El beso es sin duda uno de los actos que más liberan oxitocina en nuestro cuerpo, la hormona asociada la afectividad, el tacto y la ternura. Pero no siempre es sexual: tiene distintas connotaciones y demostraciones según su contexto.

Aunque los primeros registros que se tienen de besos son de 2500 a.C en India, gracias a las imágenes esculpidas en los templos de Khajuraho, se cree que nuestros primeros antepasados homínidos ya se besaban como demostración instintiva de afecto de la madre hacia su cría. La succión, pasarse la comida a través de la boca y olerse eran parte de las relaciones primarias. El Kamasutra, del siglo III d.C, es uno de los textos más antiguo que habla de esta práctica desde el plano sexual y distingue los besos nominales, donde los labios apenas se tocan; los palpitantes, en donde solo se mueve el labio inferior; y el tocamiento, con labios y lengua.

La terapeuta y especialista en sexualidad, Raffaella di Girolamo, cree que es importante darle relevancia al beso en los espacios cotidianos para evitar abusos y situaciones de incomodidad, pero al mismo tiempo practicarlo en el plano de seducción dentro de la pareja e integrarlo a nuestro propio placer erótico. "En el día del beso es súper importante darle prioridad a ese espacio, que muchas veces se nos olvida", afirma.

¿Qué tan relevante es el beso en nuestra vida afectiva?

Muchas veces el beso en distintas culturas y lugares tiene que ver con la demostración de afecto y confianza, con el vínculo de nuestras amistades y el respeto, pero también puede llegar a ser incómodo y abusivo, sobre todo en sociedades como la chilena, en donde a veces se impone como una obligatoriedad y no se ve como un espacio de afecto. Es importante darle el significado que tiene cada beso: los pololos se dan besos en la boca, pero los hermanos no. Darle un estatus y una relevancia mayor ayuda a evitar los abusos y la transgresión de límites.

¿Cómo los besos determinan nuestro vínculo de pareja?

Muchas veces pasa que las parejas limitan el beso solo al espacio erótico y empiezan a evitar estas demostraciones de afecto por la presión a que derive en un encuentro sexual. Pero el beso es un espacio íntimo y de placer cotidiano, de sentir la calentura de los labios y los fluidos. Es un espacio muy rico y placentero. Muchos recuerdan el primer encuentro sexual con su pareja, pero se olvidan del primer beso. Y es lo más determinante en el vínculo: es la primera vez que las parejas conectan. Es muy difícil que te guste una persona y que el beso no sea rico. Aunque es relevante, en la historia de las parejas casi es como un adorno, un gesto de "hola y chao". Hay besos en la boca y en el cuerpo, besos con abrazo, sin abrazos, con lengua, sin lengua. Puede ser solo un contacto, puede ser parte de la rutina, pero es importante que la rutina no se trague el erotismo que conlleva besarnos.

¿Cómo trabajas esto en tus terapias de pareja?

Intentamos darle protagonismo de nuevo, verlo como un lugar donde uno puede volver a erotizarse y sentirse, donde se puede generar una instancia nueva, retomar un lugar y generar confianza. Un beso porque sí, porque uno se va a abrazar, porque es rico y porque nos queremos.

En tiempos de aislamiento social, donde muchas mujeres están practicando el sexo virtual y el autoerotismo, ¿qué pasa con los besos? ¿Se puede rescatar igual esta práctica?

Los besos también son material para el autoerotismo. Puedo recordar un beso erótico que tuve con alguien y auto erotizarme, pasarme un hielo por la boca, tener contacto con mis labios, chupar mis dedos, pasarme la lengua por partes del cuerpo, hacer ruidos con la boca, gemir, activar mi sentido del gusto, besar mis manos, hacer presión con los labios. A través de los sentidos y con cosas sencillas en nuestras casas también podemos conectar con los besos.

¿Crees que el aislamiento físico que vivimos y dejar de besarnos puede afectar nuestra empatía hacia los demás?

Creo que ha sido al revés. Si hay algo que ha hecho el aislamiento es que la gente se llame más y deje los mensajes cortos por WhatsApp. Tal vez no ha aumentado el contacto de besos, pero sí el visual. La gente quiere mirarse, sentirse. La gente habla más, se pregunta por la vida, se ha vuelto un espacio de vínculos humanos súper bonito. De alguna forma, el aislamiento nos ha recordado lo necesario que son los vínculos.