Paula 1185. Especial Belleza, sábado 24 de octubre de 2015.

¿Qué diferencias hay entre el cerebro de la mujer y del hombre?

Lo único que está más estudiado son las enfermedades neurosiquiátricas. Mientras los hombres tienen más tendencia al autismo, a trastornos del aprendizaje y a la esquizofrenia, las mujeres tenemos más tendencia a depresiones y a trastornos ansiosos. También se ha estudiado que los hombres son en promedio menos empáticos y más agresivos. Por último, hay diferencias anatómicas: el cerebro del hombre tiende a ser cien gramos más grande que el de la mujer.

También se podría decir que el cerebro de la mujer es cien gramos más chico que el del hombre.

Exacto, pero que las mujeres seamos menos inteligentes o que los hombres sean más inteligentes por tener el cerebro de mayor tamaño no incide en la inteligencia. Pensar así es ignorar la capacidad plástica de desarrollo del cerebro, donde hay una interacción entre los factores genéticos, hormonales y ambientales. Por ejemplo, se ha estudiado cómo aumentan partes de la corteza en personas fanáticas de los videojuegos y personas que tocan instrumentos. Y eso pasa tanto en hombres como en mujeres. Todo esto es moldeable.

¿Cómo inciden las hormonas en estas diferencias?

Se sabe que una exposición del feto a altos niveles de andrógenos está asociada a la agresividad y a la falta de empatía. Hay mujeres que tienen altas tasas de testosterona durante la gestación y tienen tendencia a ser más agresivas y menos empáticas que el resto.

¿Y las hormonas explicarían por qué somos más lloronas que los hombres?

Como el hombre en promedio es menos empático se asocia a que es insensible, pero no hay estudios concluyentes al respecto. Muchas de estas diferencias están asociadas a mitos.

¿Cómo cuáles?

El más importante: que no hay diferencia entre hombres y mujeres. Incluso, algunos neurocientíficos afirman que todas las diferencias que existen son netamente culturales. El otro extremo de esto sería quienes afirman que las niñas hablan antes que los niños o que las mujeres hablamos cuatro veces más rápido que los hombres. Existe un test, el de afluencia verbal, que lo único que asegura es que las mujeres decimos un poco más de palabras, pero es una diferencia mínima. De ese mismo mito se desliga otro importante: que al ser las mujeres mejores para el lenguaje, los hombres son buenos para las matemáticas. Pero resulta que no hay ninguna evidencia que demuestre más capacidades ni para los hombres ni para las mujeres en términos cognitivos. Efectivamente, abordamos los problemas de forma diferente, pero no incide en quién es mejor que otro.

Pero históricamente se ha vinculado al hombre con su habilidad para las matemáticas.

Eso pasa porque siempre se ha favorecido al hombre primero: que él vaya a la universidad y se desarrolle intelectualmente en desmedro de la mujer, quien debía ocuparse de la casa. Incluso, hay estudios que te piden resolver un problema como recordar una figura abstracta. Si dices que es un problema de geometría, los hombres lo hacen mejor y si dices que es un problema de memoria, las mujeres lo hacen mejor. ¿Qué significa esto? Que los estereotipos culturales condicionan nuestro rendimiento e influyen en cómo desempeñamos ciertas tareas. En países donde hay igualdad de condiciones, se aprecia que la brecha entre hombres y mujeres matemáticos se acerca cada vez más. O si a uno lo desarrollan más en un área, por supuesto que va a triunfar.

La antropóloga norteamericana Hellen Fischer afirma que los hombres responden al sexo a través de estímulos visuales, mientras que las mujeres lo hacen a través de estímulos verbales.

En términos neurocientíficos no se han observado diferencias. El hombre responde a estímulos visuales porque ha sido educado de esa forma. Ahora, es imposible disociar a una persona de la cultura en que está inmersa y sus comportamientos están condicionados por ella. Sin embargo, en todo ámbito y área del conocimiento, si a una persona se le enseña desde pequeña a derribar prejuicios, esta aprende y triunfa. Deberíamos empezar por decirles a nuestras hijas mujeres lo capaces que son para todo y no para ciertas cosas. De seguro esto cambiaría el mundo.