Existe un temor primitivo en nuestro subconsciente por los mundos que están bajo tierra, desde las cavernas hasta nuestro propio interior. Lo subterráneo representa lo que está oculto, el espacio de lo desconocido. En la mitología clásica las bestias se esconden en las profundidades, y, como dijo Platón, sólo en la superficie nos espera el conocimiento. Con un salto sobre un torniquete. Así fue cómo, hace unas semanas, un estudiante inició el proceso de transformación más intenso que ha vivido nuestro país desde la vuelta a la democracia. Es sabido que el impulso de ese salto, tal como sus consecuencias, no respondía únicamente al alza del pasaje del metro. Pero que esta revolución haya comenzado en el sistema de transporte subterráneo no es casual, ya que los estallidos sociales no ocurren de un momento a otro: su fuerza se acumula a lo largo del tiempo y la mayoría de las veces son justamente de abajo hacia arriba. La erupción de las demandas ciudadanas por igualdad, justicia y transparencia vinieron desde lo subterráneo y surgieron con fuerza hacia la superficie.
Estas consignas por igualdad social nos hicieron sentir, en mayor o menor medida, parte de algo más grande. Pero incorporar estas premisas como parte de nuestro discurso puede ser una distracción a la necesidad de tomar acciones políticas y colectivas inmediatas. En algún nivel todas hemos sido parte de lo que ha ocurrido en nuestro país desde el viernes 18 de octubre. Todas nos hicimos conscientes de una realidad más allá de nuestro ámbito individual. De hecho, según una encuesta realizada durante el 22 y 24 de octubre por la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Católica de Temuco, el 94% de los consultados está a favor de las demandas sociales exigidas en la calle, mientras que solo un 2% está en contra. Pero ¿qué viene después del estallido?
Las crisis vuelven visible lo invisible y nos ubican súbitamente en una posición de cuestionamiento personal en relación al otro. Y es que no hay revolución que no surja desde el interior, así como no hay estallido exterior que no repercuta a nivel personal. La psicóloga clínica Evelyn Hadad explica que, tanto a nivel individual como colectivo, lo que estamos viviendo es un proceso en el que recién nos encontramos en las fases iniciales de un camino más largo. "Vivimos en una cultura de gratificación inmediata; a menos que la legislación cambie al día siguiente tendemos a pensar que la protesta ha fracasado. Evidentemente esta reconstrucción también tiene ciertas fases. No es un proceso rápido ni inmediato, porque las personas a nivel psicológico y emocional no operamos así", aclara la especialista.
¿Pero cuánto tiempo hay que esperar para materializar lo que en un comienzo corre el riesgo de quedarse solamente en un fervor efímero? "Si la toma de conciencia no va acompañada de acciones concretas sostenidas en el tiempo, termina siendo sólo una sensación. Las acciones las vamos a tener que pensar cada uno de nosotros. Porque estamos llamados a revisar y luego actuar consecuentemente", dice el filósofo Eduardo Fermandois. En un proceso individual los plazos dependen de cada persona, sin embargo "al hablar de un proceso social como el que vivimos, donde hay miles de personas implicadas, no se puede precisar el tiempo. Casi parece una lucha entre quienes se cansan y quienes logran aguantar", agrega Hadad.
La pregunta que subyace es cómo generar desde adentro un cambio profundo capaz de desestabilizar el sistema que se busca cambiar. "La doctrina neoliberal no sólo se ha implantado en el ámbito económico, sino que sobre todo ha calado hondo en la mente de las personas, incluso en aquellas que se ven perjudicadas", dice Fermandois. "Se trata, en el fondo, de una manera de organizar nuestras vidas, de ver a los demás, a la naturaleza y a nosotros mismos. Es, en definitiva, una forma de vida. Una forma de vida profundamente injusta para la inmensa mayoría, y una forma de vida, además, profundamente estúpida en la medida en que no nos hace más felices. Tomar conciencia de esto último quizá sea la tarea más desafiante que tenemos por delante".
Lo que al parecer se está dando es que están confluyendo múltiples maneras de luchar contra un sistema imperante, pero desde el entendimiento que somos actores claves de ese sistema. "Hay una manera de luchar que es desde el estallido y tiene que ver con la efervescencia e inmediatez. Se podría decir que esta forma es menos crítica y se enfoca en las demandas que están en explosión, como la desigualdad material y falta de reconocimiento. Y hay otra lucha que es más procesual, menos visible, pero que lleva mucho tiempo gestándose. Esta lucha tiene una carga ideológica fuerte y busca cambios estructurales", explica el investigador del CEDER de la Universidad de Los Lagos, Juan Pablo Paredes.
Según Paredes, esto es propio de todos los movimientos sociales, los que en una primera instancia suelen nacer desde un desencanto con la política tradicional, pero en una segunda etapa, de manera orgánica, tienden a recurrir a nuevas maneras de hacer política, de formas autoconvocadas y desde lo colectivo. Esto se evidencia con las iniciativas que se han dado estos días, tales como las asambleas ciudadanas, cabildos abiertos, e incluso la apropiación de espacios públicos en pos de instancias reflexivas. "Lo que está pasando es que se volvió a hacer política en el sentido griego: desde la auto organización. Se están dando formas sub políticas de crear vínculos en torno a problemáticas que antes se abordaban de manera individual. Esto reconfigura la sociedad civil, que en Chile había quedado invisibilizada después de la dictadura".
El viernes 18 de octubre Santiago pasó en pocas horas de ser una capital supuestamente funcional a una ciudad paralizada por protestas. Se volvió visible en la calle lo que antes estaba bajo la superficie. Miles de personas salieron a manifestarse mientras se empezaban a configurar las demandas paralelas al incremento del pasaje del metro. Este remezón social, que inició con el alza de $30 en el pasaje, dio paso a una toma de consciencia colectiva. Hadad explica que una vez que hemos tomado consciencia "somos capaces de sanarnos, de identificar lo que no nos gusta, lo que nos hace daño. Y esa es la manera de avanzar hacia lo que queremos. El primer paso tiene que ver con abrir los ojos desde una zona más íntima y profunda; un segundo paso requiere observar lo que está pasando afuera y el último paso, que es el más complejo, es cuando se está en condiciones de cuestionar las barreras, las defensas, los prejuicios y las actitudes que te dicen erróneamente que es mejor aguantar que cambiar, porque el cambio no es tan fácil".
Los especialistas concuerdan que es posible que la sociedad vuelva a su cauce anterior y que cada día sea, en los actos, más o menos lo mismo que era antes del estallido. Sin embargo, el sociólogo de la Universidad de Chile, Manuel Canales, afirma que si bien se puede volver, no será de la misma manera. "Quizás el consumo actual, o la promesa de tener más, ya no va a brillar tanto ni va a ser nuestra principal aspiración. Creo que se podría volver en superficie a la supuesta normalidad, pero ninguna sociedad es la misma después de que ha sido analizada, deconstruida y des imaginada".
"La toma de conciencia nunca se acaba", agrega Fermandois. "Forma parte de un proceso que, como sujetos proactivos, hemos de continuar extendiendo y cultivando mediante acciones concretas. Me parece correcto apuntar a un asunto de actitud, que nunca se reduce a una suma de opiniones. Cuando hablamos de una actitud frente a una materia, situación o persona, no nos referimos únicamente a creencias u opiniones que alguien mantiene de un modo explícito y argumentado; se trata de algo menos nítido en su perfil, pero más gravitante en sus efectos. Modificamos fácilmente una opinión cuando se nos presentan evidencias que la desmienten, pero cambiar de actitud es algo mucho más profundo e integral, y un par de evidencias o razones nunca resultarán suficientes. Uno no cambia de actitud como se cambia de ropa, y por eso adoptar una perspectiva distinta tiene siempre algo de conversión. Ese es ahora el desafío".