Temer equivocarse por miedo a ser juzgada o criticada puede ser desgastante e incluso hacerte sentir sola. Al final, por no exponerte, dejas de generar lazos de amistad o te paralizas cuando crees que los otros tienen la oportunidad de criticarte. Pareciera propio de personas hedonistas o narcisistas, pero no. Es manejado por la ansiedad. Y el término con el que fue acuñado, lo explica: sientes como si estuvieras siempre bajo un foco que ilumina cada pequeño defecto y anomalía. Tus errores, quedan en evidencia.
El efecto de Foco (o en inglés, Spotlight effect), se refiere a la tendencia de pensar que nuestro entorno nos presta más atención de la que en realidad nos presta. La psicóloga clínica Débora Moraga, especialista en ansiedad y psicoterapia estratégica breve, explica que es la tendencia constante y permanente a sentirnos evaluadas por nuestro entorno, que nos genera un malestar significativo al dudar constantemente en cómo deberíamos comportarnos o qué deberíamos decir o sentir para poder encajar y pertenecer. Su origen, dice, se ubica en el cerebro.
“Nuestra amígdala cerebral, que forma parte del sistema de amenaza, es una estructura ubicada al centro del cerebro, que tiene la función de captar estímulos del entorno y generar reacciones emocionales. Ésta, además se encarga de recibir señales de peligro, por lo que tiene una huella muy marcada y reactiva en el caso de que nuestras experiencias pasadas hayan sido muy marcadas por el rechazo. Cuando así ha sido, lo que los demás puedan pensar de nosotras, se transforma en una preocupación excesiva”, dice Moraga.
Los estereotipos de género se involucran en este sentir porque nos hacen creer que tenemos defectos y virtudes, cuando en realidad como seres humanos tenemos características, complementa Débora. “Cuando tratamos de tapar estas características que no son tan aceptadas por la sociedad nos perdemos a nosotros mismas. Nos avergonzamos de que se nos note un poco eso que puede ser rechazado. Según la investigadora Brené Brown, la vergüenza es el miedo a no conectar. Entonces, si no vemos nuestras características de cuerpo o de comportamiento como lo que son, características, vamos a estar constantemente cuestionándonos, insegurizándonos y perdiéndonos a nosotras mismas”, dice.
La psicóloga clínica y coach Emilou Marguirott explica que este fenómeno además es un síntoma de muchas personas perfeccionistas que viven en una sociedad donde importas por tus logros y por lo que tienes. “Quienes sostienen estas creencias son las personas que se enfocan más en el hacer que en el ser, tendiendo a sentirse evaluadas. Tengo la sensación de que el denominador común tiene que ver con padres o figuras paternales que han sido muy críticos o desconfiados de otros, encontrándole siempre algo al otro. La percepción que nuestros padres tienen de nosotros como niños influye en cómo nosotros percibimos que el mundo nos espera. Entonces, si hay alguien que es crítico, que es duro, que te evalúa todo el tiempo y que no acepta tanto tu naturaleza humana, te sientes expuesto”, dice Marguirott.
Esta manera de ver y de sentir el mundo incluso afecta los vínculos, continúa Emilou Marguirott, porque las personas tienden a evitar hacer nuevos amigos. “Y es que a menos de que se sientan realmente aceptados por otros y que ellos mismos acepten estas partes de sí mismos, se terminan aislando, asumiendo que van a ser criticados o paranoicos, imaginando cosas”.
Algunos de los indicadores que muestran que nuestra preocupación por la opinión de los demás es excesiva, dicen las expertas, los podemos detectar cuando cambiamos nuestros puntos de vista por acomodar al otro, cuando evitamos la confrontación y conflicto, cuando disimulamos estados emocionales que puedan ser rechazados, cuando tomamos decisiones tratando de satisfacer las expectativas de los demás o buscamos la validación de otras personas.
“Entre los casos que podemos ver, hay personas que son súper inseguras, que minimizan sus logros, no se sienten tan dignas de admiración y que ponen especial énfasis a las características que no le gustan de sí mismas. Esto les genera mucha ansiedad. Pero también existen quienes se sienten grandiosos, que desde pequeños los sobreestimaron y que sienten que las personas que están a su alrededor deben adularlos. Si eso no ocurre, son sensibles y pueden incluso deprimirse porque no pueden encontrarse en el mundo si no están en el centro”, especifica la psicóloga clínica Débora Moraga.
Dentro de los constantes autocuestionamientos a los que se someten estas personas pueden aparecer preguntas tan básicas como: ¿Está bien la ropa que estoy usando? ¿Estuvo bien lo que dije? ¿Todos se dieron cuenta de que estaba despeinada? ¿Me odian?
Según la especialista en ansiedad y psicoterapia estratégica breve, esto se hace un problema cuando nuestra autoestima va dependiendo de las opiniones de los demás. “Esto empeora con el diálogo interior que comenzamos a tener respecto de nosotros mismos. Nos criticamos y usamos las palabras más duras que pueden existir si sentimos que algo hicimos muy mal. Tomamos las creencias externas como verdades absolutas y nos juzgamos si nos alejamos de lo que pensamos que puede darnos la aprobación. Todos queremos gustarle a los demás, pero el problema es cuando esto nos aleja de nosotras y perdemos nuestra esencia para poder encajar”.
Para gestionar esta tendencia, hay muchas técnicas y terapias que deben ser enfocadas en lo que al paciente le funcione, por eso, es prueba y error. La misma psicóloga clínica, Emilou, cuenta que fue capaz de superarlo con la psicología de la compasión. “Me sentía muy muy evaluada. En la época de que mis niños iban al jardín, cuando me tocaba ir a las reuniones de curso, tenía una sensación como de no ser suficiente o de que me iban a juzgar por un pequeño error. Elaborándolo, he logrado entender que me sentía así porque
tuve padres que eran críticos y más que críticos con ellos, lo eran con otros. Creciendo traté de esconderme en mi refugio falso –que es un concepto de la psicología budista–, que fue ser muy académica y estudiar muchísimo. Pero fue en el momento en que reconocí mi sobra, como decía Jung, cuando pude integrarlas y sanarlas como parte de un proceso”, cuenta.
Si bien no todas las técnicas son universales, sí podemos utilizar ciertas estrategias para trabajarlo. Algunas de ellas, menciona la especialista Débora Moraga, es aprender que nunca le vamos a gustar a todo el mundo, cultivar nuestra esencia (lo que le facilita a las personas conectar con nosotros) y trabajar a través de algún proceso psicoterapéutico en conocernos, aceptarnos y sostener quienes somos con todas nuestras características, para soltar la idea de que deberíamos ser de alguna otra manera. Asimismo, podemos trabajar en la autocritica para poder tener un diálogo interior amable con uno mismo y en las expectativas con las que realizamos cada una de nuestras actividades y focalizarnos en nuestros objetivos. Parte del proceso terapéutico, concluye, involucrará aprender a tolerar la carga emocional que genera una crítica y exponerse, sabiendo que, aunque te critiquen, estas opiniones sólo son parte de la diversidad de posturas que pueden existir, hasta que, finalmente, la opinión de los demás deje de alterar tu realidad.