El cuerpo profanado




Paula 1146. Sábado 26 de abril de 2014.

La última novela de la francesa Christine Angot lleva a la perfección una escritura en extremo

pulcra sobre un asunto inquietante: la narración en primer plano del sexo para hablar del

sometimiento femenino al poder masculino. Una semana de vacaciones (Anagrama) se lee de una vez, con angustia, y resuena con un vacío en cada parte del cuerpo.

Aunque Christine Angot (55) no sea excesivamente conocida fuera de Francia, en su país es una autora tan polémica como celebrada desde hace veinte años. En su última novela, Una semana de vacaciones, condensa su narrativa –antes más experimental y desordenada–, para lograr la descripción del abuso sexual con un nivel inusitado de perfección. Su fama comenzó con El incesto (1999), que la hizo conocida por la forma totalmente descarnada en la que hablaba, en primerísima persona, sobre los abusos de un padre a su hija adolescente, además de una búsqueda amorosa que incluía homosexualidad y diversos grados de sometimiento y violencia contados desde diarios sicoanalíticos y delirios de asco. Unas diez novelas y textos teatrales han pasado desde entonces, dejando más admiración y más polémicas: una mujer se querelló en su contra porque reconoció su historia en uno de sus libros, por lo cual Angot tuvo que pagarle 40 mil euros de reparación, y su ex novio la denunció a la justicia por usar su vida en la literatura. Ella, en tanto, rechazó el prestigioso premio Sade por considerar que su obra es completamente opuesta a la del Marqués, el supuesto iniciador de la tradición de la literatura erótica francesa.

El proyecto estético de Angot parece justo lo contrario de buscar provocar un escándalo moral y crear una liberación carnal y mental. Su propósito, quizá, también difiere del de las magníficas novelas eróticas de George Bataille, que escudriñan una arqueología de las pulsiones para desarticular una ética corporal falsa y opresiva. Esta autora, más bien, devela cómo las relaciones más estrechas pueden transformar al cuerpo en un objeto degradado, inerte, y al deseo en una imposición de poder en la cual el agresor se trasviste en víctima de la belleza y la dulzura.

precisión milimétrica escenas íntimas en las cuales los sentimientos están ausentes de las palabras. Por eso es capaz de mostrar hasta el escalofrío

el nivel de perversión y sometimiento, de frialdad

e ignorancia, que forman una relación absolutamente desigual entre un hombre y una mujer.

En Una semana de vacaciones narra con precisión milimétrica escenas íntimas en las cuales los sentimientos están ausentes de las palabras, como una amenaza. Por eso es capaz de mostrar hasta el escalofrío el nivel de perversión y sometimiento, de frialdad e ignorancia, que forman una relación absolutamente desigual. Son apenas cien páginas, que se leen de un tirón, con remecimiento. Su fría precisión parece ser la única forma de mirar de cerca lo más horrible y sentir el vacío de un cuerpo profanado. Tras la angustia, entonces, se puede pensar otra vez en la violencia, el placer, el amor y el odio que nos constituyen irremediablemente.

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