Para sobrellevar estas semanas hemos tenido que aprender a alterar nuestras rutinas sociales con tal de poner en práctica medidas de distanciamiento y evitar el contacto físico lo más posible. Así lo han decretado todas las organizaciones y autoridades ligadas a la salud y así nos han demostrado –mediante múltiples ejemplos visuales y creativos– que se puede detener la curva de propagación del Covid-19.
El llamado es a guardarse. Pero si como seres humanos somos gregarios y buscamos pertenecer a un colectivo, ¿cómo lo hacemos para conciliarnos con la creciente sensación de soledad?
Estar solos y sentirse solos no es lo mismo. Y, en sociedades contemporáneas en las que prima un individualismo exacerbado y un exceso de comunicación, se nos ha hecho difícil entender esa diferencia. Estar solos, como explica el psiquiatra académico de la Universidad de Chile e investigador del Instituto MIDAP, Yamil Quevedo, tiene que ver con una decisión personal y apunta a lo práctico: cuántos amigos o familiares tenemos, cómo se constituye nuestra red social y con qué frecuencia interactuamos con ellos. Se puede estar solos por decisión y se puede también estar objetivamente solos. Mientras que sentirnos solos, o la soledad, es un sentimiento y un correlato subjetivo de estar aislados socialmente y no contar con una red de apoyo. Cuando se instala como condición permanente de vida, ese aislamiento social percibido tiene un impacto profundo en nuestra salud emocional, mental y física e incluso puede aumentar las patologías cardiovasculares y la mortalidad. "La soledad se constituye como un factor de estrés significativo y representa una amenaza a nuestra supervivencia porque somos seres sociales y vivimos en comunidad. Es decir, nuestro organismo la resiente", explica.
Para el filósofo español Enrique Anrubia, en las sociedades actuales la soledad ha pasado a ser un sentimiento y un estilo de vida, pero esto no fue siempre así. Antiguamente se trataba de un estado de realidad y una forma de ser ajena al ser humano. Solo las bestias y los dioses vivían solos, como explica en su libro La Soledad, y por eso el destierro –o el aislamiento– era equivalente a la muerte. Pero con el tiempo, fue adquiriendo otra connotación: la soledad pasó a ser un sentimiento directamente asociado a algo negativo y se empezó a percibir como una patología. "¿Cómo es posible que en un mundo superpoblado la soledad se haya convertido en un problema? Nos sentimos solos aun estando rodeados de personas, esa es nuestra gran paradoja", plantea el autor.
Y es que las cifras hablan por sí solas. En el libro de Anrubia se establece que uno de cada cuatro cadáveres en Suecia no son reclamados y que cinco millones de británicos reconocen que, de tener un problema, acudirían a los servicios sociales a falta de alguien más. A su vez, el psicólogo Albert Vinyals le dijo este año al medio español La Vanguardia que la soledad es una de las principales problemáticas sociales actuales y que un 25% de la población dice sentirse sola. "Cuanto más evolucionadas son las sociedades, más van ligadas a valores individualistas y competitivos", reflexionó el psicólogo. Por más que su connotación haya cambiado, la soledad es, en tiempos de híper conectividad, un tema. Y si a eso le sumamos que estamos pasando por una pandemia en la que se nos solicita estar más resguardados de lo común, esto adquiere mayor relevancia.
Como explica el académico de la Universidad Diego Portales e investigador del Centro en Neurociencia Humana y Neuropsicología de la misma institución, Christian Salas, la soledad es una experiencia que está atravesada no solo por elementos individuales, sino que también por elementos culturales. Y es que existe una noción colectiva o un consenso social de lo que es la soledad, pero no siempre se la sabe llevar de la mejor manera.
Entonces, si inciden en ese sentimiento factores externos, ¿cómo hacemos para no sentirnos solos estando solos? Para aquellas y aquellos que están viviendo el aislamiento voluntario de manera solitaria, la sensación podría hacerse aun más tangible. "Es importante entonces que mantengamos nuestros vínculos mediante la tecnología o buscando refugio en el entorno inmediato. Compartir durante el aislamiento, de la manera que sea posible, es clave porque genera la sensación de pertenencia a un grupo y porque da paso a la experiencia de "la mismidad", que tiene que ver con compartir el hecho que se está pasando por una situación en común. El sentido de pertenencia y la mismidad son antídotos contra el aislamiento social", explica Salas.
Si bien algunos pueden vivir la soledad con dificultad, Salas explica que estar solas y solos cumple un rol de suma relevancia en el desarrollo personal y en el establecimiento de límites con los demás. "La capacidad para estar solos se desarrolla inicialmente en los vínculos tempranos y esto es importante porque nos va a permitir desarrollar aspectos de nuestra personalidad y al mismo tiempo relacionarnos con el otro, sin necesariamente tener que volcarnos hacia los demás y abandonar nuestras preferencias o gustos. En ese sentido, la experiencia de estar solas o solos es un hito fundamental en el desarrollo de los seres humanos", aclara.
Por su lado, Yamil Quevedo plantea que en la situación que vivimos actualmente, es importante contar con lo que se suele denominar el "apoyo instrumental", es decir aferrarse a los servicios de utilidad pública que brinda la comunidad en sus distintos niveles, sean estos vecinos, el barrio o la comuna. "Estar en comunicación con nuestro entorno es clave para recibir y entregar información pertinente a ciertos temas relevantes en caso de necesitarla. Esto contribuye a generar un sentido de pertenencia y a sentir seguridad y respaldo frente a lo que está pasando. Es también una manera de trasmitir la idea de que esto lo superamos juntos".
En segundo lugar pero igualmente relevante, aclara, está el apoyo emocional. "Para aquellos que sienten que cuentan con personas significativas en sus vidas el estar solos se vuelve menos tortuoso y algo más fácil de enfrentar. Pero para aquellos que no tienen esa percepción de su entorno interpersonal, el estar solos puede ser una experiencia intolerable o de mayor angustia. Es clave poder comunicarse con los que sientan cercanos, recurrir a una red de apoyo y recibir y entregar palabras de aliento, esperanza y también humor. Las redes sociales ciertamente no reemplazan la comunicación cara a cara pero tienen una utilidad fundamental hoy en día".
Quizás una situación atípica como la actual puede, en palabras de Quevedo, transformarse en una experiencia de reflexión social. "¿Cómo nos cuidamos? ¿Le damos suficiente importancia a nuestros vínculos? ¿A qué le dedicamos tiempo? Todas preguntas que cobrarán renovada relevancia a la luz de los que estamos viviendo", termina.