El living del departamento en que viví mis primeros años tenía sillones tapizados con plantas tropicales y enormes plantas de interior que mi papá conservó por años junto a sus canarios. Hacía sentido a mediados de los ochenta, pero siguió así hasta hace un par de años, en que transformó ese living en oficina y cambió algunas cosas. Aún están las plantas y los canarios intentando rememorar esa tranquilidad del campo que tan lejos se siente en medio de un edificio sin terraza a pasos de plaza Italia, en el corazón de Santiago.
Yo no soy tan buena cuidando plantas y animales. Pero estoy familiarizada con esa estética y me representa. Entonces elijo plantas aperradas y fáciles de cuidar. En cuanto a los animales, solo tuve una mascota de niña pero me gusta la imagen de los pájaros, patos, gansos, lobos, peces y perros. He optado entonces por ir juntando figuras de bronce y porcelana que me parezcan especiales y que tengan alguna funcionalidad o representen algo que me identifique: apoyalibros, ceniceros, figuras de aves de a pares o pisapapeles. La fascinación de mi hijo por ellas ha hecho que las prefiera en bronce y que opte por ponerlas a bastante altura en libreros o repisas a las que demore unos años en llegar.
La imagen de los animales en decoración ya no solo es algo perseguido por genuinos 'animal lovers'. Tener animales en tus repisas y mesas es como convivir con elementos que te acompañan, adornos más simbólicos y que además, al ser tan figurativos, pueden representar el gusto y la personalidad de quienes habitan los espacios. Arman ambientes más cálidos, memorables y únicos. Es también una alternativa de adorno que a los niños les parece atractiva y simpática y, sin embargo, no pertenece al mundo de los infinitos juguetes infantiles que invaden cada rincón.