Con los ojos cerrados y en completo silencio fue el encuentro entre la cantante norteamericana Meghan Trainor y su hijo Riley segundos después de haber nacido en 2021. A diferencia de lo que se suele ver en un parto, el primer hijo de la artista no llegó al mundo llorando ni moviéndose como la mayoría de las guaguas, sino que llegó dormido. O, al menos, así fue cómo lo describió el personal de salud que la acompañó durante la cesárea. Riley estaba en silencio y quieto porque estaba adormecido, probablemente a causa de los antidepresivos que la cantante de I Made You Look había estado tomando, recetados por su médico, durante todo el embarazo.
A través de varias entrevistas, Meghan Trainor, quien hoy prepara un libro para futuras mamás con un gran foco en la salud mental materna, explicó que, cuando consultó por el estado de su guagua, nadie tuvo reparos en apuntarla a ella como la causante de esta especie de trance en el que había nacido Riley. “Nació dormido y así fue literalmente como lo dijeron, ‘está adormecido’”, recordó Meghan durante una entrevista en Today Show. Al escuchar los comentarios de las enfermeras que asociaban el uso de antidepresivos durante el embarazo con la condición de Riley, la cantante recurrió de inmediato a su ginecólogo con quién ya había confirmado anteriormente que continuar con su tratamiento farmacológico era seguro. “Me confirmaron que no existen pruebas científicas que respalden esa afirmación y que solo estaban tratando de buscar culpables”, recuerda la cantante durante el segmento televisivo.
Y si bien no existe certeza de que un tratamiento farmacológico de la depresión durante el embarazo tenga efectos negativos en los hijos, la culpa seguía dentro de Meghan. Porque, precisamente es éste uno de los sentimientos que poco se asocian al embarazo pero que muchas mujeres viven. Durante un período fuertemente romantizado de la vida, sentir emociones como tristeza, melancolía, indiferencia o desgano suelen generar culpa en las futuras mamás alimentando así un círculo vicioso en el que la angustia se vuelve cada vez mayor por no estar cumpliendo las expectativas de lo que debiese ser la espera de un hijo. Si bien, en el caso de Meghan Trainor el uso de antidepresivos era parte de un tratamiento previo para controlar un trastorno de pánico, la realidad es que muchas mujeres reciben la recomendación de recurrir a medicamentos para tratar la depresión durante el embarazo. Porque la depresión prenatal es un tema del que poco se habla pero que, según los estudios, puede afectar hasta a un 15% de las mujeres embarazadas, especialmente durante los primeros meses de gestación.
De acuerdo con datos recopilados por investigadores especialistas en psiquiatría y farmacología en India, la depresión es el trastorno de salud mental más prevalente en las mujeres durante el periodo perinatal —antes, durante y después del nacimiento de una guagua—, siendo la época más crítica para desarrollar este tipo de trastornos, el primer trimestre de embarazo. La psicóloga clínica perinatal, doula y miembro de la Red Chilena de Salud Mental Perinatal, Yazmina Bastías, explica que la forma en la que se vive el embarazo puede ser un factor de riesgo para desarrollar depresión prenatal. “La gestación es un evento que genera cambios importantes no sólo a nivel físico sino también en lo psíquico”, comenta la psicóloga. “El entorno y las herramientas que tenga la mujer que vive una gestación determinarán en cierta medida como va a vivir ese embarazo. Sin embargo, este evento vital tiene características propias que lo hacen un espacio de tiempo sensible, en donde las barreras psíquicas están más difusas por lo implica un gran trabajo emocional para quien lo vivencia”. La terapeuta explica que, en este contexto, es muy importante tener una mirada ecosistémica de la mujer para determinar qué factores de riesgo pudiesen ser causales de depresión prenatal. Agrega que, entre algunos de los factores que más relevancia tienen en este ámbito están el tener antecedentes o diagnóstico de problemas de salud mental previos, haber vivido situaciones estresantes, desorganizantes o traumáticas, o estar en un contexto adverso y hostil.
La mayoría de las señales que pueden interpretarse como una alerta de que algo no está bien en temas de salud mental y que van más allá de una simple baja del ánimo son similares a las que comúnmente asociamos a la depresión mayor. “La depresión prenatal y si hablamos de la depresión del período perinatal (gestación y posparto) no es muy distinta de la depresión mayor en cuanto a sintomatología”, aclara Yazmina. Sin embargo, la especialista agrega que es un trastorno que, por el contexto y sus características permite disimular o esconder ciertos síntomas. “Las redes que acompañan a la gestante deben estar alerta a que los signos no tengan una duración más allá de dos semanas, evidenciando por ejemplo: irritabilidad, llanto, sentimientos de culpa, desesperanza, pensamientos negativos frente al proceso, poca conexión con el bebé (apatía o temor a vincularse con él o ella), desinterés por actividades que aún estando embarazada podrían generarle o conectarla con el disfrute”, comenta.
Y, a pesar de que las banderas rojas son para la mayoría señales conocidas como indicativos de una posible depresión, es común que este trastorno de la salud mental materna pase desapercibido, precisamente porque se vive durante un embarazo. “En general se maneja poca información sobre la depresión prenatal y lo importante que es su manejo preventivo o su eventual intervención”, explica Yazmina. La especialista agrega que, una depresión prenatal no diagnosticada a tiempo puede arrastrar consecuencias negativas a la hora de vivir el parto y con ello afectar el periodo del posparto y puerperio y toda la crianza de ese hijo o hija. “Lamentablemente, la salud mental materna en la gestación se ve infravalorada manteniendo la creencia de que es un período sensible, pero que nadie observa con detención por lo breve que es en cuanto a tiempo, dejando a un lado lo ansiógeno que puede llegar a ser vivir un embarazo”, comenta Yazmina. La psicóloga aclara que, una cosa es la idealización que culturalmente se ha hecho del embarazo y la maternidad y otra muy distinta es la realidad. “Una gestación vivida en un contexto vulnerable, tras una muerte gestacional o perinatal o después de vivir varios intentos de tratamientos de reproducción asistida, o tras un evento traumático, tendrá sus particularidades que es necesario mirar y acompañar con atención, cuidado y amor justamente, para prevenir un trastorno de salud mental materna o perinatal, mucho mayor”.
Romantizar el embarazo puede ser un arma de doble filo porque muchas veces impide asumir que la experiencia propia se aleja de los ideales o de lo esperado. Y, al contrario de cómo se suele juzgar a quienes no viven el embarazo como un periodo color de rozas, persistir en la idea de que todo va perfecto, la elección valiente de una mamá está en mirar con objetividad y pedir ayuda si su panorama se ha vuelto más bien negro. La psicóloga Yazmina Bastías explica que gran parte de creencias sociales o este ideal de la gestación romantizada en muchos casos contribuye a que las mujeres que viven un embarazo se vean presionadas a no expresar sus emociones como quisieran y necesitan. Incluso, agrega que tapar problemas anímicos con diversas reacciones y una especie de positivismo tóxico prenatal para evitar influir en la salud de un hijo en gestación puede ser la peor estrategia. “En el fondo puede ser incluso perjudicial no liberar y elaborar esas emociones displacenteras”, comenta. “Muchas mujeres gestantes llegan a ser puerperas tras el parto con mucha disonancia emocional, desconocimiento de lo que les ocurre e incluso con cierto nivel de desadaptación frente a un evento que pudo haber sido muy deseado y luchando con su propio ideal de maternidad”.