Dejé las redes sociales y mi ansiedad bajó
En 2019 la Royal Society del Reino Unido publicó el informe #StatusOfMind (#EstadoDeLaMente), en el que se estudiaron los efectos del uso de las redes sociales entre las y los jóvenes, y una de las conclusiones obtenidas fue que Instagram es la plataforma que más impacto negativo tiene sobre la salud mental.
Durante estos siete meses de confinamiento, el estado de ánimo de Romina Pérez (29) ha sido una montaña rusa. “En un comienzo estaba un poco asustada, pero esa sensación –al saber que pasaría más tiempo en casa– se transformó en entusiasmo y motivación. Pensé que por fin iba a poder arreglar algunas cosas que estaban desgastadas y que dejé pasar por meses, como la pintura de mi pieza o el orden del librero al que, si le pongo un objeto más, se viene abajo con todo”, cuenta. Y así se mantuvo hasta mediados de mayo. Pero de a poco su entusiasmo disminuyó, al mismo tiempo que su ansiedad fue aumentando. “Me costaba levantarme y como me sentía sola, comencé a tener una pequeña adicción a las redes sociales. Lo noté un día que tenía un cerro de loza por lavar y yo, sentada en el sillón con mi teléfono en la mano, no logré pararme en dos horas. Dos horas de mi vida perdidas viendo Instagram”, confiesa.
El problema es que no se sentía feliz haciéndolo. “Más allá de la culpa por las cosas que dejaba de hacer mientras me dedicaba a mirar las redes, había algo en su contenido que me generaba ansiedad. Me imagino que tiene que ver con la perfección que allí se muestra. Sé que la gente en Instagram expone una parte de la realidad, porque allí se ve solo el lado lindo de la vida y con muchos filtros y falsedades, pero aunque racionalmente lo sé, es inevitable que mi subconsciente quiera igual tener esa piel perfecta, esas vacaciones ideales, esa casa maravillosa y una relación de pareja idílica como las que veo cada día al actualizar la app”.
Y Romina no es la única. De hecho, en 2019 la Royal Society del Reino Unido publicó el informe #StatusOfMind (#EstadoDeLaMente), en el que se estudiaron los efectos del uso de las redes sociales entre las y los jóvenes, y una de las conclusiones obtenidas fue que Instagram es la plataforma que más impacto negativo tiene sobre la salud mental. Sin ir más lejos, en ese país se elaboró un proyecto de ley para que la app especifique si una foto ha sido editada para cambiar la apariencia y no generar más inseguridades en los usuarios. Y señalaron que “el motivo para promover esta ley es que las constantes fotos retocadas, los “antes y después” y todo este tipo de contenido, estaba provocando una crisis de salud mental a gran escala en el país”. Esto ya se hace en publicidad en países como Israel y Francia, donde es una obligación indicar cuando una foto es retocada, sin embargo, Reino Unido sería el primero en hacerlo en una red social.
Y es tal el impacto de este estudio, que la misma red social Instagram, activó en algunos países una opción de ayuda a aquellos usuarios que busquen #ansiedad en su app. En esos casos aparece una pantalla en la que preguntan: “¿Podemos ayudarte?”. Y sigue: “Las publicaciones con palabras o hashtags que buscas suelen estar relacionadas con un comportamiento que puede causar daños e incluso llevar a la muerte. Si estás pasando por un momento difícil, nos gustaría ayudarte”. Luego entrega diversas opciones con acceso a profesionales de la salud mental y consejos.
La psicóloga Loreto Vega dice que la mejor manera de evitar la ansiedad que provocan las redes sociales es dejarlas. “Un detox de redes sería lo más saludable, sin embargo, no es fácil porque generan adicción. El like de cierta manera es una forma de reforzar nuestra autoestima y especialmente en tiempos de pandemia es una forma de estar en contacto con el mundo exterior”, dice. Por eso, y pensando en quienes no logran abandonarlas, explica que al menos hay cosas que se pueden hacer para disminuir esa ansiedad. Una de ellas es mantener el teléfono en silencio. “Recibir constantemente notificaciones de mensajes puede llegar a ser más abrumador y aumentar la adicción, sin embargo, si mantenemos las notificaciones silenciadas, podemos lograr organizarnos para acceder a las redes solo por ciertos horarios”.
Esto de todas maneras –agrega– no quita la ansiedad que genera el querer ser alguien que no eres. “Eso probablemente se trabaja en una terapia, pero al menos te ayuda a regular el tiempo al que las personas se exponen a esta adicción. Lo mismo que las herramientas que vienen en la misma app y que te permiten conocer la cantidad de horas que pasas a diario o semanalmente en eso”.
Consciente de esto un usuario (llamado en ese entonces @Lahaoe) hizo un experimento que circuló el mes pasado por varias redes sociales. Dijo que estaba en un hoyo, que se sentía mal, con ansiedad por la situación política, económica y sanitaria, además de estar constantemente indignado, sin fe en la humanidad y con algunos complejos físicos. Pensó que las redes solo ayudaban a agravar su estado emocional, así que armó una tabla con nueve ítems –mood general, ansiedad política, ansiedad por covid, ansiedad económica, imagen física, fe en la gente, enfado, cualidad del sueño, pensamiento blanco y negro– y cada día tenía que ir marcando de un 1 a un 5 –donde el 1 es horrible, el 2 malo, el 3 menos malo, hasta llegar al 5 que es asombroso– cómo se sentía respecto de cada uno. Así durante los 30 días que duraría su detox de redes.
Además, le puso color rojo al 1, rosa al 2, amarillo al 3, verde claro al 4 y verde oscuro al 5. Al mirar la tabla es impresionante cómo en la primera mitad predomina el rojo y el rosado y en la segunda mitad el verde y algunos amarillos. En su experimento explicó que durante los primeros siete días de la tabla siguió usando las redes para demostrar cómo lo hacían sentir y que luego de eso las dejó. Entre sus conclusiones dijo que la constante exposición a malas noticias y opiniones polarizadas que veían en redes hacían que nunca subiera del 2 en cuanto a mood general.
Cuando dejó las redes no encontró una mejoría inmediata. De hecho reconoce que en la primera semana siguió sintiéndose mal, pero luego de una semana sin ellas, ya no pensaba en el Covid todo el día de manera fatalista, no veía su futuro económico incierto y tampoco estaba tan preocupado de su físico, aunque reconoce que en eso último no cambió tanto porque dice que es difícil sacarse los estándares de belleza que consumimos desde que somos pequeños. Aun así, al final de su experimento su mood general pasó de una media de 1 a una media de 4.
Y es lo mismo que vivió Romina. Desesperada porque veía que sus niveles de ansiedad iban en una curva ascendente, habló con su psicóloga la que le recomendó dejar las redes un tiempo. Le dijo que mantuviera el contacto con sus amigos más cercanos por WhatsApp para que no se sintiera sola y que fuera probando qué pasaba. Al igual que @Lahaoe, en un comienzo no vio diferencias, pero después de unas semanas notó que tenía más tiempo libre y eso a su vez le permitió realizar algunas actividades como leer, bordar y cuidar sus plantas. Y cada vez que terminaba alguna, se sentía feliz y tranquila.
“Reconozco que no me he planteado la idea de dejarlas para siempre porque me gustan, pero lo que sí he aprendido en este tiempo, es a relacionarme de manera sana con las redes. No es fácil, pero debemos entender que ese no es el mundo real y que una foto puede esconder mucho detrás. Por eso ahora estoy concentrada en usar las redes sociales a favor de mi estabilidad emocional y no en contra. Para eso hice una limpieza de las personas que seguía, pero principalmente hice el trabajo de convencerme de que mucho de lo que ahí se muestra está armado para recibir un like y que en la vida hay miles de cosas más importantes que eso. También comencé a regular el tiempo que le dedico, y en eso sí que no daré un paso atrás. Porque ya no estoy dispuesta a dejar de hacer cosas que realmente me llenan a cambio de horas perdidas frente a la pantalla esperando un like”.
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