Paula 1167. Sábado 14 de febrero de 2014.

Claudia Echenique (52, casada, 2 hijos) lleva casi 35 años dedicada al teatro. Tiene una exitosa trayectoria como directora de emblemáticas obras nacionales como Cariño malo y La Malinche y un extenso recorrido haciendo teatro callejero, que ha combinado con una carrera como profesora en la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Su última hazaña fue convertirse en doctora en Teatro con una tesis en portugués sobre la obra de Shakespeare y su relación con los Derechos Humanos. Lo hizo en la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp), en Brasil, país con el que creó fuertes vínculos cuando vivió en él por el trabajo de su marido. "Me saqué la mugre. Me levantaba a las cinco de la mañana a trabajar. Fue muy emocionante terminar el doctorado porque uno, a estas alturas, ya está vieja", resume.

Muy joven, Claudia Echenique no tuvo dudas de que quería hacer teatro. Mientras estudiaba en el Santiago College, el actor Roberto Parada visitó el colegio para interpretar el monólogo Apología de Sócrates. En ese momento, Echenique se dio cuenta de que el escenario era un espacio de rebeldía donde se podían decir verdades que no queremos ver o que tenemos prohibido decir. Así, al salir de cuarto medio entró con una beca de excelencia a estudiar Teatro en la Universidad Católica. Y, desde entonces, no ha parado. Ni siquiera después de doctorarse. Ahora mismo prepara una "perfoconferencia" para explicar en colegios y universidades el trabajo de su tesis doctoral; comenzará a montar La Tempestad en un carromato móvil con un grupo de jóvenes; seguirá circulando con la trilogía de teatro político callejero Clotario, Brigadas y Constitución con su compañía los Cops; y partirá de nuevo a Brasil, a trabajar en la obra Mujeres violentas. "El teatro es un viaje en el que siempre se están descubriendo cosas nuevas", dice.

Tu tesis doctoral fue sobre obras de Shakespeare y su relación con los derechos humanos, ¿qué conclusión sacaste?

La conclusión es simple. Y es que si revisas las tragedias de Shakespeare puedes encontrar una lectura para todo el proceso que vivimos en las dictaduras latinoamericanas. Lo que hago en mi tesis es una investigación sobre el concepto de violencia en Shakespeare y sobre cómo se puede prevenir, porque como sus obras muestran el gran funcionamiento, el gran engranaje de la vida, puedes ver los mecanismos que generan la violencia.

¿Por qué Shakespeare sigue siendo tan actual?

Principalmente porque habla del alma humana. Hay cosas esenciales que no cambian, solo cambian las circunstancias. La gente ha llorado por amor, llora por amor y va a seguir llorando por amor. Todos los hombres se preguntan: ¿quién soy?, ¿para dónde voy?, ¿cómo construyo mi vida? Y Shakespeare está en constante preocupación por estos conflictos a los que nos vemos enfrentados. Por ejemplo, se pregunta: ¿es legítimo quedarse callado para defender tu vida o es más honorable poner tu vida en riesgo para defender a otros que no pueden hacerlo? El mundo académico como que lo robó para sí, pero Shakespeare es tremendamente popular.

¿Por qué hacer un doctorado a los 50 años, cuando se supone que una persona ya terminó su proceso de formación académica? ¿Qué te impulsa a seguir estudiando y haciendo teatro?

Lo que me impulsa es mi pasión por el teatro. Me gusta tanto, que lo hago feliz. El teatro te chupa; si eres un animal teatral te sientes como condenado, pero es una buena condena. A pesar de que tienes que hacer de todo: cortar el boleto, limpiar el piso, bordar los botones, tiene esa maravilla de romper el tiempo y el espacio que te permite meterte en unos mundos totalmente de ficción, pero que se vuelven realidad arriba del escenario. A mí me mueve el teatro político, el que dice cosas relevantes para la sociedad. Por eso hago teatro en poblaciones y me dedico al teatro callejero.

¿De dónde te viene ese interés?

Creo que me viene de haberme sentido privilegiada. Me dicen que soy negativa, pero si todos estamos viendo el vaso medio lleno, ¿quién va a ver el vaso medio vacío? El teatro tampoco va a salvar a nadie. Willy Semler dice: "Es solo teatro", y es verdad, pero si no somos capaces de ver el dolor del otro, la vida no tiene mucho sentido. Pienso que estamos aquí para empatizar. Y a través del teatro se puede lograr eso.

Provienes de una elite social, ¿cuál es tu mirada acerca de la relación entre la elite chilena y la cultura?

Creo que la elite chilena es muy inculta. Tenemos una elite ignorante y mal educada. No toda, por supuesto, pero pienso que muchos no ven un valor en aprender cosas nuevas. Esto ha empeorado, antes la elite no era tan ignorante como hoy en día. Todo el mundo habla del teatro y tú preguntas: "¿cuántas obras has visto?" y se tupen y dicen: "es que este año justo no fui". Pero esto no es solo un problema de la elite. Vivimos en una sociedad donde no se respeta a la otra persona; nos gritamos, nos tratamos mal.

¿Nunca pensaste en dedicarte a otra cosa?

Lo pienso todos los días. Me gusta la medicina porque si hay un hueso roto, lo reparas; en cambio, el teatro repara cosas que no se ven y, a veces, te preguntas para qué lo haces. Ensayas horas, estás a 40 grados con insolación en la calle, transportas toneladas de cosas. Es una profesión, a ratos, absurda, pero que me divierte con locura y a la que le he entregado todo. Uno no puede estar en el teatro a medias.•