"Soy de Viña del Mar, pero me vine a Santiago en 2006. Soy profesora de Artes visuales, pero cuando llegué trabajé en cualquier cosa; nunca ejercí mi profesión. No me agradan los colegios, así que me metí a estudiar sólo para aprender arte. Quise pedagogía, eso sí, porque arte por sí solo me pareció algo muy amplio.
Llegué a Santiago sabiendo que nunca iba a ser profe de colegio. Trabajé cerca de cinco años estable, con jefe, pero eventualmente me cansé de trabajar en algo que no estuviera relacionado al arte. Ya no quería estar frente a un computador todo el día y renuncié. Empecé a hacer cosas diferentes. Siempre había hecho manualidades y las vendía, aunque no tuviera ni un peso; aritos y tejidos, hasta que hace tres años descubrí la cerámica. Soy muy dispersa, entonces generalmente cuando hacía algo me aburría, pero este es un oficio tan amplio, que fue imposible. Si quiero, puedo trabajar un rato en maceteros; si ya me aburrió, me pongo a hacer tazas; si me cansé de las tazas, me pongo a hacer anillos. Las posibilidades son infinitas.
Me di cuenta de que la gente valora muchísimo los trabajos en cerámica. Como no puedes llegar y hacerlo en tu casa, y como la mayoría de las personas desconocen el proceso, se vuelve interesante a los ojos. Ha habido como una explosión de este oficio, entonces ahora hago clases y siempre hay gente interesada. Participo en ferias y me hacen hartos encargos, así que me mantiene muy ocupada. Es algo tan minucioso, que incluso deja de importarles tanto cuánto cuesta. Lo compran por lo que es, y porque les gusta. Ese sentimiento, ese valor, es increíble.
El lugar en donde trabajo es un centro cultural llamado Plan Sofá. Hay talleres, tiendas y oficinas, pero también se arrienda para hacer clases, eventos o matrimonios. Llegué en 2013 con mi pololo, con quien nos hemos ido moviendo dentro de este espacio. Es genial trabajar con más gente. Yo soy muy ermitaña, tengo pocos amigos y estuve mucho tiempo trabajando en mi casa. Pasaba semanas, incluso, encerrada sin salir. Cuando era consciente de ello, le decía a mi pololo "Víctor, suficiente, es hora de salir al mundo". Acá, en cambio, estoy obligada a compartir, porque es muy fome estar todo el día en soledad. La cerámica de por sí es solitaria, pero estar encerrada no nutre nada. Acá hacemos colaboraciones con amigos y nos compartimos conocimiento de nuestros oficios.
Trabajo con horario de oficina. Me obligo a venir todos los días, porque sino no avanzo. Hay que ser organizado, como con cualquier otro oficio; hay días en los que salgo temprano, pero otros en los que me voy a las diez de la noche. Cuando ando dispersa, me voy a pasear. Podría decir que casi vivo aquí, porque solo llego a dormir a mi casa. Es muy entretenido.
Siempre me ha gustado trabajar con animales, a quienes dibujo realizando tareas de humanos. Suena como si fuera un ogro, pero la realidad es que no me agradan mucho las personas. Me cuesta dibujarlas. Tal vez es un poco inocente y tengo algo de Peter Pan, pero a mis clientes les gusta. Traté de trabajar otras formas, pero siempre me terminaban saliendo animales, así que ya me dejé ser. Es lo que hago, y lo que hago bien.
Ivonne Chacana es ceramista y trabaja en el Centro Cultural Sofá, en donde hace clases y vende sus objetos.