Hace un más de un mes que he estado leyendo a Rut Nieves y Breene Brown. Ambas dedican gran parte de sus escritos a la importancia de valorarnos y querernos a nosotras mismas y plantean que el amor propio es una parte importante de lograr creer en ti, de ser auténtica, de poder querer al otro y, sobre todo, de sentirte suficiente y valiosa simplemente por ser tú. Cuesta imaginar que quererse a uno misma sea tan importante. Y es que a través de la historia nos han enseñado que lo más importante es querer y cuidar primero a los otros, porque querernos a nosotros es visto como algo egoísta o propio de un narcisismo empedernido. ¿Por qué el amor propio y el amor a otros tendrían que ser opuestos? ¿Por qué tendría que ir uno antes que otro? ¿Acaso no puedo entregar amor pleno y al mismo tiempo quererme a mí misma?

Llevamos décadas cuidando, queriendo y amando a los otros. Es un sentimiento y vivencia que sale mucho más natural y propio del ser humano. Amar a nuestros hijos incondicionalmente no es algo que pase por la racionalidad, simplemente sentimos ese amor, al igual que el amor que sentimos hacia nuestros papás, amigas o pareja. El amor y cuidado al otro se da sin cuestionamientos, sin embargo, el amor a nosotros mismos es cuestionable y necesitamos de nuestra cabeza para llevarlo a cabo. A ratos nos resulta tan difícil sentirnos valiosas y queribles. Siempre tenemos una excusa para no hacerlo, para dejarlo para otro momento. "Cuando esté más flaca", "cuando me case", "cuando consiga ese trabajo importante", "cuando sea mamá", "cuando consiga el éxito". Pero necesitamos poner nuestro amor propio en marcha. Tenemos que sentirnos seguras. Saber que somos suficiente y valiosas sin condiciones.

Breene Brown, investigadora norteamericana, plantea que "practicar el amor propio significa aprender a tratarnos con respeto, a confiar y ser amables y afectuosos con nosotros mismos". También significa ser auténticas y aprender a mostrarnos en nuestras imperfecciones para sentirnos queridos tal cual somos. Sin condiciones. Nos sale tan fácil consolar a nuestras amigas o alentar a nuestros hijos cuando se equivocan. No les exigimos ser perfectos y les damos espacio para ser auténticos, para ver los errores como aprendizajes y para ser compasivos y contenedores. Sin embargo, con nosotras aparece la autocrítica, la necesidad de mostrarnos bien en todo momento, la dificultad de pedir ayuda y de cuidarnos. Si nos trataramos como tratamos a los que más queremos, nos estaríamos valorando y queriendo, lo que permitiría que nos sintamos mucho más plenos, sin la necesidad de pedirle al otro lo que a mí me falta: cariño conmigo mismo.

"Lo mejor que podemos hacer por nuestras relaciones con los demás es ser más conscientes de nuestra relación con nosotros mismas. No se trata de un acto narcicista. A decir verdad, acaba siendo el mayor acto de amor hacia el otro. El mayor regalo que podemos hacerles a los demás es nuestro mejor yo. Así, paradójicamente, si queremos hacer un buen servicio a la relación, estamos obligados a afirmar nuestro viaje individual", dice James Hollis. Amarse a uno mismo es vital y una prioridad para poder amar y cuidar a los otros. Si no nos queremos nosotras ¿cómo llegaremos a sentirnos queridos? Y si no nos cuidamos, ¿cómo podremos cuidar a nuestros seres queridos si no tenemos las energías necesarias? El autocuidado y amor propio son escenciales para poder estar disponibles hacia el otro. Es por eso que en el Día de los enamorados los invito a que nos regalemos amor a nosotras mismos, y ojalá en grandes cantidades.

María José Lacámara es psicóloga infanto juvenil, especialista en terapia breve y supervisora clínica. @joselacamarapsicologa