Desde el cementerio
Lo vemos informando sobre la contingencia: que la bencina sube, que habló el premier chino, y que el gobierno hizo o dejó de hacer tal cosa. Pero, cuando se camina entre las tumbas del Cementerio General, nadie puede quedarse en el vaivén del día a día. Entre mausoleos de próceres y nichos de anónimos, el periodista y conductor de Última mirada y Tolerancia cero, en CHV, reflexiona sobre Chile y su historia. También se asoma a la esquina desde la cual espera la muerte.
A Matías del Río le encantan los cementerios. Cree que para conocer bien a un país vale la pena recorrer las estrechas calles de la muerte, esos caminos que siempre muestran lo mismo: al anhelo de los mortales por trascender y la lucha contra el olvido.
Entramos por Avenida La Paz y caminamos bajo los naranjos y magnolios del Cementerio General por la calle donde está enterrada su familia. Del Río comenta que en tiempos de su abuelo se hacía un cóctel entre las tumbas, cada 1 de noviembre, para honrar a los antepasados. De pronto se detiene para examinar la lápida de un edificio mortuorio majestuoso que se cae a pedazos. Aquí, hay más de dos millones y medio de muertos repartidos en 82 hectáreas.
–Mira –dice–, lo que pasa en el cementerio no es más que una copia de este país: mausoleos fastuosos de familias de apellidos compuestos que contrastan con tumbas apiladas en las paredes, tan hacinadas como esos campamentos que vemos en la periferia de las grandes ciudades, en los lugares más humildes de Chile. Repara en dos tumbas contiguas.
–Acá está don Manuel Montt y, a su lado, Antonio Varas. Como si estuvieran Lagos e Insulza. ¿Increíble, verdad?
Cierto. ¿Ycómoves que anda la cosa política ahora? ¿Qué evaluación tienes de la clase política actual?
Estoy bien aburrido de andar culpando de todo a los políticos. No todos los políticos son malos, ni tampoco todos los poderosos. Ya me tiene hasta la coronilla eso de que todos los políticos son ladrones. La gran mayoría tienen una gran conciencia social. Este país que tenemos no lo sacamos en el loto. Este país no es Uganda ni el Congo.
¿A tu juicio no hay razones para ese desprestigio?
Hay varias, por cierto. Pero es fácil, en los tiempos del bullying, la idea de que se vayan todos, de que Piñera es un tal por cual o que ha hecho leseras. Puede que haya hecho algunas, pero ¿dónde se puede decir que ha hecho cosas buenas? ¡Porque también las ha hecho! Di eso en twitter y te conviertes en enemigo público de la masa, del rebaño.
¿A qué políticos admiras?
Desde el minuto en que tenemos a Allamand, Velasco, Orrego, Golborne, Lagos Weber y Matthei como posibles presidenciables, estamos sobrados de cariño. Yo voté por Lagos, por Frei, por Allamand. Mira, cuando los domingos en los diarios aparezca Büchi o algún líder comunista, preocúpate, porque quiere decir que salieron los extremos, los perros bravos.
¿Y con qué políticos tienes reparos?
No me gusta la parada política de Girardi. A veces lo encuentro medio irresponsable. También me descoloca mucho Osvaldo Andrade, un tipo muy inteligente, con altura de miras, que de repente te sale con unas cosas odiosas, como la peor faceta de Camilo Escalona. Tampoco me gusta Espina, porque ha creado el invento, el chamullo, de la delincuencia. Todo esto en el plano político, no personal, por cierto.
¿A quién te cuesta entrevistar?
A los jóvenes que dicen que el movimiento estudiantil se está "politizando"… a los democratacristianos. Son tibios como la agüita perra. A los que con la cámara apagada te dicen de todo y después, nada.
La historia entre tumbas
Ya hemos pasado por las tumbas de Bulnes –imponente, en mediodela avenidadelos presidentes–; ladela familia Alessandri, la de los Matte –donde está enterrado Claudio, el autor del silabario– y la de Balmaceda, el Presidente de Chile que se quitó la vida en 1891, en cuya reja debieron instalar un letrero de "no rayar" porque estaba insólitamente pintada con peticiones de estudiantes del tipo "señor Balmaceda, me está yendo mal en Matemática, me encomiendo…", "gracias por la buena nota" o "Ayúdeme que voy a repetir". El cartel ha dado resultado: ahora los jóvenes porros ya no rayan: tiran hojas de cuaderno, dobladas, como palomitas blancas en el suelo.
Hay tumbas bien cuidadas, otras abandonadas y otras derruidas por el terremoto. En una de quién sabe quién han ido dejando, en vez de flores, botellas de pisco, de ron y de cerveza. Pasamos por el edificio del Ejército, por la tumba de Gladys Marín, con placas de fierro donde está esculpido su rostro, la hoz y el martillo, una estrella y una paloma. También hacemos un alto en el mausoleo donde está el hermano de su bisabuelo Luis –don Alberto Phillips Huneeus– quien se hizo esculpir a sí mismo, en tamaño natural, con bastón y sombrero en la mano, llorando a su mujer. "¿Dónde estará la tumba de Allende?", se pregunta Del Río.
¿Qué opinión tienes de él?
A mis hijos les digo que Allende fue una estupenda persona y un pésimo Presidente. Me parece mucho más importante lo primero. Un tipo soñador, pero muy irresponsable. Le tengo gran respeto como demócrata, se la jugó hasta el final, pero el juicio histórico es el de un pésimo gobierno.
Damos unas vueltas. Pasa un entierro de huasos con espuelas 080 entrevista y pañuelos blancos, al que observamos desde lejos. Caminamos. Llegamos a la tumba, en subsuelo, de Eduardo Frei. Matías baja las escaleras y atisba por el vidrio. "¿Se la habrá mandado a hacer así él mismo o la construyó la familia después de que murió?, se pregunta. Un poco más allá está el memorial de Jaime Guzmán, que abarca más de diez metros de largo y cinco de ancho, todo de mármol. Del Río lee casi susurrando: "Amó a Dios y a su Patria". Y se queda en silencio, tocándose la barbilla.
–Me pasa una cosa rarísima con Guzmán– dice. Si era tan inteligente, si era tan pro, si era tan recto. ¿Por qué le prestó sostén ideológico a una dictadura como esa? Me confunde, porque yo confío en que era un buen hombre.
Se dice que ayudó a mucha gente.
Sí, pero no sé… No vio, o no quiso ver. El conductor de Tolerancia cero no se cansa. Camina rápido. Un par de personas lo saludan y uno de los cuidadores le reclama: "Oiga, anda todo desguañangado en la tele, ¡¿cómo se le ocurre leer las noticias así?! ¡Póngase corbata!". El fotógrafo que nos acompaña repara en que la chaqueta que lleva puesta es la misma con que lo fotografío hace 5 años. "Es que me gusta", alega. Seguimos el recorrido. Del Río quiere ver la tumba de Víctor Jara. Para llegar allí hay que caminar unos quince minutos. Las calles van perdiendo el pasto y cada vez hay más polvo. Un imponente muro con cientos de nichos separa aquí el campo santo. Al otro lado, hay tumbas a ras de piso con flores y guirnaldas plásticas, peluches, globos y banderas de Colo-Colo. El sol abrasa. Acá, por cerca de 160 mil pesos, un puede conseguir un nicho por cinco años. Casi la mitad de los que están acá, segun informa un sepulturero, termina en los cinerarios. Los indigentes entran gratis, a los nichos y a los cinerarios. Llegamos a los nichos que las Hermanitas de los Pobres han construido para darles dignidad a los ancianos abandonados. "Qué notables las hermanitas…", comenta. Y un poco más allá, a la derecha, aparece una zona magra, diferente. Entremedio de la maleza emergen solo cruces negras. Es el Patio 29.
Un cuidador advierte de que si bien siguen allí las cruces, los cuerpos de los detenidos desaparecidos fueron trasladados al Memorial en la entrada de Recoleta. Matías camina entre las cruces. Algunas de ellas tienen aun los nombres de quienes fueron enterrados allí, escritos a mano, con pintura blanca.
¿Qué habrías hecho tú en esa época?
No tengo carne de mártir. Pienso en mis hijos y hubiera sido una cucaracha, una rata de cola pelá. Por suerte no me tocó enfrentarme a esa disyuntiva de dar la vida por la causa porque no hubiera dado el ancho. Te aseguro que hay hijos que deben estar orgullosos de sus padres muertos en dictadura, pero también otros con rabia, que los detestan por haber hecho eso. Yo hubiera sido un cobarde. Por eso, quizás, uno es más respetuoso de los valientes, porque uno es cobarde.
Ni buenos ni malos
Seguimos caminando, volvemos a cruzar el muro y nos sentamos a descansar en unos escalones, buscando sombra. Matías sigue hablando entusiasmadamente sobre cómo el cementerio refleja a la sociedad chilena.
En el cementerio, llegan todos, los buenos y los malos, ¿no?
No, todos somos unos hijos de perra y también grandes personas.
¿Cómo?
No creo en hombres buenos y en hombres malos. Todos somos pequeños desgraciados. Siempre tenemos momentos de miseria. Pancho el Malo, a la luz del público, puede ser considerado un estafador, pero puede tener momentos de gran generosidad. Y un líder religioso, que tiene credencial de gran persona, puede tener momentos miserables. O sea, no te puedo explicar lo miserable que soy yo muchas veces, y me avergüenzo de mí mismo. Pero esa es la esencia humana.
¿De qué te avergüenzas, por ejemplo?
Me pregunto mucho hasta cuándo acumulo plata. Me va súper bien y gano más de lo que gasto. ¿Es ético comprar un departamento para arrendarlo cuando hay gente que no tiene qué comer? ¿Es propio de un hombre bueno?
¿Te pesa la conciencia?
Una de mis mayores virtudes es que tengo una sensibilidad súper fina con el dolor del otro. Me siento contento de tener ese talento. Aunque me pasan cosas muy heavy.
¿Cómo cuáles?
Empatizo con los delincuentes, por ejemplo. Pienso que si hubiesen nacido en otras circunstancias, probablemente no habrían delinquido. Me atormenta pensar que he tenido suerte y otros no. Estoy orgulloso de donde nací, pero siento que implica responsabilidad, que es algo que tengo que devolver.
¿Sientes culpa por haber nacido con tus necesidades cubiertas, porque te haya ido bien en la vida, y todo eso?
Sí, siento un montón de culpa. Y me jode ser así. Admiro mucho a la gente gozadora. Yo, apenas empiezo a disfrutar,me pongo a educar. A mis hijos los hago recoger la ropa todo el rato: ¿Crees que tu nana es tu esclava?", y así ando todo el día. Soy jodido. Me carga esa parte de mí, pero tengo la razón.
Tengo entendido que eres católico, ¿no?
Sí, pero me carga esa imagen que se ha armado de mí del "líder de opinión católico", porque está esa idea de que "sabe de todo, es tan bueno y tan católico", como si ser católico fuera sinónimo de ser bueno. Mírame ahora, hablando de ética para salir en una revista, habrase visto. ¿Quién soy yo? Esto de sacar patente de bueno me da mucho susto.
¿Tan molesto estás con tu imagen pública?
No me voy a hacer payasadas para cambiar mi imagen, pero la imagen pública que tengo impone una carga dura. Sicológicamente es difícil.
Derecho a compasión
Llega el momento de irse y Matías propone buscar otra salida "Vamos a otro lugar por si encontramos algo", dice, siempre agitado, curioso. Transitamos por caminos que se cortan, laberínticos. "Es que hay algo que descubrí hace poco", dice Del Río. "Era por acá, ven…". Adelanta el paso y se pierde de vista.
–Matías, ¿dónde estás?
–¡Acáaaa! Ven– grita. Matías ha encontrado el mausoleo de los legionarios y lo muestra como un niño asombrado ante un tesoro escondido. "Dime si no es espectacular". Se queda mirando. En su última visita encontró este muro, imponente, cerrado con un candado que impide ver hacia dentro. Solo cemento color tipo colonial deslavado y el candado que Matías no deja de observar. "El arquitecto que hizo esto es un genio. Es tan decidor: no quieren que nadie vea nada. Igual como ocurre en la realidad".
¿Cómo vives la fe?
Quiero ser creyente pero me cuesta. Voy a misa casi todos los domingos, pero me gustaría ir con más convicción, como antes. Las autoridades de la Iglesia han hecho todo lo posible por ahuyentarnos. No paso por mi mejor momento de fe.
¿Te confiesas?
No. Tengo suspendida el ala terrenal de la Iglesia Católica porque sus autoridades no han dado el ancho. Se respalda a grupos de la Iglesia que parece que no leyeron el mismo evangelio que leí yo. O alguno de los dos leyó uno pirateado. Con el catolicismo tengo serios problemas porque en su Iglesia yo no veo a Jesucristo. Lo que pasó con Maciel, o con Karadima. Acá la frase clave es la del Padre Hurtado: "¿Qué haría Cristo en mi lugar?", y estos gallos se pusieron con el crucifijo por delante, del lado de los victimarios y no de las víctimas.
¿Cómo reaccionas antes eso?
Es vomitivo. No saben pedir perdón. El señor Errázuriz, por ejemplo, a quien voy a suponer bien intencionado y que no sabía nada, cuando se dio cuenta de que se había equivocado, no supo decir: "Perdón, perdón, perdón". Le faltó esa humildad que yo veo en Jesucristo. A mí me hablaron de un Dios que está con los pobres de espíritu, no con los que se sacan fotos para las revistas, que se miden por cuántos empresarios están con ellos, cuántos colegios tienen, cuántos directores de empresas, y si sus hijos están en tu colegio o en el mío. La Iglesia de los poderosos me saca granos. Y una fe que sirve como escudo para la vida real no es verdadera. Es como la democracia tutelada: que no se acerquen, que no vengan…
¿Conociste a Karadima?
Afortunadamente nunca lo conocí y encuentro atroz todo lo que pasó. Pero hoy, en la circunstancia que está, empatizo con Karadima. No con Karadima el que abusó, pero sí con el ser humano. Anda a saber qué pasó con él en su niñez.
¿A qué te refieres?
Es muy complejo lo que voy a decir y seguro la voy a embarrar, pero ¿cuánta libertad tuvo Karadima para elegir el camino que eligió? No estoy defendiendo lo que hizo, me parece asqueroso. Pero ¿cómo habrá sido su familia?, ¿cuántas trancas tiene, cuánta locura? También empatizo heavy con Hamilton, con Juan Carlos Cruz. O sea, después del Tolerancia cero en que apareció Hamilton llevé a Juan Carlos a su casa, quien fue al programa para acompañar a su amigo, y me contó todo lo que le hizo Karadima. Pasó harto tiempo en que me acordaba de eso hasta en la calle, porque era de una crueldad terrible. Hamilton me parece un valiente. Quemó todas las naves y creo que quien debiera agradecérselo y hacerle un proceso de canonización es la misma Iglesia Católica. Pero, volviendo a Karadima, apunto al ejercicio de preguntarnos qué tantas tejas corridas tiene. Una cosa es la justicia y otra es la venganza. Karadima tiene derecho a compasión.
¿Eres consciente de que esto va a ser pésimamente leído?
Pésimamente, pero tengo cuarenta años y no quiero ser el rey feo de la fiesta de curso. No. Un abusador sexual es deleznable. Yo estoy dispuesto a que se le aplique la ley, pero no a pegarle en el suelo. Ezzati fue a verlo y le cayeron todos encima. ¿Acaso no puede un pastor ir a ver a la oveja descarriada?
Hemos pasado mucho rato aquí y no te he preguntado sobre la muerte. ¿Eres de esos que piensan que está detrás de ti?
No, jamás. No vivo perseguido. Así como tengo culpas, no tengo miedos. Los he sacado de mi vida.
¿Y para qué crees tú que sirve la vida? ¿Qué es vivir?
Uy, me queda como poncho esa pregunta. Si hay algo que tengo claro es que creo en las acciones libres de un ser humano y que las consecuencias de esas acciones deban ser pagadas por ese ser humano. Por ejemplo, soy partidario de la eutanasia. No es que me guste, pero no la condeno porque tiene que ver con la acción de un ser humano que conoce su realidad como nadie y, al terminar con su vida, solo él paga por eso. ¿Por qué tengo que obligar a seguir viviendo a una persona que tiene una vida hecha pedazos? Aquí no hay un tercero, como en el aborto, al que me opongo. Soy contrario al aborto por el aborto y a que la mujer diga "Es mi cuerpo". No señor, hay otro cuerpo dentro suyo con los mismos derechos.
¿Te vas a ir al cielo o al infierno?
Supongamos que al cielo. Y tú también. Porque todos hemos hecho algo bueno y, aunque la embarremos, creo en un Dios que perdona y acoge.
¿Te gustaría que te enterraran en este cementerio?
Me gustan mucho los cementerios, pero no quiero estar en uno de ellos porque es como la tozudez, la ignorancia de la limitación humana el querer reproducir en los muertos sus propios cánones. Yo encuentro que si estás muerto ya fuiste. Si me muero atropellado, me tienen que recoger, cremar, lo que quieran y punto.
¿Y qué diría tu lápida?
"Aquí están las cenizas de Matías del Río un ciudadano de bien, que no le hizo mal a nadie pero tampoco le ganó a nadie".
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