Si algo nos dejará la pandemia, es la certeza de que mover las piernas es fundamental. Cuando el virus nos encerró en casa, comenzamos a valorar más que nunca un acto tan sencillo como dar pasos. Las bondades de caminar ya las habían descubierto los griegos. Luego las romantizaron escritores y artistas, y en los últimos años se las apropiaron empresarios tecnológicos. Los médicos recomiendan andar como una forma de deporte y también de terapia.
Tal vez por eso sus efectos se siguen estudiando. La evidencia más reciente apunta a que todo esfuerzo extra tiene un impacto en nuestra salud.
Un estudio concluyó que si todos los adultos caminaran diez minutos más al día, se podrían evitar más de 111.000 muertes al año. Para esta investigación, publicada en la JAMA Internal Medicine, los expertos utilizaron datos sobre la actividad física y las tasas de mortalidad de miles de estadounidenses.
Hasta hace poco se hablaba de una cifra mágica a la hora de sacarle mayor beneficio a esta actividad: la de los 10.000 pasos diarios. El número se impuso por los cientos de aplicaciones de conteo de pasos disponibles en el mercado. Pero este y otros estudios han ido borrando de a poco esa creencia.
“La controversia que se ha visto con la cantidad de pasos se debe a que es difícil hacer una recomendación general. Esta debe ser adaptada a cada persona”, explica Luis Vergara, médico internista especializado en medicina deportiva.
Aunque las publicaciones son diversas, se ha llegado a un consenso de que un poco siempre es mejor que nada y que lo más importante es enfocarse en el cómo más que en el cuánto.
“Para obtener los mayores beneficios de caminar, lo ideal es que esta caminata tenga una intensidad elevada. Mientras más elevada sea, más beneficios cardiovasculares vamos a tener”, dice Vergara.
Para simplificarlo, el experto aconseja caminar como si fuéramos atrasados hacia un lugar. Es así como empezarán a aparecer los signos de que estamos usando la caminata como un ejercicio: un aumento de la frecuencia respiratoria, de la temperatura y una leve transpiración.
“Probablemente no todas las personas van a poder hacer una caminata intensa. Sobre todo los adultos mayores, personas que tienen artrosis, problemas articulares o que simplemente tienen una mala capacidad física. Ahí la recomendación es que cada camine lo que más pueda a su máxima intensidad”, asegura.
Porque los beneficios además de físicos, explica, son psicológicos. “Estar encerrados en nuestras casas, muchas veces sentados, en teletrabajo, nos ha hecho estar muy sedentarios. Esta puede ser una manera de botar el estrés, de poder desconectarse y relajarse”.
Caminar hacia las ideas
La escritora británica Virginia Woolf no es la única que paseaba en búsqueda de inspiración para sus novelas. Caminar ha sido un aliado de pensadores a lo largo de toda la historia. Y la ciencia ya ha comprobado que dar pasos es una herramienta que puede iluminar a cualquiera.
Uno de los estudios más significativos, publicado en 2014 por la Universidad de Stanford, examinó los niveles de creatividad de las personas mientras caminaban versus mientras estaban sentadas. La producción creativa de una persona aumentó en un promedio de 60% al caminar.
Este aumento era similar cuando se caminaba en interiores o exteriores, por lo que se confirmó que el hecho de caminar en sí, más que el entorno, es un impulso clave.
Se barajan dos posibilidades de por qué sucede. “Una posibilidad es que caminar requiere el nivel de atención preciso para evitar que el cerebro suprima pensamientos”, explica uno de los coautores del estudio, el académico de la Escuela de Educación de la Universidad de Stanford, Daniel Schwartz. “Otra es que caminar mejora el estado de ánimo, lo que hace que uno no se detenga en una sola idea o dos”,
Según el experto, este mecanismo puede ser aprovechado en cualquier actividad física que sea tan fácil y repetitiva que pueda ser realizada hablando. “Si eres muy bueno tejiendo, también podría ser una forma de generar pensamientos creativos”, dice.