Dejar atrás los vínculos de una familia tóxica

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“Tuve la fortuna de nacer en una familia muy disfuncional; y si bien al principio había escrito desfortuna, lo corregí y puse fortuna, porque esa familia es la que me ha enseñado y dado las directrices para finalmente encontrar, entre tanta esquizofrenia, vínculos sanos; los que son mi real familia. Hoy la componen mis tres hijas, mi compañero y su hijo. Finalmente, de un piño grande de hermanos, primos, primas, tíos y tías, me quedé solo con dos hermanos, una prima y su hija, a quienes amo. Pero llegar a esta selección de personas, que son mis amores y que quiero conmigo, fue un trabajo y un proceso de constante duelo.

El corte con mi familia fue dándose paulatinamente. Primero fue con mi papá, aunque fue una separación intermitente, ya que enfermó y eso me llevó a querer estar con él y tratar de sanar un poco la relación. Cosa que no resultó. Mientras mi papá estuvo vivo, debí vincularme con la familia de mi madrastra, con la cual crecí, porque mi madre murió cuando yo era muy niña. Nos repelíamos mutuamente y, sin embargo, debíamos relacionarnos por mi padre. Cuando mi papá falleció, con mis hermanos pudimos cortar por fin con nuestra madrastra y su respectiva familia. Hasta el día de hoy no sé nada de ellos y tampoco me interesa. Con la familia de parte de mi padre, por otra parte, mis tíos, primos y abuelos, nunca me llevé bien tampoco, pero los veía constamente porque ‘éramos familia’. Con la partida de mi padre finalmente tuve el valor de cortar con todos y se cerró un ciclo de 35 años de maltratos.

Duele mucho separarse de tu linaje. Duele sentir el rechazo, verse ajena a toda una tradición, a costumbres, a rutinas, a todo. En un principio estar sola o con el mínimo apoyo dentro de tu familia es terrible. Pasar los días sintiéndote a veces loca o exagerada por ver cosas que el resto no ve. Por cuestionar aquello que es lo habitual dentro de este núcleo al que perteneces. Mi camino empezó a los doce o trece años y no me permitió disfrutar plenamente una adolescencia sana. Si bien era niña, ya venía con una forma de pensar más adulta, porque fuera del colegio me tocaba lidiar con situaciones complejas y no acordes a mi edad.

No viene al caso detallar la lista de disfuncionalidades que me ha tocado vivir en la vida, porque no es lo que quiero relatar. Lo que me interesa es señalar que, a pesar de todo lo que me tocó y marcó mi historia, a pesar de la cantidad de terapias por las que he pasado, yo no sería yo y no tendría los pies en la tierra y habría formado la familia que hoy orgullosamente tengo, de no ser por mi historia. Ver que tu familia es tóxica y te hace daño es una tarea que, cuando te toca, va a marcarte siempre, porque cuando vez la disfuncionalidad y el daño que te hace de forma gratuita desde tan pequeña, una vez adulta y con crías no quieres tener ese veneno cerca. Crecer en la toxicidad y darte cuenta de ello te abre a la posibilidad de no querer repetir patrones y conductas dañinas para ti y quienes amas. Y ver que nací en una familia con conductas tóxicas me hizo estar siempre con un ojo fiscalizador, como pisando huevos cuando de relaciones se trata.

Me costó mucho elegir bien a quién tener cerca y quién lejos. Paradójicamente, cuando logré cortar con todos ellos, tuve el valor de separarme del papá de mis dos hijas mayores, un hombre totalmente ausente y negligente con sus hijas, al igual que mi padre. Me costó mucho dar el paso de separarme, por miedo y también por costumbre a vivir en ambientes tóxicos que se convierten en algo ‘normal’. Y así se fueron también alejando todos los vínculos que me hacían mal. Fue un proceso lento, pero liberador.

Hoy, después de tres años, siento que terminé el proceso de armar nuevamente mi nido y linaje para quienes son mis amores. Somos una familia pequeña, no somos más de diez personas y de esas casi la mitad somos mis hijas y mi compañero. Pero nos cuidamos y amamos. Somos todos diferentes y coexistimos respetando y riéndonos de nuestras diferencias. Sabemos que vamos a estar para el otro siempre. Sacamos a punta de pala, escoba y espátula toda la toxicidad de nuestra vida y construimos esta familia que amo”.

Geraldine es agrónoma y tiene 38 años.

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