Históricamente hemos visto a través del cine y la literatura cómo se ha instalado la narrativa de un caballero guapo y galante conquistando a una dama indefensa y pasiva. Lo vimos hace décadas en Blancanieves y La Bella Durmiente, y hoy lo seguimos viendo en Enredados o Sex and The City. Una dinámica relacional que incentiva al hombre a perseguir con intenciones amorosas a mujeres, mientras que a ellas, las castiga por “entregarse rápido” y las incentiva a hacerse desear desde una posición pasiva.

Los cimientos de esta dinámica se fundamentan, en gran parte, en los estereotipos de género y las construcciones sociales. Por ejemplo, explica Carolina Ulloa, psicóloga clínica especialista en terapia familiar y de parejas, (@terapiafamiliaryparejas), se nos dice que la mujer heterosexual es frágil, ingenua, débil, pasiva para exponer sus deseos y que, su último fin es formar una familia y ser conquistada por un varón heterosexual viril, fuerte, astuto, caliente y proveedor. Estos roles, que sí se han debilitado con el tiempo gracias a la reflexión que propició el movimiento feminista, aún persisten y se traducen en que se nos castigue a las mujeres por mostrar nuestro interés sexual explícitamente.

Ana Romero (32) llama a esta situación “dejarse querer”. “Ser más evaluadora que persecutora ha sido un patrón en mi vida. Me ha pasado varias veces en mis relaciones amorosas porque siempre he sido bien cauta respecto a la forma en la que conozco a las personas. Producto de esto, son ellos los que me eligen a mí y yo quedo en una posición de decidir si me gusta esta persona o no. Obviamente hay cosas que me pueden deslumbrar de ellas sin conocerlas mucho, pero para sentir algo real por la otro, para mí es muy importante evaluar, conocer y darme ese tiempo. Como consecuencia igual termino protegiéndome, pero no es mi intención principal, sino que quizás por mi personalidad me gusta sentirme segura de que la otra persona está ahí también antes de arriesgarse a hacer movimientos. Acá los sentimientos pueden ser ambiguos, sí, pero yo también trato de ser clara al expresarme, que me parece que es la forma más honesta de proceder. “No quiero comunicarme de una forma deshonesta con las personas”, dice.

En este proceso donde nos damos el tiempo para decidir si nos gusta esta persona o no, ocurre una situación particular. Si bien es muy válido, sano e incluso necesario tomarse el tiempo adecuado, el no tener claras las intenciones y los sentimientos respecto a esta otra persona, sin comunicárselo, puede resultar en malos entendidos y en finalmente, una irresponsabilidad afectiva. Mitzi Ubilla, psicólogue clínico especialista en terapia con enfoque LGBTIQA+ (@mitziubillavera) dice que la base para mantener un buen vínculo es entender que es nuestra responsabilidad comunicarnos de manera asertiva hacia la otra parte, haciendo explícito el proceso por el que estamos pasando. Este proceso, agrega, puede estar marcado por algo que quizás no tenemos tan presente: la demisexualidad.

“Las personas demisexuales necesitan sentir un vínculo afectivo previo al sexual. En el fondo, es esta necesidad de más tiempo del común para lograr llegar a conocerse bien y poder generar un lazo. Ponerlo así sobre la mesa y explicar que esa es la forma en la que nos relacionamos es importante para que la otra persona tenga la oportunidad de decidir si quedarse o no y de entender nuestro proceso. Ahora, no es que tenga que andar por la vida contándole al mundo cómo me relaciono, pero si yo me estoy vinculando con alguien o veo que hay interés de alguien hacia mí –que incluso puede surgir dentro de un contexto de amistad– es parte de la responsabilidad afectiva para con la otra persona que yo le cuente cómo me vinculo o si tengo o no la intención de vincularme de una forma amorosa con él”, dice Ubilla.

Aquí, existe un punto ciego y es la ambigüedad intencional, dice la psicóloga Carolina Ulloa. “Cualquier ambigüedad intencional para sacar provecho de alguna situación podría interpretarse como manipulación lo que, por lo tanto, sería un acto de irresponsabilidad afectiva, ya que estamos eligiendo mostrarnos como queremos que nos vean para no perder la atención de esa persona y mantenerla en ese lugar, mientras nos da tiempo para decidir si queremos o no continuar con este juego. Lo más responsable es siempre ser transparente con nuestras intenciones, dándonos un margen de tiempo para decidir o estar confundidos, que está bien. Pero es importante en algún momento exponer lo que nos pasa para no provocar falsas expectativas o herir a otra persona que puede estar involucrándose realmente”, dice.

Cuando el “dejarse querer” se nos sale de las manos y comenzamos a tener dificultades para decir que no o poner límites, es una posibilidad que experimentemos un sentimiento de vulnerabilidad y de auto-transgresión, dice Carolina Ulloa. “Muchas veces nos cuesta ponerle un límite firme al coqueteo de un hombre por no ser descorteses o para no quedar como graves o pesadas. Así, nos vemos sonriendo ante algún piropo que en verdad no nos acomoda. Esto puede traer de la mano una profunda sensación de vulnerabilidad y de auto-transgresión al no poder decir firme y claro que no queremos algo o que no nos interesa. Y, por no respetarnos, terminamos sintiéndonos peor con nosotras mismas”, asegura.

Como una estrategia para evitar vivir este escenario y poder navegar este periodo con tranquilidad y responsabilidad, es importante saber lo que queremos, dice Mitzi Ubilla. Y para eso, debemos conocernos: “la importancia de saber si estoy siendo parte de esta dinámica por indecisión y de descubrir qué es lo que estoy buscando y cómo lo quiero es vital para entender mis deseos, sobre todo cuando pocas veces nos preguntamos en este contexto qué realmente queremos de una relación o cómo nos imaginamos un vínculo. Cuando lo tengo algo claro, puedo expresar qué es esto que busco y de qué forma, como la monogamia, el poliamor o las relaciones abiertas. Y para definir esto, hay que sentarse a conversar con la contraparte”, dice.

En esta conversación todo es válido. “No tiene nada de malo preguntar qué espera la otra persona y transparentar mi sentir e intenciones, aun cuando estas sean ‘estoy confundida’ o ‘no me siento segura de avanzar al siguiente paso’. En este escenario, siempre se puede proponer ‘bajar un cambio’ e ir viendo en el camino lo que ocurra, pero jugando con todas las cartas sobre la mesa”, concluye Ulloa.