El año 2017 entró en vigencia en Francia una ley que garantiza el derecho de sus trabajadores a un descanso digital. Después de la jornada laboral, los empleadores no pueden seguir enviando mensajes de WhatsApp o correos electrónicos sobre temas de trabajo a sus empleados. El 2018, España replicó esta misma medida y, a fines del año pasado, se aprobó la idea de legislar sobre el derecho a la desconexión digital de los chilenos en el Congreso.

Si bien las legislaciones que se han implementado a nivel global establecen el derecho al descanso digital no obligan a apagar los teléfonos ni prohíben enviar correos de trabajo, sí obligan a las empresas a negociar con sus trabajadores cómo serán estas comunicaciones cuando ocurran fuera del horario laboral. Y establecen multas para quienes no cumplan con los acuerdos estipulados.

Un 57% de los encuestados, según un estudio realizado por la consultora Randstad, reconoce contestar mensajes de trabajo a través de WhatsApp incluso durante sus vacaciones, así que tener Smartphone y una conexión a internet para muchos se está acercando peligrosamente a una jornada laboral que no tienen ni principio ni fin.

Puede parecer inofensivo, incluso una ventaja. Porque estar siempre conectados puede ahorrarnos confusiones, malentendidos y definitivamente puede convertir los tiempos muertos de espera en instancias productivas de trabajo. Pero también puede tener consecuencias negativas para nuestra salud. La doctora en comportamiento social y organizacional y académica de la UAI, Mariana Bargsted, explica por qué es necesario descansar sin interrupciones.

¿Es problemática esta dinámica de interrumpir los descansos después de la jornada laboral?

Sí, interrumpir los tiempos de descanso de los trabajadores, ya sean las vacaciones, los fines de semana o la noche, es una muy mala práctica y genera mucho desgaste. Las personas necesitamos tiempo para recuperarnos del trabajo, porque si no descansamos, no podemos mantener un ritmo de productividad y desempeño. Entonces a la larga, la empresa está quemando sus propios recursos humanos si no deja descansar a los trabajadores.

¿Incluso cuando son interrupciones pequeñas?

Las interrupciones pequeñas pero constantes se van acumulando y su efecto, también. Lo que hacen es que el descanso se haga más difícil y también dificultan la participación en actividades familiares y sociales. Además, de a poco van generando una relación y una dinámica de interactuar en la que la intromisión en la vida personal de los trabajadores es algo permitido. Y eso no es correcto.

¿Por qué pareciera ser que esta práctica es cada vez más común en las empresas?

Tiene que ver con cómo manejamos y entendemos las relaciones laborales, y con los estilos de liderazgo. Los líderes se tienen que preguntar qué efectos trae que uno mande correos a las 11 de la noche, durante las licencias o durante los fines de semana. Tanto en el largo como en el corto plazo. Porque aquí hay otro tema que es importante, y es que tendemos a verlo todo en el corto plazo y a entenderlo todo como algo urgente. Y salvo que uno trabaje como bombero, lo más probable es que lo que te están pidiendo no sea realmente urgente. Y no pasa nada si no se responde el lunes a las 11 de la noche y se resuelve el martes a las 9 de la mañana. Hemos trastocado las prioridades y la gente tiene mucho trabajo que hacer en poco tiempo, y a veces no alcanzan. Y los líderes lo mismo. Entonces pasan esa sobrecarga hacia abajo. Es necesaria una reflexión por parte de las organizaciones, aunque hemos visto cómo en algunos lugares no ha quedado otra que implementar estos límites por ley.

¿Qué podemos hacer para establecer límites siendo trabajadores?

Si esto está en la cultura de la organización es mucho más difícil que las personas lo puedan cambiar. El trabajador tiene que poner un límite y si llega un correo a las 11 de la noche, decir 'OK, lo recibí. Te contesto mañana'. Pero en la relación laboral hay asimetrías y diferencias de poder. Ojalá fuesen cada vez más simétricas. En Chile todavía tenemos una mirada muy patronal y en esa mirada uno como trabajador se siente que tiene que acatar lo que el otro le plantea. En ese sentido tenemos que hacer un cambio cultural primero. Las personas más jóvenes a veces están en una posición en la que se sienten más inducidas por estas dinámicas de empresa y no ponen límites claros como alguien que ya tiene más años de carrera. Pero por otra parte, los millennials sí delimitan la vida laboral para que no invada la vida personal y muchas veces son criticados como generación por hacer eso. Pero está bien. E incluso, si se es responsable, poner límites en los horarios mejora el resultado del trabajo, ya que influye positivamente en el desempeño y las ganas de trabajar.