Disney estrenó hace un mes su última película de animación titulada Luca. En ella -y esto no es spoiler porque es la premisa de la cinta-un niño del mar, cuyos padres siempre han sido estrictos con respecto a no subir a la superficie, es animado por otro niño para salir a la playa, y de ahí hacia un pueblo italiano donde vivirá increíbles aventuras y descubrirá mucho sobre sí mismo. Sin duda, el haber salido del agua es lo que motiva todos los aprendizajes que vienen, y que llevan al protagonista a confirmar lo que sospechaba: Los temores y las prohibiciones de sus padres no tenían sentido en realidad.
¿Hizo bien Luca al desobedecer a sus padres saliendo a la superficie? La película da a entender que sí, lo que podría llamar la atención de papás y mamás que la ven con sus hijos e hijas por primera vez. Porque es distinto a lo que pasa en La Sirenita, donde la desobediencia trae más problemas y dificultades que otra cosa. La pregunta entonces es: ¿Cuándo está bien que los niños y niñas sean desobedientes?
“La desobediencia podría ser útil para niños y niñas, en cuanto comprendemos que al nacer, los bebés son seres completamente dependientes de la madre y del padre, o de sus cuidadores, de quienes van aprendiendo de a poco lo que implica estar vivos. Aprenden que tienen un cuerpo con límites, único, y que les permite sentir sensaciones. Que nuestras emociones nos enseñan cosas, que podemos desarrollar habilidades y que las posibilidades son distintas para cada uno”, dice la psicóloga clínica infanto junvenil, Camila Garrido.
Y agrega: “En este sentido, es necesario ir saliendo progresivamente de esa etapa de dependencia absoluta, para ir adaptándose a las exigencias de vivir; participar del mundo social y comunitario, tener amigos y amigas, ir al colegio, aprender a seguir reglas y tener un sentido de pertenencia. Y la salida de esa dependencia absoluta tiene que estar habilitada por los padres o cuidadores. Pero cuando esto no sucede, y son sobreprotectores o coartan sus habilidades de conexión con el mundo externo, ese niño o niña va perdiendo la posibilidad de conocerse en la adversidad, la felicidad y el goce, y en ese sentido se valida la desobediencia, como un espacio autogestionado de vivencias que le permiten conectarse con sus gustos y deseos, experimentar y conocerse a sí mismo en la experiencia. En otras palabras, ser espontáneos”.
Según la especialista, es a través de esta desobediencia que pueden desarrollar la autonomía y autodeterminación en sus experiencias. “Aprenden a resolver por sí mismos, que pueden pedir ayuda, a conectarse con otros de forma genuina, y aprenden de sus errores y sus aciertos”, explica, y suma: “Poco a poco, aprenden también que las reglas existen por algo, y que a veces es mejor obedecer que desobedecer y ponerse en riesgo”.
Es importante destacar, eso sí, que poner límites es responsabilidad de padres y madres, en cuanto estos tienen la finalidad de protegerlos. Pero no siempre es evidente dónde establecerlos sin limitar a niños y niñas en su desarrollo. “Nadie nos enseñó a ser padres y madres y nadie nos dice cómo hay que llevar a cabo el cuidado de otra persona, teniendo en cuenta que el contexto siempre es cambiante y distinto, los años pasan y las formas de hacer las cosas cambian también. Entonces lo más importante es participar de círculos sociales con otros padres, madres y cuidadores, en los que podamos ir conociendo y compartiendo sobre los problemas y las otras realidades, resolver dudas, comentar estrategias y estar abiertos a aprender”. La especialista hace un llamado a conocer el mundo interno de hijos e hijas, permitirles autonomía, que desarrollen sus gustos y respetar su diversidad, enseñándoles cuáles son sus derechos.
Y por sobre todo, la psicóloga invita a poner límites desde la empatía y desde el amor: “Así van comprendiendo que detrás de los límites hay una persona que siente preocupación, miedo, nervios, y que con esa información ellos pueden decidir si hacen o no lo que quieren hacer, entendiendo que esto tendrá consecuencia en otras personas. Y padres y madres tienen que trabajar la empatía con sus hijos y establecer una relación de confianza, para que se den acuerdos, teniendo en cuenta el momento del ciclo del desarrollo del niño o niña”.
“Es fundamental desarrollar una relación basada en la confianza con hijos e hijas, para que puedan plantear sus dudas, tener acceso a nosotros de forma emocional y psíquica, para poder sostenerlos en sus miedos e inseguridades del día a día, dándoles la seguridad de que ellos también pueden resolver por sí mismos”, destaca Camila.
Por otro lado, en una columna publicada en GuíaInfantil.com, la psicopedagoga María José Roldán, encuentra una justificación a la desobediencia en el aprendizaje natural de niños y niñas: “Un niño pequeño no tiene maldad como para desobedecer a sus padres de tal manera que lo haga premeditadamente, si desobedece es posible que lo haga porque algo en su interior le dice que siga aprendiendo”. Lo que recomienda, más que forzarlos a obedecer ciertas órdenes, es entregarles lineamientos y guías, para que puedan moverse dentro de ellas, con opciones para que puedan, de forma autónoma, tomar el camino correcto.
Y agrega: “Si dejas que los hijos que sean capaces de tomar sus decisiones respecto a sus actos y les ayudas a tomar el camino correcto, te darás cuenta que crecerán con una mayor autoestima, sabrán tomar decisiones en el futuro y sabrán decir que no cuando tengan que hacerlo”.