En la primera audición que tuvo en su vida, a America Ferrera le dijeron “suena más como latina”. Tenía apenas 16 años y esta actriz hondureña-estadounidense, que tiempo después daría vida a la versión americana de Yo soy Betty, la fea y sería la primera mujer latina en ganar un Emmy, todavía tiene en la retina ese momento. America, que fue criada en el sur de California, tenía un acento “gringo”, que, se supone, no se podría esperar de una persona hispanoparlante. “Soy latina y así es como sueno”, recuerda que le comentó por entonces al director del casting. “Mi familia me dijo que probablemente querían que tuviera un inglés más inadecuado. ‘¿Qué pensaste que iba a pasar? ¿Que te iban a tener protagonizando el próximo papel destinado a Julia Roberts?’”, le comentaron. Y sí, eso es lo que había imaginado.
La actriz, escritora y productora Issa Rae pasó por una experiencia similar en su primer pitch en Hollywood con un ejecutivo de la industria. Mientras presentaba su tercera web serie, el encargado “elogió” su contenido diciéndole: “Problemas de mujeres negras y mujeres negras, divertidísimo”. Rae quedó descolocada: no era la idea que él pensara eso de su trabajo. El tema se agravó aún más cuando el mismo director la instó a usar actores más familiares porque “eso es lo que quería ver el público negro”. “¿Por qué me dice qué le gusta ver a la gente como yo?”, pensó Rae que, en medio de risas, comentó que luego de eso fue despedida.
En la edición 2020 de los premios Emmy aparecieron estas historias que dan cuenta, una vez más, del problema de la falta de diversidad e inclusión en Hollywood. “La televisión tiene el poder de influir y formar nuestra cultura, a veces puede reflejar quiénes somos o distorsionarlo. Con demasiada frecuencia no es ideal y nos reta a ser mejores”, decía la actriz Zendaya en la misma ceremonia, donde ponía al centro el valor de la televisión como medio para reconocernos con los demás.
Y es que el cine, las series y documentales son importantes agentes socializadores y permiten derribar o construir estereotipos sociales. Algunos se han perpetuado a lo largo de años y le han hecho un flaco favor al género femenino. Una investigación realizada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en 2018, que habla de la participación de la mujer en la industria del cine chileno, se refiere a este tema. Sus autoras señalan que los contenidos audiovisuales, con el tiempo, han reproducido estereotipos basados en atributos físicos y simbólicos, manifestando en ellos las desigualdades estructurales de género que existen en la sociedad. Por eso, en el audiovisual, se ha desarrollado una “sobrerrepresentación del protagonismo masculino y una subrepresentación del protagonismo social femenino”.
La inclusión, entonces, es el camino a seguir: permite abrir el abanico y mostrar que no existe solo una forma correcta de ser. “Hay que velar por la diversidad para contar las historias que no han sido contadas. Es súper importante reconocerse e identificarse con esos relatos”, dice la montajista Andrea Chignoli (Violeta se fue a los cielos, No, Joven y Alocada, entre otros).
De acuerdo a una investigación de título realizada en la Universidad de Palermo en 2017, la relevancia de la que habla Chignoli radica en que, gracias a la identificación, el espectador puede involucrarse con fuerza en la ficción, generando mayor empatía y conexión con los personajes. Un proceso que siempre parte desde nuestros propios filtros. “La identificación del espectador está fuertemente influenciada por su contexto personal, sus perspectivas, sus valores e intereses individuales. De esta manera, la identificación es estar en el puesto de otra persona, pero haciéndolo necesariamente a través de los filtros del entendimiento y la experiencia de cada individuo”, señala el estudio.
Por eso el cine puede resultar tan liberador y generar incluso una verdadera catarsis colectiva. Es lo que pasó con Gloria, o así lo recuerda su protagonista, Paulina García. “Es hermoso cuando una película logra conectar con el espíritu de una época. Gloria fue justo antes de la tercera ola del feminismo, fue la previa y hubo como un ‘guaaaaa’ (sonido de liberación). Creo que abrió la puerta para que las mujeres adultas mayores de 50 dijeran ‘estoy vigente todavía’ en términos físicos, sociales y de participación. Lo que pasó con Las Tesis senior en el Estadio Nacional es la máxima ponencia de eso”, dice.
Pero los cambios que la industria requiere para lograr estos efectos no han llegado de manera natural. Ya en febrero, para la edición 92ª de entrega de los Premios Óscar, se volvía a instalar el tema de la falta de diversidad, a raíz de la ausencia de mujeres en la categoría Mejor Dirección de la estatuilla dorada. Greta Gerwig, que recibió 6 nominaciones en otras categorías por su película Mujercitas, era la favorita para ser propuesta a este premio, pero su nombre no apareció en la lista.
Un hecho que los críticos consideraron insólito, pero que tiene precedentes en la historia del galardón. Es cosa de ver los números: en sus 92 ediciones, apenas 5 mujeres han sido postuladas al premio de Mejor Dirección (de los 449 candidatos) y un 14% de los nominados en total han sido de género femenino, de acuerdo a un estudio estudio realizado en 2020 por Daniel Levitt, Catherine Shoard y Seán Clarke para The Guardian.
Ausencias que le han valido críticas a la organización que, desde 2016, viene trabajando en una iniciativa de apertura para incluir a mujeres y comunidades raciales tanto dentro como fuera de la pantalla. Así, hace 4 semanas, se reveló una noticia que va a marcar un precedente en el tema: la Academia de Cine de Hollywood dio a conocer nuevos requistos de postulación para aspirar al galardón de mejor película en los premios Óscar. Se trata de normas que exigen a las cintas incluir diversidad racial y de género en sus producciones. Solo así las películas que integren estos requerimientos podrán optar al Óscar a partir de 2024.
Los criterios indican que al menos uno de los protagonistas debe ser de una minoría racial o que el 30 % del reparto secundario tiene que ser de colectivos poco visibilizados (como mujeres, personas LGBTQ+ o personas en situación de discapacidad). Pero no eso no es todo. En la normativa, se indica que el guión debe centrar su historia en estas temáticas y se señala que los equipos creativos y técnicos deben cumplir también con las cuotas de diversidad.
Aunque las cintas tienen que alcanzar al menos dos de estas cuatro indicaciones, desde el área audiovisual ven con buenos ojos esta decisión y afirman que hay que esperar los resultados a largo plazo. “Es positivo imponer estas normas. Creo que es una condición que permite pensar cómo haces tus películas, con quién y es una buena oportunidad para, por fin, quebrar el molde con el que se estaba trabajando”, señala la actriz y miembro de la Academia, Paulina García.
“Si incluir mujeres y minorías va a permitir que haya historias diferentes, estas medidas son más que necesarias: son urgentes, sobre todo en este mundo que está chillando por cambiar. Pero no me consta que esta modificación vaya a ser tan inmediata por las trabas del mundo industrial. Hay que tener ojo con que esto no sea un cambio cosmético, donde mujeres firman en películas y los que cortan el queque son hombres. Pero incluso si la puerta se abre apenas, existe la posibilidad de empujarla”, dice la montajista Andrea Chignoli, quien también es parte integrante de la entidad cinematográfica desde 2018.
Una puerta que, luego de las críticas, la misma Academia empezó a abrir, duplicando la presencia femenina y de minorías raciales en la composición de los miembros del jurado. Si antes no existían más que hombres blancos norteamericanos en la organización, este año se invitaron a 819 artistas y ejecutivos, de los cuales un 45% son mujeres, un 36% pertenecen a comunidades étnicas/raciales subrepresentadas y un 49% a personas internacionales provenientes de 68 países. Y dentro de ese grupo también hay cineastas chilenos.
Una de ellas es la documentalista Paola Castillo (Frontera, Genoveva, Niños del paraíso, entre otros) que ha centrado su trabajo audiovisual en rescatar las historias de los pueblos originarios de Chile. “Fue sorpresivo que me llamaran a ser parte de la Academia, pero también lo tomé como un mini aporte. En los últimos años, se han integrado voces de Latinoamérica y de oficios poco representados como el documental, entonces ojalá poder seguir abriendo espacios para que haya mayor presencia no solo de temas, sino de territorios”, afirma.
Paola apunta algo clave: los procesos de inclusión que se están desarrollando en la gran industria del cine deben ir de la mano con lo que ocurre en Chile. “No sacamos nada con que los Óscar, los Goya u otros premios estén empujando la diversidad, si en tu comunidad local eso no pasa, porque a la larga tampoco van a haber obras que cumplan con esos requisitos para postular”, indica. En nuestro país, recién estamos entrando en esta discusión y las cifras demuestran que aún queda mucho por avanzar. De acuerdo a un estudio realizado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) en 2018, de las 335 películas realizadas entre los años 2005 al 2015, solo 71 fueron dirigidas por una mujer, porcentaje que equivale al 21.19% del total.
Para mitigar este problema, el Fondo de Fomento Audiovisual incorporó temáticas de género e inclusión en las bases de su concurso 2021. Así, se beneficiará a proyectos realizados por directoras mujeres y/o personas de región y se generará data en relación a la conformación de los equipos de trabajo en el área audiovisual, entre otras (como por ejemplo la entrega de recomendaciones para mantener ambientes libres de violencia de género). Desde el ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio -entidad a cargo del Fondo- señalan que el objetivo de esta medida es entregar igualdad de condiciones a los postulantes del concurso y, con ello, diversificar el contenido de las producciones nacionales. “Sabemos que hay mucho que avanzar y que tenemos que seguir trabajando en esa línea, pero esperamos que el impacto se vea reflejado en la ampliación de miradas en los contenidos que se generen a futuro, es decir, que se nivele la cancha con el enfoque de género como prioridad”, afirma la ministra de la cartera, Consuelo Valdés.
Pero desde la sociedad civil aún miran con suspicacia la normativa. Camila Rodó Carvallo, gestora de Nosotras Audiovisuales, organización que participó activamente en la reforma del Fondo; afirma que lo que se logró es un pequeño avance, aunque cree que va a permitir sentar las bases de las discusiones futuras. “Se hicieron modificaciones que son la primera mejora para que los fondos públicos se entreguen de forma paritaria. Son pasos mínimos y a veces arbitrarios, pero marcan un precedente histórico que nos va a permitir seguir empujando este tema para emparejarnos con la industria internacional”, finaliza.