el instinto materno, mi amor. Alguna vez, cuando tuve 40, pensé en adoptar, pero desistí porque pedían tantos requisitos… hoy mis perros son mis hijos. Voy al baño y todos van conmigo. Subo y ellos suben. Bajo, y ellos hacen lo mismo. Cuando salgo y regreso me hacen un escándalo".
¿Y el contexto político? ¿Estabas al margen de lo que sucedía en Chile?
Vestí a la señora Lucía de Pinochet. Me venían a buscar a la tienda y me llevaban a La Moneda para probarle los vestidos. También a sus hijas: Jacqueline y Verónica, y un poco menos frecuente a la Lucía chica. Ella se instaló con la galería de arte al lado de mi tienda y le arrendé su segundo piso porque mi casa no daba abasto; ahí tenía 60 mujeres trabajando para mí. Pinochet siempre que pasaba, me saludaba y felicitaba.
¿No te conflictuaba vestir a la familia Pinochet?
Para mí la política de la época era lo que me tocó vivir. Más importante era mi carrera como diseñador y hacer mi trabajo como los dioses.
SU DOLOR
¿Estás contento con tu trayectoria?
Debería decir que no, porque no logré algo que quería.
¿Qué querías?
El año 2000 estaba pasando por un momento…
Rubén se queda en silencio. Un nudo en la garganta precede lágrimas que brotan inesperada y fluidamente. Se emociona cuando recuerda un doloroso quiebre amoroso ocurrida en esos años. "Perdona, es que soy muy sensible", dice. El silencio se corta con el ligero movimiento de su equipo que le pasa agua y pañuelos. Rubén respira profundo y prosigue: "Fue un momento amargo y precisamente coincidió con el año más importante de mi carrera. Me invitaron al Fashion Week de Miami con Carolina Herrera y gané el premio a la Estrella de la Moda. Al año siguiente me volvieron a invitar y gané el premio al Mejor Diseñador Latino. Pero fueron dos años difíciles de mi vida. Después de eso bajé mi perfil casi a cero y trabajando volví a renacer".
¿Sufriste mucho por amor?
No solo por eso. Los 40 años me pegaron muy fuerte.
¿Estabas deprimido?
Sí. Tomé Prozac y todos los remedios que te puedas imaginar, hasta que un amigo me dijo "fúmate este pito" y ya, listo, nunca más tomé ningún medicamento en mi vida. Ya no fumo, pero no me niego a hacerlo otra vez porque creo que te abre otra visión de tu entorno y de la humanidad.
¿Qué aprendiste?
Dios me cortó y me dejó pequeñito, pero de ahí volví a brotar y florecer. Y estuvo bien que lo hiciera, para que entendiera que era demasiado arrogante. Tenía que pasar por eso. Me gustaban los aplausos y, si bien fueron muy importantes para mi alma y mi ego, ya no los necesito. Ahora trabajo para la gente que me sigue y no me interesa competir con nadie, porque no tengo competencia.
"Mis creaciones trascienden en el tiempo. Tengo clientas que usan lo que les hice hace 20 años. La moda, hablando del retail, es lo desechable, lo que ensucia el mundo. un buen little black dress no puede ser desechable. ¿Es lógico que te compres un vestido para ir a un matrimonio y no lo uses nunca más? No, no es lógico".
¿Y por qué no te fuiste al extranjero?
Cuando alguna vez me propuse ser el mejor diseñador de Chile, debí haberme propuesto ser el mejor del mundo, porque si bien logré internacionalizar mi carrera, no me atreví a dejar mi zona de confort en Chile. Debí haber tomado la decisión de irme a Nueva York, pero no lo hice. Pero ese es el pasado. Ahora vivo el aquí y ahora, y si me emociono y lloro, es porque estoy más vivo que nunca.
¿Cómo te evalúas dentro del diseño chileno?
Soy el mejor diseñador de Chile. Hoy hay nuevos valores y yo les cedo el paso. Destaco especialmente a Claudio Mancilla, que es un gran creador, mejor que muchos de los que dicen tener trayectoria.
¿Cómo son tus clientas, aparte de millonarias?
Gente trabajadora, todas divinas.
¿Rechazas clientas?
No, imagínate, vino la Helhue Sukni (conocida como la abogada de los narcos) y le hice el vestido de novia. Alguna vez rechacé a alguna porque era muy divo, pero después de los 40 nunca más lo hice. Menos ahora, que vivo con sencillez, en paz y conectado conmigo mismo.
¿Cómo definirías tu momento actual?
Tranquilo, feliz. ·