Grey area drinking o el área gris del alcohol, es un término relativamente nuevo que describe a aquellas personas que, sin caer completamente en la definición de alcoholismo, consumen más de lo que se podría considerar una cantidad moderada de alcohol. Sin cumplir con los criterios para ser una dependencia a esta sustancia que si bien es considerada una droga según la definición de la OMS, tiene la característica de ser un peligro encubierto dado la normalización de su consumo por su fuerte componente social y recreativo. Esto hace que, para muchos, sea muy difícil mantenerlo fuera de sus vidas por completo.
Esta área gris o limbo entre el alcoholismo y el consumo responsable tomó fuerza con la pandemia y las largas cuarentenas a las que la mayoría de la población mundial fue sometida en distintos momentos. Producto del estrés generado por un futuro incierto sumado al encierro, muchas personas recurrieron al alcohol como forma de liberar la tensión que día a día se acumulaba. De acuerdo con el estudio Alcohol Consumption during the COVID-19 Pandemic conducido por especialistas de John Hopkins University en Baltimore, un 60% de los encuestados reportaron un incremento en su consumo de alcohol en comparación con los niveles previos a la pandemia. Las razones que argumentaron para este alza fueron precisamente el mayor nivel de estrés y aburrimiento. Además, según el reporte, los participantes del estudio que indicaron sentirse estresados producto de la pandemia fueron los que registraron un mayor incremento en el número de copas que consumían a lo largo de periodos más prolongados de tiempo.
Vicente García-Huidobro, psicólogo clínico especialista en adicciones, miembro del Centro Nuevo Norte dedicado al tratamiento de adicciones quien, además, ha participado en la implementación de programas escolares para la prevención del consumo de alcohol y drogas explica que, si bien el concepto grey area drinking es efectivamente nuevo, habla de una experiencia muy antigua. “Se ha acuñado esta idea por la mayor percepción de la presencia del alcohol en nuestras vidas. Nosotros siempre vimos a familiares que tomaban una o más copas de vino junto a la comida, era parte de la costumbre”, explica el especialista. “Esta conducta se ha mantenido y ha aumentado en ciertos grupos sociales más agobiados con la carga del trabajo y también en la población femenina que siente que entre el cansancio del trabajo y la vida ya no tienen tiempo para ellas mismas”. Agrega que, en mujeres, el consumo es principalmente de bebidas de menor graduación alcohólica como vino o espumante y se produce en el horario de la tarde al terminar la jornada o la noche.
Y si bien un volumen elevado de copas implica caer dentro de la zona gris —de acuerdo con las recomendaciones de SENDA Chile y la OMS— este no es el único criterio a considerar. El psicólogo Vicente García-Huidobro aclara que también cuando el alcohol es una parte importante de la rutina se puede estar entrando en esta área gris. “Si existe un consumo constante de alcohol pero no se sabe si califica para una posible dependencia la pregunta esencial es, ¿cuándo hay consumo problemático de alcohol?”
El Manual Estadístico y de Diagnóstico de Enfermedades de Salud Mental DSM 5 establece que el Trastorno por uso de Sustancias, se caracteriza por un de síntomas que se dan de manera conjunta. Se trata de una condición que tiene manifestaciones en el ámbito cognitivo, fisiológico y conductual y que provoca cambios a nivel neurológico.
Andrés Borzutzky psicólogo clínico especialista en psicoterapia de adultos y adicciones y Director Ejecutivo Instituto Médico Schilkrut aclara que hoy se entiende que los trastornos por uso de sustancias son una enfermedad médica que involucra cambios en los circuitos cerebrales que procesan las recompensas, el estrés y el autocontrol. Agrega que el criterio de la cantidad o la frecuencia para determinar una dependencia o adicción no es suficiente. “Es un filtro muy grueso para poder realizar un diagnóstico. Hay personas que con cantidades bajas y menos frecuentes tienen cambios cerebrales y relacionales muy significativos”, explica. El especialista agrega que, cuando comienzan a afectarse los circuitos cerebrales, además de aparecer emociones negativas frente a la imposibilidad de consumir o la limitación del consumo, las personas están más atentas a las actividades en las que el consumo podría estar presente, se afecta el sueño, durmiendo muy poco en la noche o de mala manera, o necesitando beber para poder dormirse o hipersomnia durante el día y desplazamientos a otros tipos de conductas compulsivas en el área de la alimentación, sexualidad o la actividad física. “Cuando la persona no puede consumir alcohol puede aparecer, irritabilidad, frustración la sensación de que sin alcohol será un momento desagradable además de síntomas físicos que terminan afectando sus principales vínculos con sus hijos, pareja, amigos, sus relaciones laborales, actividades recreativas, deportivas, etc.”.
Y es que, una dependencia al alcohol afecta la vida de una persona en todos los ámbitos. Pero incluso sin llegar a una adicción, basta con entrar en esa zona gris para comenzar a sufrir los efectos que esta sustancia causa en nuestro organismo y en la salud. De acuerdo con el estudio La Carga Global de las Enfermedades publicado en la revista médica The Lancet que analizó las repercusiones del consumo de alcohol en residentes de 195 países, ningún nivel de esta sustancia puede ser considerada saludable o positiva para nuestro sistema. Esta conclusión a la que llegaron los investigadores se contradice de manera radical con la ampliamente arraigada y antigua creencia de la copa de vino junto a la comida cada noche como un potencial aporte para la salud cardiovascular. Y es que, esta idea no es más una fantasía si se consideran todos los efectos adversos —que superan con creces cualquier posible beneficio— que genera su consumo para el organismo según la investigación.
El alcohol es el principal factor de riesgo de enfermedades a nivel mundial. Se ha comprobado que existe una estrecha relación entre su consumo y el riesgo de padecer distintos tipos de cáncer, enfermedades transmisibles y lesiones producto de la disminución de la capacidad cognitiva y el incremento de acciones violentas, el aumento de accidentes automovilísticos, entre otras. E incluso es responsable del 10% de las muertes en la población de 15 a 49 años. Y si bien puede que para muchos el consumo fluctúe todavía entre el blanco y negro, el área gris del alcohol es peligrosa.