Demencia: Los factores que ponen en riesgo a las mujeres

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“La demencia es un síndrome que se manifiesta a través de síntomas que involucran a la memoria, pensamiento, conducta y las habilidades sociales, que representa un cambio respecto al desempeño previo de la persona, interfiriendo en las distintas áreas de su vida, como son la personal, laboral y familiar”, dice la psicóloga clínica de Clínica de Ciudad del Mar, Claudia Badilla. La especialista explica que no hay una causa específica para esto, pero que ciertas condiciones de salud podrían llevar a una demencia, y que el riesgo es mayor con la edad.

Influiría, por ejemplo, el sedentarismo, una mala alimentación y condiciones de salud, tales como hipercolesterolemia, déficit de vitaminas, obesidad y una diabetes no controlada. “Y en lo psicológico, la depresión es prevalente en el adulto mayor y debe siempre evaluarse, ya que puede confundirse con una demencia”, dice Badilla, y añade: “Hay asociación entre demencia y depresión, pero no está claro si una depresión precipita el desarrollo de una demencia. También los trastornos del sueño y el tabaquismo son considerados como factores de riesgo, mientras que en relación al consumo de alcohol, los distintos estudios no han podido presentar un consenso”.

Lo que sí se ha demostrado es que hay condiciones genéticas asociadas al desarrollo de demencias. “Hay mayor riesgo si hay antecedentes familiares de demencia, aunque tampoco es determinante”. Por otro lado, se ha observado una mayor incidencia en las mujeres, lo que se cree que se podría deber, por un lado, a la mayor longevidad, así como a la falta de protección hormonal tras la menopausia.

Al respecto, la investigadora estadounidense María Corrada, del departamento de Neurología de la Universidad de California, realizó un estudio con 900 pacientes de más de 90 años, que demostró que la incidencia de demencia en mujeres llegaba a un 45%, en comparación con un 28% en el caso de los hombres. En tanto, Michael Greicius, del departamento de Neurología del Centro para Desórdenes de Memoria, estudió a más de ocho mil personas y logró presentar un estudio con el que se confirmó que existen factores genéticos que asocian la demencia al género femenino.

Que la demencia predomine en mujeres es un fenómeno que termina afectando a toda la sociedad. Esto, porque somos las mujeres, por lo general, las encargadas del cuidado de los enfermos. Y como las parejas tienden a ser mayores, su deterioro cognitivo suele ser previo al nuestro. “La primera persona que nota los cambios derivados de la demencia es el cónyuge u otra persona cercana, quien empieza a notar dificultades cognitivas, por ejemplo, al comunicarse, por pérdida del hallazgo de la palabra, pueden desorientarse en el espacio y tiempo, presentar fallas al momento de resolver problemas o llevar a cabo tareas que involucren procedimientos”, dice Badilla y agrega: “Tardan más, o se confunden en organizar sus actividades, pueden tener dificultad para tomar decisiones, presentar ideas paranoides y manifestar cierta descoordinación motora”.

De todas formas, la especialista en salud mental considera que el hecho de que sea la mujer la que padece demencia no debiera posicionar a la familia en una mejor o peor posición: “Hay otras variables que tienen más peso en el impacto de esta condición, como el tipo de demencia, la edad, condición de salud general, la intensidad de los síntomas y la repercusión en la funcionalidad del paciente, la estabilidad familiar, personalidad del cuidador, las redes de apoyo y el factor socioeconómico”. Dicho esto, añade que el género sí podría cambiar el contexto, en cierta medida.

“En nuestra sociedad, suele ser la mujer la que asume el cuidado físico cotidiano, ya sea la pareja, hija, hermana o nuera. La ventaja es que la mujer, en las generaciones de adultos mayores, suelen ser las que están más familiarizadas con esas funciones de cuidado de hogar, lo que aumenta la posibilidad de satisfacer las necesidades de la persona con demencia, especialmente en lo relacionado con la contención”, dice. Pero en cambio, cuando en un matrimonio heterosexual es la mujer la que presenta demencia, “el hombre suele adoptar un afrontamiento activo, dirigido a la solución del problema, por tanto podría aceptar mejor la ayuda externa en lo asistencial, lo que es beneficioso para el cuidado a largo plazo, pudiendo dedicar más tiempo a la interacción y estimulación de su pareja, mientras que la mujer suele sobrecargarse de labores sin solicitar ayuda”.

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