El 16 de diciembre se estrenó en Netflix la miniserie documental Rompan Todo: La historia del rock en América Latina. La serie, que intenta abordar el movimiento del rock en español en Latinoamérica desde los años ’50 hasta la actualidad, ha recibido variadas críticas en redes sociales y en medios de comunicación que apuntan a la falta de algunos grupos o cantantes que se hacen imperdibles, así como la concentración de los seis capítulos en músicos de Argentina y México y cómo, por esta razón, queda invisibilizado el movimiento en otros países latinoamericanos. Y lo mismo ocurre con las mujeres, que no solo están invisibilizadas en el documental, sino que en la historia real del rock latino. Lo reconoce su productor ejecutivo Gustavo Santaolalla en una de sus intervenciones, en la que señala que “al margen de que vivimos en una sociedad machista, el rock puede llegar a tener caracteres muy misóginos”.
Esto no es algo que develó el documental. Es sabido que históricamente las mujeres han sido infravaloradas por la industria y se ha escrito bastante al respecto. Como en 2018, que The New York Times publicó un debate titulado Rock’s Not Dead, It’s Ruled by Women (El rock no ha muerto, lo dirigen las mujeres) donde músicas al frente de grupos de los más variados subestilos del rock intercambian impresiones sobre la escena actual y relatan sus experiencias y lo que tienen que afrontar día tras día. “Que te pregunten de qué miembro del grupo eres novia o que al verte llegar el portero te diga que la sala abre dentro de dos horas, aunque tu cara esté en todos los carteles que empapelan el local”, cuentan algunas. Y Lindsey Jordan, líder del grupo Snail Mail, agrega que las maldades machistas se extienden incluso a la crítica de las letras de las canciones. “Se espera de las letras escritas por mujeres no hablen de relaciones personales, porque se considera trivial y tonto. Sin embargo, cualquier hombre con pinta tristona puede coger el micrófono, cantar ‘echo de menos a mi novia’, y no pasa nada”, dijo.
Y el cómo se ven, su look y estética, también es un tema para las mujeres en esta industria. En uno de los capítulos de Rompan Todo, hablan de Andrea Echeverri, la vocalista del grupo colombiano Aterciopelados. La mexicana Ceci Bastida la describe como “una chava que no buscaba seguir con el estereotipo de la belleza” y su coterránea Julieta Venegas cuenta que en una oportunidad Andrea la llamó y le dijo que tuviera cuidado con cómo se veía en el escenario. “Juli, no te pongas tan sexy, estás siendo un ejemplo para las chicas”, le dijo en esa llamada. Un mensaje que podría sonar incluso conservador, pero que refleja lo complejo que es para las mujeres habitar un cuerpo. Así lo explica Javiera Menchaca, socióloga e investigadora de Cidem y de La Rebelión del Cuerpo.
“En la serie queda en evidencia que hay un estereotipo de género en torno a cómo deben verse las mujeres en cierto contexto. En este caso se entiende que una mujer rockera debe verse de cierta manera para ser respetada, porque ese es el problema, que probablemente el consejo de Andrea a Julieta tiene una muy buena intención que es que se cuide para que su look no afecte su carrera y también porque como cantante, es un ejemplo para otras mujeres. El tema es que, por más que sea una buena intención, cae en la triste paradoja de que si las mujeres mostramos nuestro cuerpo de cierta forma, podemos ser juzgadas como menos e incluso objetivadas. Y la objetivación tiene consecuencias reales en la vida de las mujeres y cómo son percibidas”, agrega.
“La identidad femenina se ha construido históricamente desde su imagen. El cómo nos vemos siempre ha sido un tema, a diferencia de lo que ocurre con los hombres. Eso no solo en la música, en todos los ámbitos de la sociedad cuando una mujer destaca, su físico toma relevancia, ya sea para bien o para mal. Ocurrió aquí en Chile con la ex presidenta Michelle Bachelet, a quién se le puso un sobrenombre relacionado con su apariencia física; y en lado contrario, hay muchos ejemplos de mujeres que físicamente cumplen con los estereotipos de belleza, que han alcanzado relevantes logros profesionales y que reciben comentarios como que llegaron ahí porque son lindas”, agrega la socióloga experta en género, Sonia Rivas.
Javiera Menchaca dice que en todos los ámbitos, pero sobre todo en aquellos que son más públicos, las mujeres tienen que transitar entre ser vistas, mostrarse como quieren mostrarse y ser validadas. “A la mujer se le exige que sea atractiva y cumpla con estereotipos de belleza, pero, a la vez, no puede ser tan atractiva o bella para que sobresalga. No puede ser muy sexy, ni muy ruda, ni muy rebelde, tiene que estar entremedio. Al final es un molde en el que nadie cabe y por tanto genera sufrimiento y malestar. Y lo que ocurre con este documental es que queda en evidencia que es algo que nos pasa a todas, incluso a las grandes estrellas del rock, ninguna se escapa”.
Y eso explica –entre otras cosas– que haya menos mujeres que hombres en el rock y en otras áreas de la sociedad. “Las que llegan a ser reconocidas y visibilizadas, es porque salen de la norma, sin embargo, a los hombres no se les exige tanto. La misma Andrea Echeverri era súper rupturista en su imagen, rompió con estereotipos y usaba su cuerpo en una performance que habilitaba nuevas posibilidades para sus espectadoras. Pero esa es su opción y no debería pasar que las mujeres tengan que adoptar ciertos estilos específicos para que sean valoradas”, afirma Javiera.
Al final una mujer puede querer verse sexy en un escenario de rock o también puede querer romper absolutamente con esa imagen. “La lucha contra los estereotipos de género incluye a los estereotipos de belleza y plantea que la mujer puede presentarse como quiera en la sociedad y tiene que ser validada como tal, porque es un ser humano y no solo un cuerpo”, concluye.