Educar emocionalmente a un niño

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La sicóloga infantil y magíster en Educación Neva Milicic acaba de lanzar ¡Lunes otra vez! (Catalonia), un relato ilustrado que, mostrando las cargas negativas asociadas al primer día de la semana, busca orientar a padres y a educadores en la tarea de revertir situaciones emocionales adversas. Aquí, explica la injerencia de la literatura en lo que llama "alfabetización emocional", pone en jaque la crianza autoritaria y asegura que la empatía es la clave para criar niños con inteligencia emocional.




Paula.cl

Como todos los días lunes, Lucas, de 8 años, despierta hastiado. Debe levantarse temprano para ir al colegio y le cuesta salir de la cama. Al advertir su mal humor, su hermana mayor lo desafía a buscar tres cosas positivas sobre los lunes. Lucas comparte el desafío con su profesora, quien a su vez lo hace con la sala de clases, surgiendo una serie de argumentos, positivos y negativos, asociados al primer día de la semana, que logran revertir la actitud de Lucas.

Esa es la línea narrativa que guía ¡Lunes otra vez! (Catalonia), el libro más reciente de la reconocida sicóloga infantil Neva Milicic, elaborado en co-autoría con su hija, la ingeniera agrónoma y doctora en Economía, Jimena López de Lérida –quien ha realizado, entre otros estudios, un diplomado en Literatura Infantil y Juvenil, y un curso de Literatura Juvenil en la Universidad Católica, y otro de Libros y Literatura Infantil en la Universidad Autónoma de Barcelona– y que fue ilustrado por la diseñadora gráfica Amparo Phillips. Este nuevo libro secunda la edición Me encantan los viernes (Catalonia, 2017) y tiene como propósito desarrollar la alfabetización emocional de los niños. "La alfabetización emocional consta en ser capaz de identificar las propias emociones y reconocer las de otro, entendiendo la causalidad emocional. Qué cosas ponen a la gente contenta, triste, efusiva. En ese sentido, la literatura infantil es clave, porque, a través de los personajes, los niños logran reconocer sus emociones y aprender a manejarlas", explica la sicóloga.

Al igual que los días lunes, como se señala en el libro, hay situaciones como estudiar, hacer tareas, dejar de jugar o seguir instrucciones, que suelen implicar una predisposición negativa en los niños. ¿A qué edad comienza a advertirse esta actitud y en qué situaciones?

A partir de segundo o tercer año básico los preescolares pasan por una etapa que se ha llamado de negativismo o terquedad. Sucede, por ejemplo, con una resistencia a iniciar una nueva semana. Esto es normal, en la medida que es rápidamente superado. Sin embargo, por rasgos temperamentales o por la forma en que han sido socializados, algunos se quedan pegados y les cuesta modificar su estado de ánimo, normalizando y patologizando esta resistencia inicial.

¿Tienden los padres a asociar una situación emocional adversa con una pataleta?

Toda situación adversa genera frustración y, por lo tanto, hace circular emociones negativas. Es esperable que el niño exprese estas emociones, pero también es esperable que se recupere de ellas. Para ello, es necesario ser paciente, prestarle atención, acompañarlo y acogerlo, ayudándolo a recuperar el control de sí mismo. Darles un tiempo para recuperarse. Los niños necesitan descomprimirse y no reprimir sus emociones.

¿Qué técnicas podrían facilitar que los niños superen estas situaciones?

Mantener la calma y el contacto visual, y reflejarles el sentimiento: "Entiendo que estás muy enojado, pero no puedes pegarle a tu hermano porque rompió un juguete". Un niño ofuscado no procesa información restrictiva. Primero es necesario tranquilizarlo, explicarle qué es lo que está sucediendo y por qué está mal, y luego poner normas, breves, sin caer en discursos muy largos, y enseñándoles a encontrar el lado positivo de las situaciones, las posibles salidas a los problemas. Si un padre no es sereno y se descontrola, va a modelar comportamientos desregulados en su hijo.

Es decir, es más eficiente optar por una comunicación empática que por una comunicación del mandato…

Está comprobado que la comunicación empática constituye la forma más eficiente de comunicarse con los hijos. La empatía es la clave de la inteligencia emocional. Favorece la creación de vínculos positivos entre padres e hijos, influye en la creación del cerebro social y el comportamiento del niño, y contribuye a potenciar sus relaciones y ambientes, tanto en la casa como en la sala de clases. En el caso de ¡Lunes otra vez!, el mensaje es: "Al mal tiempo buena cara". Destacar los aspectos positivos de la realidad, como hace la madre del niño en el texto, constituye un buen modelo.

¿Hacia cuál tipo de comunicación adviertes que se inclinan hoy los padres chilenos?

Por supuesto que hay padres de ambos tipos. La forma en que las generaciones anteriores de padres fueron educadas aparece insidiosamente como una relación autoritaria, pero suavizada. ¿Cuántas veces nos encontramos haciendo o diciendo cosas que nos dijeron nuestros padres y que habíamos jurado que no repetiríamos? En Chile tenemos altos índices de maltrato infantil y estilos de crianza muy autoritarios, que alejan a los niños de sus padres, aunque estos padres crean que lo hacen por el bien de sus hijos. El maltrato y el autoritarismo no solo determinan que los vínculos con los hijos se hagan más disfuncionales, sino que afectan el desarrollo neurosicológico de los niños.

¿Crees que eso está cambiando?

Sí, hoy hay una conciencia creciente de la necesidad de desarrollar la inteligencia emocional y los vínculos afectivos positivos con los hijos. Los padres de hoy leen más libros sobre educación, y leen con sus hijos, asisten a más charlas y los acompañan más, aprovechando esas ocasiones para conversar.

¿Los padres escuchan a sus hijos?

A decir verdad, escuchar no es una virtud especialmente desarrollada en nuestra cultura. Hay una tendencia a pensar que comunicarse es entregar mensajes más que prestar atención a lo que nos cuentan. A veces tenemos poca paciencia para terminar de escuchar las historias de los niños y los interrumpimos antes de que terminen, criticándolos o dándoles consejos. Cuando son interrumpidos, especialmente críticamente, se cierran y van perdiendo el interés por comunicarse con sus padres. Escuchar es ponerles atención plena cuando hablan: mirarlos a los ojos, dejar el celular y suspender otras actividades que nos distraigan.

¿Qué tienen que hacer los padres para que sus hijos los escuchen?

Es importante darse el tiempo para tener una relación de uno a uno. Estar al tanto de qué les interesa, qué les preocupa, quiénes son sus amigos, y acercarse no solo para corregir, sino también para validarlos. Una poderosa herramienta de comunicación es el juego. Es increíble lo que los niños conversan y escuchan mientras están jugando.

¿Cómo podemos criar niños más empáticos?

Primero, siendo un modelo empático, y en eso son claves los padres y los profesores, quienes podrían partir por no fijarse tanto en lo que el niño hace mal, sino que centrarse en lo que el niño hace bien. Estar atentos y felicitarlo cuando espontáneamente tiene reflejos amables o es acogedor con su entorno. No se trata solamente de una empatía emocional, sino también de una empatía pro social: hacer algo para que otro se sienta a gusto. Por ejemplo, si el papá quiere comer tallarines y la mamá está a dieta, reemplazar un "No, estás loco, estoy a dieta", por un "Entiendo, estoy a dieta, pero igual los podemos hacer para ti".

¿Qué recursos podrían ser útiles para salir al paso de una situación de predisposición negativa?

En el libro, los niños relacionan el día lunes a un día agobiante para los padres. Al día en el que mamá y papá corren, trabajan, van al supermercado y terminan agotados, quejándose y de mal humor. Lo que ellos digan y hagan, cómo enfrentan el trabajo, será también un modelo. Por ejemplo, si hay que hacer una tarea o leer un libro para el colegio, los niños pueden reconocerlo como una actividad gratificante si los padres la comparten con ellos, si hacen de ello un momento especial. En el caso del día lunes, por ejemplo, los padres pueden proponer una comida o actividad especial, exclusiva de ese día, y los profesores pueden evitar poner pruebas o tareas, evitando que el lunes se meta en el domingo.

Bajo esa lupa, ¿qué mundo adulto les pintamos a los niños hoy?

El mundo que les estamos legando a los hijos es preocupante. En lo macro se ve muy competitivo, marcado por conflictos y con figuras de autoridad descalificadas por problemas éticos. Desde lo micro, padres abrumados por las obligaciones, con frecuencia muy descontentos en su trabajo y sobrepasados con las tareas domésticas. Padres y madres crónicamente agotados, que hacen sentir a sus niños culpables y como una carga, más que como una fuente de felicidad.

¿Cómo convive este mundo adulto con el tiempo y dedicación que requiere un niño?

Es natural que los padres se sientan cansados y empatizamos con que ser madre o padre es un desafío demandante. Es legítimo sentirse así, pero lo que no es legítimo es transmitir esa carga a los hijos. Los niños deben sentir la alegría que significan en la vida de sus padres y, a veces, los padres culpabilizan a los niños por las demandas que significan. Se olvidan de expresarles cuánto los quieren y lo que significan en sus vidas, o lo felices que fueron cuando ellos nacieron. Conversar sobre los buenos recuerdos y expresarlos con frecuencia, o reunirse a ver álbumes familiares de cuando eran pequeños sirven para ello.

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El libro ¡Lunes otra vez! está disponible en las principales librerías del país, en librerías Catalonia (Av Las Urbinas 17 o Av Santa Isabel 1235, Providencia) y en formato eBook, en Amazon.com ($ 10.900).[/caption]

*Neva Milicic es, además, magíster en Educación de la Universidad Católica, doctora en Psicología de la Universidad de Gales (Reino Unido) y profesora titular de la Escuela de Psicología UC en las cátedras de Trastornos del Aprendizaje y Educación para Padres. En la línea de la literatura infantil, ha publicado libros como Tú no me mandas (2014, Catalonia), Tantos a quienes querer (2013, Zig-Zag); y Se me olvidó (2012, Zig-Zag).

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