A diez días de que la encuesta semanal Plaza Pública Cadem del 9 de agosto diera a conocer sus resultados –entre los que destacan que el 75% de los chilenos considera que se deben devolver los territorios ancestrales al pueblo mapuche; que el 93% está a favor de que sean reconocidos en la Constitución; y que el 81% cree que el mapudungún debiese ser reconocido como un idioma oficial– y a dos días de que el machi Celestino Córdova depusiera su huelga de hambre tras firmar un acuerdo con el gobierno, la académica de la Universidad de Santiago, PhD en Humanidades y coordinadora de la Red por los Derechos Educativos y Lingüísticos de los Pueblos Indígenas de Chile, Elisa Loncon Antileo argumenta que el rol que han cumplido históricamente las instituciones públicas y la academia en la articulación de un contexto ha permitido la deslegitimación constante de los pueblos indígenas, sus epistemologías y cosmovisiones. Porque, según ella, a la fecha parecieran no tener cabida en una cultura mayormente eurocéntrica y occidental, dando paso así a un racismo cada vez más inminente.
Esto, además, a diez meses del estallido social que volvió a poner sobre la mesa las demandas de los pueblos originarios (que constituyen el 12% de la población total chilena), además de hacer de su bandera un emblema nacional. “A través de la invalidación de nuestro lenguaje y filosofía se ha ido exterminando a un pueblo. Si los mapuches no hemos desaparecido es producto de nuestra consistencia de pensamiento y fuerza colectiva”, dice.
Y es que lo que buscan los integrantes de la red, como explica Loncon Antileo, es justamente mantener activa la discusión respecto a la importancia de una educación epistémicamente pluralista, que pueda sentar las bases para una mayor valorización de las culturas originarias, especialmente frente a un nuevo proceso constituyente. “Los pueblos indígenas tienen que participar con su propuesta de derechos colectivos en este cambio constitucional. Las lenguas son instrumentos que crean realidades, son el alma del pueblo y los seres humanos nos distinguimos de los animales porque nuestro sistema de comunicación nos permite crear un futuro inexistente. Ese derecho, que es fundamental, nos ha sido negado sistémicamente, porque actualmente las lenguas y pensamientos indígenas son totalmente inferiores a la corriente de pensamiento dominante. Aunque se diga que hay educación bilingüe”.
Según un catastro realizado en 2013, a lo largo de todo Chile existían aproximadamente 1200 colegios cuyos proyectos educativos incluían el Programa de Educación Intercultural Bilingüe (PEIB), pero, según explica Loncon Antileo se trataría de una asignatura de no más de 180 minutos a la semana cuya implementación dependía de que hubiese un 20% de presencia indígena en la sala de clases –luego de séptimo, la presencia tenía que ser del 50%–. “La población mapuche es de un poco más de 1.700.000. Hay aproximadamente 440.000 en la novena región y más de 600.000 en la Región Metropolitana, por lo que no hay realidad que permita que se implemente el Programa de Educación Intercultural, porque aun cuando la mayoría estamos en la RM, estamos dispersos y no concentrados. Y no existe siquiera la posibilidad de aprender nuestro idioma”.
Has argumentado que Chile es un país racista, ¿cómo crees que se ha ido modulando este racismo en el tiempo y de qué manera la herencia del colonialismo sigue estando vigente?
Las colonias ejercieron epistemicidio, linguicidio y etnocidio. Se impuso el español como idioma oficial y una corriente de pensamiento eurocéntrica y occidental, basada en la filosofía de los griegos. Básicamente, se impuso la historia de los vencedores, por lo que se generó una invisibilización inmediata y muerte de los indígenas. Luego, durante la configuración de los estados nacionales, existió un interés en los territorios indígenas y para poder conquistarlos fue necesario invalidarlos por completo. Los estados coloniales asumieron el idioma del conquistador y no se dio paso a ningún escenario ni legal ni institucional para la lengua originaria. Y la educación pública se fue instalando a partir de una epistemología europea. Con el tiempo, las instituciones públicas y sobre todo las escuelas, se fueron encargando de debilitar más la lengua y las corrientes de pensamiento indígena a través de la generalización de la educación. Todos nos formamos en la academia, y ahí está la base de todo. El lenguaje puede maniobrar en contra de un pueblo, y así se articula un racismo violento.
En otros países los derechos de los pueblos originarios son reconocidos y validados. ¿Por qué crees que acá no ha sido así?
Pensemos en Paraguay, en donde no solo la Constitución fue escrita en lengua guaraní, sino que se les dio una escenario político. Esto tiene que ver, entre otras cosas, con el carácter de la conquista. En Chile se trata de una lucha en contra de los españoles que duró tres siglos. Esta resistencia por parte de los indígenas llevó a que el Estado implementara una política de invalidación absoluta y desaparición a destajo de los indígenas, y se encargaron de exterminar la filosofía centrada en la defensa de la naturaleza. De ahí se explica que Chile sea de los únicos países que todavía no reconoce la presencia de los indígenas en su Constitución; se ha optado por priorizar el modelo económico neoliberal que ha sido implementado con tanta fuerza y de manera tan vanguardista, por sobre los derechos de los pueblos originarios.
¿En qué contexto nos encontramos actualmente?
La historia oficial ha ido instalando ciertas iconografías con respecto a la población indígena: se instaló la imagen del indio flojo y borracho que no tiene civilización, un sujeto de segundo nivel, casi inhumano. También se instaló la idea del indio guerrero, que es bastante controversial si pensamos que nosotros queremos hablar de diálogo. Si hubiésemos sido una civilización guerrera, hubiesen sido otras nuestras simbologías. Nosotros no elevamos la guerra a la condición divina como sí lo hicieron los griegos, por ejemplo, quienes tenían a Ares, dios de la guerra. Aun así, se dio paso a la idea de que somos agresivos. Por otro lado, también, como la historia cuenta que Fresia (principal esposa de Caupolicán) abandonó y despreció a su hijo, también se fue configurando ese imaginario. Se nos ha negado la condición humana, porque el sentimiento de amor de la mujer hacia con sus hijos está en todas las civilizaciones, y los pueblos originarios y mapuches no somos la excepción.
Hemos sido sujetos de este imaginario estereotipado, creado desde una visión eurocentrista, durante toda la vida. Imaginario que aun se sostiene por la institución y el mundo académico, que no ha hecho un trabajo de practicar el pluralismo epistémico. Las universidades plantean el pensamiento universal, pero no el pluriversal. Y eso no ha cambiado porque para hacerlo habría que ingresar pensamiento, actores y hablantes indígenas a la academia, porque son ellos quienes tienen el poder. Solo así se puede visibilizar a los pueblos originarios dentro del quehacer político de la región. Siempre se ha copiado la filosofía francesa, alemana, griega, pero no se habla de los pueblos y filosofías originarias. Y bien poco de la filosofía y pensamiento latinoamericano.
La disyuntiva de la educación intercultural
Como explica Loncon Antileo, los colegios que ofrecen el Programa Intercultural Bilingüe son los que logran los menores índices en las pruebas Simce de lenguaje, matemática y ciencia. A su vez, si un 10% de la población chilena no mapuche tiene necesidades educativas especiales, esa cifra asciende a un 18% en la población mapuche. Esto, según la especialista, da cuenta de que la escolaridad pública no responde a las necesidades de los alumnos indígenas, quienes a menudo se encuentran con profesionales que no han sido formados para trabajar la educación desde una mirada plurilingüe.
“Los niños mapuches llegan a la escuela y son evaluados por fonoaudiólogos y psicopedagogos que detectan que tienen problemas de lenguaje, que no conjugan bien los verbos o no memorizan bien el léxico, todas características propias de contextos bilingües. Terminan siendo considerados como alumnos con necesidades educativas especiales y muchos de ellos terminan pensando que su idioma no sirve de nada y se insegurizan, porque los están diferenciando del resto que supuestamente aprende más rápido”, explica. “Llegan con una identidad desde sus casas, se enfrentan a profesionales que no los entienden y a instrumentos de evaluación poco pertinentes que los tipifican y se da paso a un círculo vicioso. Ahí se manifiesta en su máximo esplendor la situación de monoculturalidad profunda que existe en Chile”.