El discurso feminista que esconde Westworld
Westworld es una de las series más violentas, brutales y desconcertantes que ha hecho HBO, pero también −y quizás por lo mismo− resulta tan interesante encontrar pistas que nos hablan de un potente discurso feminista escondido en su historia. ¿Cómo es posible que una producción que recrea masacres de pueblos originarios, nos muestra hombres millonarios obsesionados con videojuegos y a mujeres como sus víctimas, sea feminista? El secreto está en Dolores, la protagonista, un androide que "se hace consciente" de su condición y se levanta contra lo que esperan de ella los humanos.
En la serie esta revolución no toma forma de protesta ni de manifestación pública, sino que de guerra. Y una guerra despiadada. Westworld está ambientada en un futuro distópico en que una compañía de inteligencia artificial se ha dedicado a crear parques de diversiones para adultos en los que sus visitantes viajan a distintos escenarios geográficos e históricos -el far West, el Japón de los samurais, la Europa ocupada por los nazis- para "jugar" a cumplir papeles de fantasía con los huéspedes, androides diseñados exclusivamente para esto.
Todo el negocio depende de que los "huéspedes" no tienen conciencia de su condición, pero una vez que la adquieren se expande entre ellos como un virus. Cuando Dolores "despierta" adquiere la capacidad de hacer "despertar" a otros, y así lo hace estratégicamente. Este es el conflicto central de Westworld: un futuro en el que las máquinas descubren su naturaleza, pero también descubren sus deseos y la capacidad de emocionarse. ¿El giro? La revolución robótica está liderada por dos mujeres: la inocente hija de un vaquero y la prostituta del pueblo. Lo interesante es que estos personajes robóticos femeninos son capaces de sentir mucha más empatía, amor y compromiso que sus pares masculinos de carne y hueso. Y esto les da, al mismo tiempo, una ventaja y una desventaja en la guerra.
La serie instala una crítica directa a la forma en que ejercen el poder los hombres blancos heterosexuales y propone un levantamiento femenino y robótico profundamente emocional. En un principio esto puede parecer confuso porque Dolores es tan violenta como sus pares hombres, pero lo que la distingue de ellos es que su guerra nace -haciendo un guiño a su nombre- por el dolor que le produce reconocerse a ella misma como una especie utilizada por los humanos. En los parques de diversiones los robots son asesinados, humillados y separados de sus seres queridos una y otra vez. Los guionistas, inversionistas e invitados a este juego descansan en la idea de que, cómo son máquinas, no tienen sentimientos ni emociones.
Pero para revertir esa creencia surge Dolores. La inocente hija de un vaquero se transforma en la sanguinaria líder de una revolución. Y al hacerlo, nos recuerda que hacernos conscientes del lugar que ocupamos en la sociedad tiene siempre una lectura política. Su discurso es feminista porque no cree en la superioridad de ninguna especie ni género por sobre otra. Es una mujer aguerrida, temeraria, que trabaja en equipo, que se levanta contra la injusticia y que no cree en la dominación. La forma en que esta intrépida androide utiliza la violencia es aterradora, porque la violencia que han ejercido contra ella es así. Pero a la vez se trata de una estratega absolutamente delicada y fina. En ese sentido es serena, determinada y sutilmente emocional. Ella sola ha trazado un plan perfecto para acabar con la tiranía de los hombres y lo que busca no es ganarles ni dominarlos, sino que conquistar su libertad, para poder ser quién es.
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