Cada mañana a las 8 a.m., de lunes a domingo y hace más de cincuenta años, se abre la cortina del local de Eduardo Espinoza (75) en Providencia. "Como trabajo solo, lo primero que hago es prender la radio que es mi compañía, para saber qué pasa en el mundo", dice. Es un espacio de no más de cinco metros cuadrados atiborrado de hilos, telas y trajes colgados, en el que este hombre ha pasado buena parte de su vida haciendo lo que más le gusta: arreglar ropa. "Estudié sastrería en la Escuela Técnica de La Serena, y después me vine a Santiago, a la Escuela Nacional. Allí aprendí la compostura, el ramo que más me gustó", cuenta. No recuerda bien en qué momento lo atrajo este oficio, pero sí que cuando era niño y vivía en el norte -específicamente en Llanta - llegaba un sastre y era un verdadero acontecimiento. "Y no era para menos, porque ese hombre era el encargado de conservar en buen estado la ropa de todo el pueblo".
Actualmente, y a pesar del auge del fast fashion, las visitas de ese sastre siguen siendo la inspiración de Eduardo. "Aunque cambiaron los tiempos y este país se llenó de grandes tiendas que venden ropa desechable, siempre va a haber gente que quiere a su ropa, y que por eso la cuida y la arregla. Hay muchos trajes que vienen de herencias. He reparado prendas que tienen casi cuarenta años, que se traspasan de generación en generación. Ahora tengo una chaqueta de cuero que me trajo una clienta y que era de su mamá, quien también fue mi clienta cuando era joven. Eso es lindo, porque de cierta manera es darle a un objeto material, como una tela, el valor de la historia".
Aunque parte importante de su día se lo llevan las bastas y los ajustes, es el zurcido lo que lo ha hecho conocido en su rubro. "Algunos le llaman zurcido japonés, otros chino. Incluso muchos piensan que mi local se llama "El Chino" por esta técnica, pero no es por eso. Es que tengo una letra horrible, y cuando estudiaba en La Serena y le enviaba cartas a mi familia ellos me decían que venían en chino", recuerda. Pero a la técnica, él la llama zurcido, a secas. Cuenta que la aprendió en la escuela y que consiste en restaurar la tela usando su misma hebra. "Es lo único que sigo haciendo a mano, porque no se puede hacer en la máquina. Hay que ser muy preciso y tejer sobre el hoyo haciendo el mismo dibujo de la tela original. Eso permite que casi ni se note", explica. "Ahora estoy zurciendo un traje que es una reliquia. Es de un señor que lo tiene hace muchos años, pero se lo comieron las polillas. Lo único que no se puede arreglar son las telas muy sintéticas, ya que a esas se les desarma el tejido fácilmente. Pero incluso he remendado parkas", cuenta mientras muestra orgulloso el zurcido de una.
Eduardo mira con nostalgia sus primeros años en esto. Aunque le cuesta, reconoce que la carga de trabajo ha bajado. "Pero no en reparación, solo en confección", aclara. "La única manera de sobrevivir en estos oficios es ser constante. Por eso abro mi local todos los días a las ocho de la mañana y lo cierro pasadas las ocho de la noche. También los fines de semana. Mi familia ya quiere que jubile y le prometí a mi nieta que lo haré cuando ella se reciba. Es que esto me hace muy feliz; saber que he logrado mi propósito de servir en esta época donde casi todo es desechable y el mundo se está llenando de basura. Cada pieza que arreglo es una pieza que no se bota, y eso me hace sentir tremendamente útil".
Eduardo Espinoza (75) trabaja como zurcidor en un taller ubicado en avenida Providencia #1622, local 21, teléfono 222643804.