Paula 1175. Sábado 6 de junio de 2015.
El narrador argentino César Aira, quien tiene casi cien novelas a su haber, se ha vuelto el escritor de esta temporada: además de haber sido finalista del prestigioso premio Man Booker 2015, aparecen dos colecciones dedicadas a su obra.
Aunque el autor húngaro László Krasznahorkai se quedó con el Man Booker Prize de este año, entregado el 19 de mayo, el argentino César Aira fue el único latino entre los 10 finalistas de este prestigioso galardón inglés, que antes han obtenido Lydia Davis, Philip Roth y Alice Munro.
Además, la editorial Emecé acaba de publicar una colorida y peculiar Biblioteca César Aira, que rescata sus novelas aparecidas hace un par de décadas en editoriales de varios países. No es todo: también Mondadori propone su propia colección del autor. Bien conocido para los lectores literarios del continente y de España, además se publica y celebra en inglés: la editorial New Directions acaba de homenajearlo en Nueva York.
La Biblioteca César Aira supone que por primera vez estarán al alcance de los lectores libros que de otra manera seguirían desperdigados, porque una de las peculiaridades del autor es su sistema de circulación: entregar cada una de sus novelas a pequeñas editoriales de ciudades latinoamericanas.
La princesa primavera, La villa, La abeja y Embalse, primeros títulos de la Biblioteca Aira, son muestras de una obra que se distingue por su capacidad inventiva y exquisita ligereza. También están Varamo, cuya acción –siempre más importante que la sicología de los personajes– gira en torno a la falsificación de billetes en Panamá; La liebre, una de sus obras clásicas, con gauchos e indios en la pampa del siglo XIX; La guerra de los gimnasios, desquiciada batalla entre pandillas de fisicoculturistas que se ambienta en el barrio porteño de Flores; y Los misterios de Rosario, donde un grupo de académicos de la Facultad de Humanidades "tuvo el valor de abandonar la especulación literaria y entrar en el campo de la aventura".
La obra de Aira invita a pensar la realidad desde una óptica completamente nueva y original. Con humor y soltura, pasa del naturalismo a la fábula y del relato de viajes a las disquisiciones científicas, y por eso se ha situado como un autor esencial en nuestro idioma. Imposibilitado de escribir a la manera de los narradores decimonónicos, como sus adorados Dickens y Balzac, se ha dedicado a crear pequeñas máquinas narrativas perfectas que desarman la noción tradicional de la novela. Su obra, en este sentido, es cómplice de innovaciones fundamentales como los ready mades de Duchamp, las composiciones de John Cage o las primeras películas de Godard. Leerlo es una experiencia.