Era algo muy fácil de hacer, pero ahora ahora en el mundo occidental no habían aeropuertos que tuvieran entre sus instalaciones cabinas para dormir algunas horas. Algo tan útil, por ejemplo, cuando se pierde un vuelo o hay que esperar horas por una escala.

Justamente ese es el servicio que llegaron a prestar los Sleepbox, habitaciones compactas y transportables que en su interior tienen de todo para una corta pero agradable estada. Además de una cama con espacio bajo ella para guardar el equipaje, en cada Sleepbox hay un reloj despertador, una pantalla LCD, wi-fi, un pequeño escritorio para instalar un notebook y tomas de corriente para conectar el celular. La luz es regulable y el sistema de ventilación permite respirar tranquilo a puertas cerradas, sin enterarse del ajetreo externo. Las sábanas consisten en un tejido suave de fibra de papel que se cambia automáticamente cuando un usuario abandona la caja-habitación. Eso sí, pagando un valor extra el pasajero puede optar a sábanas tradicionales o, incluso, a un pijama.

2 m de largo x 1,4 de ancho y 2,3 de altura miden los Sleepbox, pequeños habitáculos aislados para dormir que fueron desarrollados hace tres años por dos arquitectos rusos.

Las cápsulas japonesas

Mientras recién empiezan a aparecer en los aeropuertos de las grandes capitales del mundo, los habitáculos para dormir son comunes hace más de treinta años en Japón. Llamados hoteles cápsulas, surgieron como solución de alojamiento para miles de trabajadores que vivían en las cercanías de Tokio, cuando perdían el último tren que los llevaba a su ciudad. Ahora se han popularizado tanto que, incluso, han aparecido versiones de lujo como el Nainawasu (9 horas), cuyo nombre refleja el tiempo promedio que un hombre de negocios pasa en un hotel. De diseño moderno y sofisticado, está completamente equipado con tecnología Panasonic, que incluso permite que la luz al interior de la cápsula se adecue al ritmo de la respiración del pasajero. Un lujo que por noche cuesta 75 dólares.