Eduardo Vilches: vigente a los 84
Grabador de alto contraste y, además, fotógrafo, Eduardo Vilches hace clases todo el día -lleva 60 años en la docencia- y prepara una nueva exposición de fotografías que tomó en el cementerio de Punta Arenas que presentará en agosto en la galería AMS Marlborough. "Me gusta lo que hago, pero sigo trabajando exclusivamente porque si no, me muero de hambre. En este país los jubilados estamos en un desamparo total".
Paula 1229. Sábado 1 de julio de 2017.
Eduardo Vilches abre la puerta de su casa roja en Ñuñoa, esas casas antiguas de fachada continua. Afuera es de los días más fríos de lo que va del año, pero adentro está calentito y se respira un aire cálido y acogedor. Pasamos rápidamente a su taller, la primera pieza al entrar a la casa, donde convive un iMac inmenso con muchos libros y un montón de cuadros forrados con papel kraft. Ahí pasa las tardes, después de hacer clases todo el día en la universidad, retocando fotos en el computador. Es precisamente una exposición de fotografía la que inaugurará en agosto en la galería AMS Marlborough, donde exhibirá una serie que tomó en el cementerio de Punta Arenas. "Me habían hablado muchas veces de ese cementerio, pero recién lo conocí en 2009. Y fue impresionante. Esos árboles que parecen monumentos, esa arquitectura... Había ido solo por cinco días, pero volví al año siguiente y, durante dos semanas, fui todas las mañanas a fotografiar al cementerio", explica.
El grueso de su obra artística son sus grabados de alto contraste que tienen el contrapunto blanco/negro; positivo/negativo; día/noche. Pero la mayor parte del tiempo lo dedica a la docencia. Lleva 60 años formando a artistas, muchos de los que hoy lo consideran un maestro. "En la Escuela (de la Católica) desde el decano para abajo han sido alumnos míos. Con eso te digo todo", explica él. A Vilches se le reconoce por haber elevado el nivel de exigencia académica, incentivando el desarrollo de lenguajes propios. "Yo instauré en mis clases el sistema de la Bauhaus, que es la mejor escuela de arte del siglo XX. Es, a grandes rasgos, un sistema de enseñanza que apela a desarrollar la imaginación y no a reproducir cosas hechas. Antiguamente, en una clase de dibujo te obligaban a copiar modelos de yeso, imagínate".
Dibujante desde la infancia, nació en Concepción y desde muy niño se maravilló con los paisajes del sur de Chile. "Cuando conocí el bosque nativo fue una revelación. Fue en un veraneo en Collipulli con mi familia y yo andaba dibujando todo el día, cautivado por el paisaje", cuenta. A pesar de ese marcado gusto por el dibujo, en su juventud se trasladó a Santiago para trabajar en una oficina, en contabilidad. "Era lo último que hubiera hecho yo voluntariamente, pero no sabía qué hacer con mi vida. Me gustaba dibujar, pero nunca se me pasó por la cabeza que me podía dedicar a eso. Era infeliz en ese trabajo, incluso me empecé a enfermar, hasta que un amigo me impulsó y entré en la Academia de Gregorio de La Fuente", cuenta. Más tarde ingresó a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Su encuentro definitivo con el arte y las técnicas del grabado fue cuando en 1958 entró al mítico Taller 99 por invitación de Nemesio Antúnez. "Ahí me conecté con el mundo artístico. Fui tan feliz porque encontré el lugar al que pertenecía. Ese era mi lugar, esa era mi familia, ahí era donde yo debía estar. Fue maravilloso encontrar mi lugar".
Luego entró a la Universidad Católica, donde obtuvo el título de Licenciado en Arte con mención en grabado. La obtención de la beca Fullbright en la década del 60, le permitió estudiar en la Universidad de Yale en Estados Unidos donde se especializó en Teoría del Color.
Hoy trabaja el primer semestre haciendo clases mañana y tarde en las universidades Católica y Finis Terrae, y el segundo se va a la parcela que tiene en Chiloé desde hace 25 años con su mujer, Alicia Vega, investigadora de cine y creadora de un famoso taller de cine para niños. "Tenemos un bosque nativo. Ahí cumplí mi sueño. Lo hemos ido arreglando, hicimos senderos para recorrerlo. Hemos plantado poco, porque sabemos que no nos queda mucho y los árboles se demoran años en ser adultos".
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Vilches quedó impactado con el cementerio de Punta Arenas: "Con los árboles que parecen monumentos, con su arquitectura". Durante 15 días lo visitó cada mañana con su cámara. Esas fotos son las que expondrá en su próxima exposición.[/caption]
Es más conocido por sus grabados que por sus fotos.
Sí, lo que pasa es que el grabado fue derivando en la fotografía. Sé que me pelan mucho porque dicen que yo no soy fotógrafo, sino grabador. Pero el desarrollo del trabajo continúa, los medios cambian. Yo me considero un artista gráfico, no me considero un fotógrafo, ni siquiera un grabador, porque dejé de hacer grabados en el año 78.
¿Por qué dejó de hacerlos?
Era una época difícil, plena dictadura. Y me quedé sin saber qué hacer. Lo único que sabía era que no iba a seguir haciendo grabados. Y pensaba: "¿cómo puedo dar cuenta de este momento de la historia de Chile tan violento?".
¿Fue la dictadura lo que lo hizo dejar de hacer grabados?
La gente joven estaba de parte de mejorar las cosas. No de matar gente, ni de quitarle sus bienes, ninguna de esas cosas. Nunca pertenecí a un partido político, pero siempre me decían que era comunista. Y nunca he sido comunista. Soy católico, apostólico y romano, entonces, ¿cómo voy a ser comunista?
Entiendo...
Bueno, yo estaba haciendo unos grabados que eran bastante abstractos. Pero estaba interesado en ayudar a que las cosas fueran mejor desde lo que hacía. Había un programa en la Católica, que se llamaba Nueva Pedagogía y pretendía ser un aporte en lugares desamparados de Santiago. Había muchos profesores de Medicina y Derecho. Yo tenía ganas de trabajar en eso, pero decía: ¿qué hago con el arte? no le puedo hablar de arte a un obrero, no me va a entender ni jota. Es otra realidad, las necesidades son otras, el arte es para gente más refinada. En realidad, el arte no sirve para nada, no es práctico. Entonces dije: "estoy interesado en hacer participar a la mayor cantidad de gente en el arte y, por otro lado, estoy haciendo un arte que con suerte entienden 4 o 5 personas".
¿Quiso simplificar su arte?
En ese conflicto interno de que estaba haciendo las cosas demasiado abstractas, dije: "ya, no invento más formas, haré cosas de la realidad". Mi mamá, cuando aún estaba viva, me decía: "Mijito, ¿por qué no hace las cosas que hacía antes?", refiriéndose a los dibujos que hacía cuando joven, añorando eso que se fue quedando afuera. A medida que evolucionaba en mi grabado, la señora entendía cada vez menos. El día que inauguré mi primera exposición de fotografía mis parientes estaban radiantes, ¡porque entendían!
¿Cómo logra una buena foto? ¿En qué se fija?
Veo en el paisaje lo que me gustaría aislar del total. Elijo un lugar que me dice algo: la manera en cómo se relacionan las formas, el espacio... todo eso es lo que me llama a detenerme y convertirlo en un objeto.
"El grabado fue derivando en la fotografía. Sé que me pelan porque dicen que no soy fotógrafo. Pero el desarrollo del trabajo continúa, los medios cambian. Yo me considero un artista gráfico, no un fotógrafo, ni siquiera un grabador".
Sin límite de edad
En el año 2000 Eduardo Vilches recibió el título honorífico de "profesor emérito" de la Universidad Católica, lo que significa, entre otras cosas, que puede hacer clases sin límite de edad. "Eso sí después de jubilar tú no tienes derecho más que a media jornada. Entonces hago media jornada en la Católica y media jornada en la Finis Terrae", explica. Partió haciendo clases de Dibujo y Xilografía. Hoy hace el ramo de Color.
Después de tantos años, ¿no se ha cansado de hacer clases?
Mira, yo sigo en la docencia porque si no, me muero de hambre. Yo jubilé hace más de 10 años y si yo tuviera que vivir de la jubilación, no podría ir a Chiloé a mi parcela, no podría moverme. Porque la jubilación es pésima. Si todos estos reclamos de los jubilados es verdad. Tú jubilas y te quedas en una situación de desamparo total.
No lo hace por gusto.
Afortunadamente me gusta. Entonces mientras tenga salud y ánimo, voy a seguir haciéndolo. Ahora, cuando hacía las clases me criticaban mucho mis amigos artistas. Me decían: "ocupas todo tu tiempo haciendo clases y tienes muy poco tiempo para tu trabajo personal". Y yo decía: "pero tengo que mantener a mi familia". Ya me había casado, tenía dos hijos. Y trabajaba en mis cosas en el tiempo que podía. De hecho, no tengo una obra muy grande, porque mucho tiempo no tenía. Hasta que me empecé a enfermar del estómago por esta presión, de esta gente que me decía que me estaba perdiendo, que no estaba desarrollando todas mis posibilidades. Un día dije: "voy a hacer las mejores clases que pueda hacer y lo voy a pasar bien haciéndolo". Y se me acabaron las enfermedades del estómago. Cuando haces bien las cosas y con interés, lo proyectas y los alumnos se dan cuenta. Tengo una relación muy buena con ellos. Me quieren mucho.
¿Qué buenos recuerdos tiene de sus clases de antaño?
Mis clases durante el golpe, de esa época, son famosas. Porque tuve un grupo de alumnos muy inteligentes y creativos, que ahora son famosos, que son Arturo Duclós, Mario Soro. Yo les abrí el espacio para que hicieran sus cosas con libertad, en una época en que la libertad no existía. Porque el arte es libre, no es arte si le pones limitaciones. En la escuela estaban súper asustados con mis clases porque creían que podía pasar algo. Pero, ¿qué iba a pasar, si ellos estaban haciendo su trabajo y lo hacían de manera inteligente? Eran testigos de un momento que era bastante fuerte, entonces no iban a ponerse a hacer florcitas.
"Jubilé hace más de 10 años y si yo tuviera que vivir de la jubilación, no podría ir a Chiloé a mi parcela, no podría moverme. Porque la jubilación es pésima. Si todos estos reclamos de los jubilados son verdad. Jubilas y te quedas en una situación de desamparo total".
¿Nota diferencias con las generaciones de ahora?
Sí, claro. Los alumnos ahora son más independientes, tienen más posibilidades. Viajan mucho. Antes de salir de la escuela ya están viajando y haciendo exposiciones colectivas en distintas partes del mundo. Yo me gané la beca Fullbright y era la primera beca que daban de arte. Ahora está el Fondart y hay una cantidad de becas.
¿Le complica no haber recibido el Premio Nacional de Arte?
No, para nada. Me han postulado varias veces, pero al final les dije: "por favor, córtenla. Nunca me van a dar ese premio". Se lo dan a los puros pintores y escultores. Los gráficos somos como de segunda categoría. Y bueno, ¿a quién no le va a gustar recibir una platita? A mí, el honor me da lo mismo. Me han hecho muchos en la universidad y de honores ya estoy bien. Pero llega un momento en que uno necesita la plata para sobrevivir. Uno no es rico, entonces que me den todos los meses un equivalente al sueldo que gano haciendo clases, ¿cómo no va a ser bueno? Pero hay que ser realista: no se lo dieron a Antúnez, que lo súper merecía, con todo el trabajo que hizo en televisión, fue agregado cultural en Estados Unidos, fundó el Taller 99; es decir, un aporte en Chile. Parece que esas cosas no las toman en cuenta. Le dieron el premio ¡a Matta! que no sabía qué era eso que le dieron. Ahora están postulando a la Paz Errázuriz, que no es pintora. Ojalá que le vaya bien. Es fregado el asunto.
La familia, el país
Ha llegado muy bien a su edad. ¿Cuál cree que ha sido la clave?
Hacer las cosas con alegría. Y tener una familia como la mía.
¿Cómo es su familia?
Tengo una mujer extraordinaria. Es inteligente, cálida, comprensiva y, además, una excelente cocinera. Lo pasamos muy bien. Compartimos mucho. Entonces, qué mejor.
¿Piensa en la muerte?
Sí, últimamente he pensado, porque se están muriendo mis amigos. Todas las semanas se muere alguien, entonces una amiga dice que ella va funeral por medio nomás. Pero no es una cosa que me preocupe o que me produzca depresión, para nada. Porque es algo natural: sé que nos queda poco... lo único que pido es que ojalá nos muriéramos al mismo tiempo. Debe ser triste quedar solo.
¿Eso le da susto? ¿Quedar solo?
Sí. Pero no me detengo mucho en ese punto. Nosotros estamos dispuestos a lo que venga nomás. Y con alegría y entusiasmo. Y la salud, ojalá que se mantenga. Por el momento podemos hacer nuestras cosas, a un ritmo que es un poco más lento nomás, pero igual nos arreglamos.
Es de los vecinos antiguos de Ñuñoa. ¿Qué piensa de que esta comuna esté cambiando tanto?
Es una pena, pero afortunadamente hay gente joven que se ha venido a vivir acá y que le ha comprado a esos viejos que le podrían vender a una constructora. Hay una demanda impresionante por vivir aquí, así que no creo que vaya a desaparecer así nomás esta vida de barrio, que es tan rica. Como no nos queda tanto, vamos a morir en un barrio todavía como el que estamos viviendo.
Es año de elecciones...
(Interrumpe) Encuentro que es terrible, es terrible no tener una persona para decir: ya, por este voy a votar.
¿No le gusta ningún candidato?
No, ninguno. No me dan confianza. Uno sabe que la historia va a seguir igual nomás. Hay gente joven, pero sin ni una posibilidad. Esta niña Sánchez, por ejemplo, ¿qué posibilidades va a tener? Guillier no me entusiasma, no creo que implique un cambio. Tal vez en unos años más estos jóvenes capaz que hagan algo, ahora es imposible. Estos dos jovencitos, ¿cómo se llaman?
Boric y Jackson.
Ellos. Es difícil la cosa. ¿Qué vamos a hacer en el momento de votar? Todavía no lo tengo muy claro. Lo único que tengo claro es que yo soy una persona de izquierda y siempre voy a votar por la izquierda.
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