¡Déjennos bailar!

"Que vuelvan los lentos" dice la campaña publicitaria. Un llamado tan absurdo y tristemente dictatorial como pedir que retrocedamos veinte años, le funemos la fiesta a quienes han pagado por bailar y más encima nos pasemos por cierta parte el significado de las canciones.




A alguien se le ocurrió la idea y parece que muchos lo siguen como si fueran las más obedientes ovejas. "Que vuelvan los lentos", dice la campaña sin ninguna explicación mayor. ¿Por qué? Porque simplemente no la hay. Pedir que regresen las canciones melosas a interrumpir la fiesta es como que aparezca el papá gruñón en medio del mejor de los carretes y los corretee a todos con un palo de escoba.

Los tiempos han cambiado. Ahora lo que manda es la segmentación. Si uno quiere bailar salsa, ahí está la picada de Bellavista; si la onda es la electrónica, hay otros cuantos en diversos barrios. Lo mismo pasa con el rock alternativo, el reggaetón, la música de los 80 y hasta bares con karaoke. Es la libertad de encontrarse en el mismo lugar con extraños que comparten los mismos gustos o, por último, la pasión por emborracharse oyendo los mismos hits. Raro (y digno de denuncia en el Sernac) sería pagar la entrada para bailar y encontrarse con una balada cebollenta que nos corte la inspiración.

Por eso, el adherir a tan absurda campaña es retroceder en el tiempo al más detestable de los períodos, cuando reinaba la dictadura de quienes les importaba muy poco la música y más bien esperaban religiosamente esos diez azucarados minutos para aprovecharse del pánico y jotear como no pudieron hacerlo en toda la jornada. Todo, mientras otros (un poco más en sintonía con lo que significa la palabra "fiesta") se veían obligados a morder el polvo desde un costado de la pista.

Eran tiempos en que las chicas tenían permiso para rechazar a su galán de turno o elevar su ego por los cielos sin más armas que un beso, un abrazo o un deshonesto guiño de ojo. ¿No es menos hipócrita decir las cosas directamente a la cara o ser rechazado/a en buena lid? Perdón, pero un invasivo y acaramelado lento nunca va a garantizar el amor eterno. Ni siquiera una buena cogida o un infiel toqueteo por el puro gusto al divertimento.

Eso, sin contar la vergüenza a la que nos exponemos cuando abrazamos a nuestras parejas y les bajamos la luna con la mirada al son de sufridos temas como "Creep" de Radiohead, "Jeremy" de Pearl Jam o "Wish you were here" de Pink Floyd (por dar tres desatinados ejemplos), cuyas letras muy poco tienen que ver con nuestros amorosos propósitos y más con una triste y miserable existencia de la cual debiéramos apiadarnos.

Por si eso fuera poco, al cabo de unos días se devela que la frase no es más que una (muy masiva, claro está) campaña publicitaria de una marca de snacks. ¡Qué bonito! Ahora no sólo tenemos que exponermos a los lentos, sino además tenemos que hacerlo porque una marca dice que tenemos que ponernos gordos comiendo masitas horneadas con sabor pizza, queso o crema con cilantro. No señor, no necesitamos sus lentos. Esos guárdelos para la radio a pilas o para dedicárselos a su amado/a en la más estricta intimidad. A los demás, déjennos bailar.

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