Demostrar interés romántico está bien
Nos interesa alguien, salimos, descubrimos que nos gusta, que es mutuo y que algún tipo de vínculo podría salir de allí. Sin embargo, llega un punto en donde muchas decidimos poner a prueba el interés del otro. ¿Cómo? Dejando de responder y demostrando un aparente desinterés. Cuando en el fondo, es mentira. Nos morimos de ganas porque esta persona “se dé cuenta” y nos profese su amor. ¿Por qué caemos en estas dinámicas traídas directo del mundo de Disney? ¿Por qué no somos directas con lo que queremos?
Ésta, es una dinámica cuyas raíces se encuentran en lo más profundo del mito del Amor Romántico, dice la psicóloga y activista feminista en CIDEM (Centro Interdisciplinario de las Mujeres), Pía Urrutia. “La lógica del amor romántico es muy rígida en cuanto a cómo deben ser, o no ser, hombres y mujeres heterosexuales dentro de una relación. Se romantizan ciertas características e ideas, como la pasividad de una mujer o la incapacidad de ella de acercarse a alguien que le gusta. Esta lectura enaltece ciertas características que parecieran ser ideales, pero que básicamente son una construcción del mito del amor romántico”, asegura.
¿Cuál es la lógica detrás de esta estrategia?
Poner a prueba el interés del otro y “hacerse la difícil” es, entonces, darle a esa persona el poder de decidir, ubicándonos a nosotras mismas en una (revocable) posición de pasividad. Así mismo como las princesas esperan el rescate del príncipe azul. “Se espera que las mujeres seamos pasivas, no activas, que esperemos ser elegidas y que no elijamos. De otra manera, y esto lo he visto con muchas pacientas en mi consulta clínica, tienen miedo a parecer muy intensas, locas y sobre todo desesperadas, como si ser activas o demostrarle el interés real a la persona que están conociendo dejara en evidencia que “están con el vestido en la cartera”, explica la especialista.
Aunque suene anticuado y obsoleto, dice Pía Urrutia, esta idea sigue estando muy arraigada en la mente de las personas porque además se ha ido mezclando con los discursos actuales, como la idea de que una se arregla para una porque el amor propio es lo más importante, pero lo que sigue estando de fondo es querer ser para otros, para ser elegidas sin parecerlo.
Demostrar desinterés no es tan inofensivo como pensabas
Una de las consecuencias de ser partícipe de esta dinámica es desconectarse del deseo propio. Y es que cuando se está intentando crónicamente ser elegido por otros en lugar de escuchar la voz del propio deseo, perdemos el tiempo siendo alguien para los demás. Así lo explica Polly Young-Eisendrath, psicóloga, analista junguiana y autora del libro Mujeres y deseo: más allá de querer ser buscada, quien argumenta que las mujeres están alienadas de su deseo, de su propio querer. “En lugar de avanzar hacia el mundo basándose en su deseo, canalizan su energía hacia el deseo de ser queridos por los demás. La preciosa energía vital que podría canalizarse hacia sus anhelos se desvía hacia el proyecto de cultivar una imagen agradable y atractiva, alimentando así el deseo de los demás. En el proceso, las mujeres sacrifican su autenticidad, soberanía propia y la capacidad de ser sujetos de su propio deseo”, asegura.
Es desde esta misma posición de pasividad, que el mito del amor romántico erradica la importancia del consentimiento. Según explica Urrutia, “esto está arraigado en la idea de que las mujeres en el fondo si decimos que no, estamos diciendo que sí. Es entredecir que nosotras no sabemos bien qué queremos, lo sabe el otro”. Tal cual dice la canción de Ricardo Arjona, que literalmente nos invita a no mostrar interés: Dime que no / Me tendrás pensando todo el día en ti / Planeando la estrategia para un sí. Y así, hay varias que nos retratan como un desafío. Uno que requiere de esfuerzo y estrategia.
Para algunos, dice Pía Urrutia, esta lógica del desafío funciona como un incentivo. “Vivimos en una sociedad en donde están muy marcadas varias cosas del consumo. Que yo puedo adquirir algo si es que lo deseo o que el mérito es algo fundamental, que nos enseña que entre más yo me esfuerce, voy a poder conseguir aquello que quiero. Finalmente, lo que termina ocurriendo es que el que me ignoren me va a hacer ponerle un mayor esfuerzo a la conquista y, por ende, si me esfuerzo más, puedo conseguirlo”, asegura.
Podemos doblarle la mano a nuestra historia, vinculémonos de otra forma
“Gestionar nuestros nuevos vínculos de esta manera –tristemente– fomenta la falta de autoestima y la idea de que tenemos que esforzarnos para ser queridas, que tenemos que poner a prueba al otro para asegurarnos de que de verdad nos quiere. Esto puede impactar nuestra salud mental de muchas maneras. Siempre estar atenta al otro y no al propio deseo nos puede llevar incluso a estar años en ciertas relaciones donde quizás no queremos estar o a pensar que la única manera de poder generar seguridad es en un vínculo que tenga estas características son una de las cosas más nocivas”, dice la especialista.
Sin embargo, somos capaces de cambiar nuestra propia historia. Podemos empezar a preguntarnos si es que nosotras queremos vincularnos con esa persona o no. Si nos parece la forma en la que nos trata o lo que proyecta. Podemos fijarnos si nos gusta. “Hagamos comunidad, leamos y conversemos con otras para exponernos a otras formas de amar. Descubrir cómo queremos ser amadas nos da la capacidad de no conformarnos con lo que nos dicen que es amor, sino que pedir y comunicar lo que nosotras necesitamos”, concluye.
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