Diego Muñoz es como Clint Eastwood, quien construyó su fama hollywoodense haciendo películas de pistolero y hombres recios hasta que un día mostró lo que tenía en su cabeza cuando dirigió Los imperdonables.
El reconocido director Alejandro Goic compara a Diego con Clint. Goic conoció al joven actor chileno en la obra de teatro Criminal, que dirigió el año pasado. Dice que Diego tiene temple de artista. Que es un tipo inteligente y no un actor sumiso. Que le interesa la tribu en la que está metido: Chile. Y que para entenderla, investiga, lee y se informa.
Goic enfoca mejor el retrato de Diego:
–Sigue el camino de Eastwood, a escala nuestra, a la medida de la provincia despavorida y funeral que somos. Eastwood vivió con dignidad, resolvió la subsistencia –que es muy complicada– y luego creó una obra de arte con toda la experiencia y el dinero acumulado en su vida. Diego esperó –tal como Clint– a estar en una situación de poder para sacar a relucir su alma.
Y hay más:
–Diego es solitario. Parece que sufriera de un egoísmo brutal, pero sucede que su arte es prioridad. Su obra le importa más que la pareja y la familia. Le cuesta creer en sí mismo, quererse. Diego es un alma grande, un niño noble que quiere regalar belleza y prefiere estar solo.
Este solitario tiene 32 años y es el flamante director creativo del área de ficción del Centro Mori. Lleva diez años actuando en películas (Dos hermanos, Sábado, Malta con huevo, La vida me mata); obras de teatro (Boeing Boeing 2001, Paisaje roto, Splendid's y Criminal) y teleseries (Cerro Alegre, Corazón pirata, Machos, Hippie, Gatas y tuercas, Charly Tango y Lola).
Diego, en pinta de rock star con maletín de oficinista, baja las escaleras del Teatro Mori, escenario donde su compañía, Los Ventura, integrada por Nicolás Saavedra y María Elena Swett, está presentando la obra ¿Estás ahí? Es la primera vez que Muñoz dirige.
Diego crea. Trabaja. ¿Y su alma? La tiene encerrada en un tupperware: vive solo, no tiene pareja ni hijos y apenas puede se escapa en moto a los cerros o al césped del Country Club. Allí llena, uno a uno, en cuatro horas, los 19 hoyos de la cancha de golf, vestido de polerita con cuello y zapatos blancos ad-hoc. Hermético, no revela los detalles de los conflictos que resolvió la única vez que ha ido a la psicóloga, una señora que lo recibía en su departamento.
–Es un crecimiento mío, sólo mío– dice fumando, evadiendo.
¿Te hizo bien esa terapia?
Ella fue muy buena onda. Me mostraba su pieza, sus decorados, la cabecera que había comprado no sé dónde y que tenía escenas del Kamasutra. Yo en mi sitio y ella en el suyo.
¿Qué conflictos trabajaste ahí?
Personales.
¿Te da pudor hablar de ellos?
Bastante.
Todos tenemos un lado oscuro.
Pero yo no mostraré el mío.
Tanto fuma Diego –hay estelas de humo en todo el subterráneo donde ensayan–, que dan ganas de fumar aunque uno nunca haya fumado.
Diego, con este olor yo también quiero fumar.
Eso se llama transferencia. Es un fenómeno psicológico que sucede entre psicólogos y pacientes que se involucran de tal manera que terminan traspasándose información de un lado a otro.
El nombre completo de la anterior obra de Los Ventura –en la que Diego actuaba junto a Pancho Reyes y Mariana Loyola– es Criminal, una pequeña tragedia acerca de una transferencia contra transferencial. En ella ocurrían cosas entre la psicóloga y el paciente.
¿Me das un cigarro?
Por suerte los ha perdido.
Porfiado
–¿Dónde están los cigarros que acabo de comprar?
Se agarra la cabeza.
Nicolás Saavedra, su amigo desde la época del colegio, dice que a Diego siempre se le pierden las cosas. Que es desorganizado, pero que para dirigir ¿Estás ahí? ordenó el panorama, armó listas y cumplió todas las tareas de dirección sin dejar de memorizar las escenas de la teleserie Lola –que ya lleva más de 200 capítulos–, cuya protagonista es mujer ahora, pero que antes era hombre. Toda esa revoltura en una misma cabeza.
Como Diego no quiere ahondar en los conflictos de su psiquis –esos que se supone resolvió en terapia– buscamos en otras bocas. Como la de su amigo Saavedra:
–A Diego dirigir le ha hecho muy bien. Se ha puesto disciplinado, vibra con lo que hace. Nunca lo había visto tan contento.
¿Estás ahí? es la obra más reciente de Javier Daulte, un exquisito autor teatral argentino que escoge con pinzas a quien cede los derechos de sus piezas. Se convenció de dárselos a Los Ventura cuando vio Criminal grabada a tres cámaras de video e interpretada magistralmente por la compañía.
Partieron ensayando en el departamento de Diego.
–Era mejor hacerlo ahí, porque no entraba ni salía nadie. Estábamos totalmente tranquilos. Solos. En silencio– describe Saavedra.
En la muralla del living, Diego pegó una línea de tiempo con los hitos de la obra, pero a medida que avanzaban los ensayos se dieron cuenta de que cada día se les hacía más difícil seguir el hilo.
¿Por qué, si se supone que debiera ser cada vez más fácil?
Contesta Diego, el director:
–Porque hace cinco meses, cuando empezamos, no éramos los mismos. Los cuerpos cambian a cada rato, el ensayo es un proceso vivo, que muta.
Diego quería que sus compañeros no actuaran las escenas, que sintieran de verdad que eran Fran, el aprendiz de mago, y Ana, la estudiante de Oftalmología –una pareja joven que se acaba de mudar a un departamento decadente donde habita un fantasma– que protagonizan la obra.
–O era de verdad o no lo hacíamos. Así fuimos dando con los personajes– explica Diego.
En la obra, Ana, interpretada por María Elena Swett, dice: "Te odio Fran. Te odio tanto. (silencio). Te amo tanto. No sé cómo decirlo… Practicas trucos de magia y animas fiestas, ¿pero eres un mago? ¿Eres un mago de verdad? Fran, en serio te lo pregunto, no para que te sientas mal (…) Yo tampoco sé si la Oftalmología es mi vida (…)".
Cuando Fran, interpretado por Nicolás Saavedra, enfrenta al fantasma, Diego quería que Nico sintiera su presencia. En un momento, Fran se dirige al espectro: "Ana pregunta si usted quiere algo de comer. Si quiere cereales. Cornflakes. (silencio), (al teléfono) (…) Ana quiere saber si quiere hablar con ella. Por teléfono".
Diego resume el espíritu de la obra: "En síntesis, busca respuestas a la pregunta '¿Estás ahí?', que quiere decir: '¿Me ves, de verdad me conoces, me escuchas, me entiendes, tienes idea de quién soy y qué quiero?'. Eso es lo que quisimos resolver en el montaje".
Fuera de la delicada tarea de contestar esa pregunta, sus funciones de director incluyen preocuparse de detalles más superfluos, como el afiche de promoción y el archivo PSD, que no tiene idea qué es, pero que debe aprender a usar lo antes posible.
–Tengo a mi cargo tareas cotidianas y otras muy poco pedestres, como llegar a la verdad de la escena, a la que aún no hemos llegado después de miles de ensayos. Y tenemos que hacerlo. Soy bien llevado de mis ideas: voluntarioso, porfiado. Quiero que todo resulte a mi pelo y como no todo puede ser como quiero, a veces me frustro.
¿Cómo te sacas el trabajo cuando se acaba el día?
No me lo saco, gracias al cielo.
Por gusto
Estos dos años de Lola han sido para Diego una temporada de bigotes, requisito estético para interpretar al jefe de la agencia de publicidad donde trabaja Lola, ex Lalo.
–Me sacaría los bigotes ahora mismo. Lola fue como pasar de curso, pero estar obligado a seguir usando suspensores, uniforme y corbata. El bigote me tiene chato, debo confesarlo. Lo primero que hice cuando terminé de grabar la primera parte fue afeitarme. Y cuando me llamaron para continuar con la teleserie, tuve que volver a dejármelos crecer– cuenta, fumando, enfundado en su chaqueta de cuero, moviendo nerviosamente sus zapatillas Nike.
Aún así, la tele no le da urticaria.
–Yo no combato la teleserie con teatro. No es mi antídoto ni mi purgante. No me saca una alergia, porque no le tengo alergia a la tele. La tele implica una gran demanda física. Hay que saber poner el hombro desde las ocho de la mañana hasta las siete de la tarde. Y aún así, nos confundimos todos, porque genera aburguesamiento, tranquilidad y flojera. Es muy cómodo cumplir con un horario y con ciertas escenas y que ¡bum!, te lleguen los medios. O que ¡bum!, te tropiezas y sales en los diarios. Yo podría decir: "Viejo, tengo mi pega de la tele y después de mi pega, como todo el mundo, me voy para la casa, al gimnasio o al happy hour del pub". Pero no. Los Ventura, después de grabar Lola, nos venimos a ensayar a este subterráneo del Teatro Mori. Se apaga la tele y seguimos trabajando, ensayando e invirtiendo nuestra plata y nuestra energía. Lo mejor de todo es que nadie nos obliga. Lo hacemos por gusto.
Cerca del escenario encuentra su paquete de cigarrillos. Su mánager se lo pasa en la mano. Diego vuelve a dejarlos por ahí. Saluda a la pasada a una persona que lo espera y va directo hacia la escenografía recién montada para la obra, que se ciñó estrictamente a su petitorio: Un departamento penca. Y eso es lo que se ve arriba del escenario: un departamento penca. El papel mural está despegado y los muebles están dispuestos sin orden ni desorden: sin actitud. Diego repasa cada uno de los detalles de su petitorio: "Que la luz no llegue directamente, que los apliques no tengan diseño de vanguardia, que los muebles no brillen, que todo trasunte mediocridad". Se sube a las butacas del teatro para mirar desde la perspectiva del espectador. Enfoca la escena con una cámara de fotos que saca del bolsillo de su chaqueta.
Antes de obturar, comenta ante los técnicos de luz y sonido:
–Bellísimo. Esto está bellísimo.
Y tan penca al mismo tiempo.