En griego, la palabra dieta significa modo de vida y hace referencia a comportamientos saludables que mantienen en equilibrio la salud de las personas. En la actualidad, este concepto tiene varias interpretaciones y se asocia a muchos significados: la alimentación regular de una persona, la prescripción de modificaciones en la alimentación para mejorar alguna enfermedad específica, o bien, se asocia a un régimen de alimentación que restringe alimentos con el fin de perder peso.
“Y es a este último concepto al cual nos referimos cuando hablamos de ‘dieta restrictiva’”, comenta la nutrióloga Magdalena Farías. Es decir, a un plan de alimentación en el cual se prohíben ciertos alimentos o se restringe la cantidad de otros, con la finalidad de lograr una baja ingesta calórica, logrando así la deseada pérdida de peso. Sin embargo, se ignora que este tipo de dietas puede tener repercusiones en la salud de las personas.
Según explica la especialista, la alimentación es un proceso estrechamente regulado por hormonas y señales que determinan el comportamiento de comer, la percepción de apetito, el antojo por algún alimento, el rechazo por otros y la saciedad. Y cuando alteramos alguna de estas señales ignoramos nuestro apetito y nos forzamos a no comer, lo que conllevará a que el cuerpo active conductas compensatorias que determinan que en un cierto período de tiempo experimentaremos más hambre y más ansiedad por comer dicho alimento.
“Así lo han demostrado estudios clínicos como uno que a mi me encanta hacer referencia, donde somete a dieta restrictiva a un grupo de individuos que se les pide bajar de peso, para luego realizar algunos análisis. Los investigadores señalan que luego de la restricción calórica, los individuos presentan una mayor preocupación por la comida, mayor percepción de apetito y menor saciedad, que antes de comenzar el estudio. Estos cambios fueron acompañados de alteraciones en ciertas hormonas intestinales como una disminución en el GLP-1 (hormona que genera saciedad) y un mayor nivel de Grelina (hormona que genera apetito)”, explica la especialista.
Además, suele suceder que las dietas restrictivas parecieran funcionar en un principio, pero rara vez tienen resultados favorables en el largo plazo. Según explica Magdalena, cuando una persona pierde peso pasa algo interesante: disminuye una hormona que genera el tejido adiposo, la Leptina. “Cuando la Leptina está baja, inmediatamente el hipotálamo se encarga de inclinar las señales hacia un mayor apetito, menor saciedad, menor gasto energético y el resultado es la fácil y rápida recuperación del peso perdido, llamado efecto rebote. Entonces llega a mi consulta un paciente que recuperó todo el peso perdido, con una gran carga de culpa y frustración”.
Frente a esto, y por los distintos efectos que pueden provocar este tipo de alimentación, para la doctora, más allá de restringirse y hacer dietas que harán pasar malos ratos, lo importante es aprender a comer sano como un estilo de vida, así como también incorporar la actividad física en nuestra rutina. En el caso de los pacientes afectados por la obesidad, sugerir la ayuda profesional en vez de recomendar ‘dietas milagrosas¡.