“Me encuentro esperando mi tercera hija y todo ha sido nuevo. Por primera vez es un embarazo planeado y no una falla en el anticonceptivo como me ocurrió con las dos anteriores. Por primera vez es una decisión, algo conversado con mi pareja actual, de la cual estoy profundamente enamorada; algo que tampoco me ocurrió antes.
Con mi pareja tuvimos muchas conversaciones al respecto de si queríamos o no ser padres. Sabemos que no tenemos un árbol de billetes en el patio y tenemos conciencia ambos de lo que significa agrandar la familia, sin embargo, por primera vez sentí la convicción de que me merecía una nueva maternidad, con una pareja a la que amo y con mucha más tranquilidad y madurez.
Estaba muy temerosa por mi edad y por cómo podría verse afectado mi cuerpo con un tercer embarazo. No ha sido lo mismo para mí embarazarme en los 20 que camino a los 40. Esta vez ha sido más complicado, se sienten los años, y además tengo a mis otras hijas, lo cual no me da mucho espacio de descanso. Me gusta estar embarazada, es una sensación que disfruto, pero al mismo tiempo tomo conciencia de mi cuerpo cansado y más frágil, teniendo limitaciones de movimiento por el peso, la tensión, incomodidades y los tediosos controles médicos. Ya no tengo la misma energía ni tiempo que antes. Por eso, así como he decidido ser madre nuevamente, también decidí que sería la última vez; como dice mi pareja “cerrar la fábrica”. Y eso me ha traído emociones más contradictorias de las que me esperé. Decidir que este fuera mi último embarazo ha sido como un duelo y nunca pensé que cerrar mi etapa fértil sería una despedida tan dolorosa.
Pensar que esta hija será la última que me habitará, que me pateará y moverá dentro de mi panza. Ella será mi último parto. La última vez que sentiré una piel húmeda y con vapor saliendo de mí y acurrucada en mi pecho. Y da mucha pena, no pensé que me fuera a pasar. Creí que iba a ser ¡Ya! ¡Aquí termino! ¡Mi cuerpo es mío! pero al dimensionarlo y saber que será una realidad las emociones se mezclan. Y quería compartirlo, porque muchas veces estamos viviendo en la operatividad del día a día y sentimos cosas adentro y no las racionalizamos o nos parecen ridículas de sentir, pero las contradicciones se sienten y son legítimas.
Recuerdo que cuando estaba a pocas semanas de que naciera mi primera hija, comencé a tener pena y no sabía por qué. Entonces una amiga y profesora mía me dijo: es porque se acerca el parto y es un poco una muerte. Tu hija estuvo 9 meses viviendo en ti y de ti y ahora la verás y podrás sentir su aroma y abrazarla, pero nunca más volverá a tu vientre. Después de escuchar eso lloré y me fui despidiendo y valorando cada segundo que seguía adentro mío. Hoy siento algo similar. Me voy despidiendo de esta etapa con ella y disfruto a concho cada instante que la tengo adentro, porque es la última vez que sentiré esto y no quiero olvidarlo. Cuando se mueve, patea o tiene hipo. Y más adelante el parto, cuando nazca, conocerla ese momento en que sale de tu cuerpo y te la pasan, creo que son sensaciones irremplazables. Nada de eso se va a repetir de nuevo y quiero atesorarlo. Por lo mismo he vivido este embarazo muy consiente, mucho más que los anteriores, disfrutando cada momento. Ha sido muy rico pero también difícil, porque cada proceso es una alegría y una pérdida al mismo tiempo”.
Gabriela es ingeniera comercial y tiene 37 años.