Recibir el diagnóstico de cáncer de mama es un momento que deja una marca imborrable en la vida de cualquier mujer. Sin embargo, cómo se enfrenta esta noticia puede variar dependiendo del momento vital en el que se encuentre. “De hecho, uno de los factores que puede diferenciar cómo reacciona una mujer es la edad. Pero más que la edad como una cifra, tiene que ver con la etapa de la vida en la que la pilla la enfermedad”, dice la psicooncóloga Daniela Rojas, probablemente una de las profesionales con más experiencia en salud mental y cáncer en el país.

Entonces, si pensamos en una mujer de 40 años en nuestro país –sigue Daniela–es probable que se encuentre en plena etapa de crianza, puede tener hijos pequeños, y en ese caso, la preocupación por la estabilidad emocional de esos niños y por cómo van a reaccionar al tener a la mamá enferma es una preocupación central.

“Para una mujer que no tiene hijos, las preocupaciones serán diferentes, dependen mucho de cuáles son los seres queridos que tiene cerca; cuáles considera que pueden ser más vulnerables a lo que le está pasando. Generalmente, pueden haber adultos mayores, como abuelos o incluso los propios padres, y esta mujer puede sentir que les está causando un sufrimiento en una etapa de la vida en la que deberían estar descansando o disfrutando de los nietos”.

Sentirse sola en esto

Según la experta, en las mujeres sub 40 ocurre un fenómeno particular, y es que se dan en mayor medida sentimientos de soledad; sienten que nadie está entendiendo lo que les está pasando, que nadie es capaz de vislumbrar la envergadura de lo que les está pasando. Esta sensación de soledad se agudiza debido a la falta de un grupo de pares.

“Cuando eres una mujer mayor de 45 o 50 años, es probable que tengas amigas o que conozcas personas, o incluso estés en grupos de apoyo, donde hay otras mujeres pacientes de tu misma edad, con las que puedes conversar y tener ciertas temáticas y problemáticas comunes. Pero cuando eres una mujer joven, es más difícil que vayas a encontrar mujeres que sean de tu misma edad por el lado oncológico y con las que puedas compartir lo que significa ser una mujer joven y estar enferma”, asegura Daniela.

Además, es un momento vital en el que las personas están desarrollando sus proyectos laborales o estudiando. “Ven a su alrededor que las personas de su misma edad están trabajando, saliendo, viajando… llevando a cabo ese proyecto que para ellas se ha truncado. Y eso obviamente empeora el sentimiento de soledad”, agrega Daniela.

Temor a que el cuerpo cambie

Algo que le ha tocado ver a esta especialista en mujeres más jóvenes con cáncer de mama, es el temor a que la enfermedad actual pueda llevarlas a un deterioro en su salud hacia el futuro. “La gente está más familiarizada con el concepto ‘Long Covid’, pero existe un ‘Long Cáncer’; hay muchos efectos secundarios de los tratamientos que no se resuelven hasta después de dos años de haber terminado con ellos”.

Y es que, como explica la psicooncóloga, algunos tratamientos detienen la actividad de las hormonas y eso tiene consecuencias; las mujeres se sienten más cansadas, más lentas, menos hábiles, con dificultad para concentrarse y con alteraciones en la sexualidad. “Uno de los mayores temores de las mujeres más jóvenes, es que los síntomas se extiendan a través del tiempo y tengan una vejez anticipada”, afirma.

En el fondo, hay un profundo temor a que el cuerpo no vuelva a ser el de antes y eso también se ve como un daño en la autoestima. “Además están los cambios físicos que conlleva esta enfermedad –mastectomía, caída del pelo, hinchazón, etc.–, y sus efectos en el autoconcepto son transversales e independientes a cualquier edad”, asegura Daniela.

“Estamos hablando de las mamás, del pelo, partes del cuerpo que, a partir de los estereotipos de belleza que existen en nuestra cultura, son importantes para las mujeres, entonces evidentemente hay un duelo”, agrega e insiste: “esto le ocurre a las mujeres de 30, pero también a las de 40, 50 o 60.

Recién hace poco tiempo y al alero del feminismo se ha comenzado a ver a mujeres que en otros países comienzan a llevar esto como una causa y dicen que no son mujeres incompletas, ni están mutiladas, ni necesitan que las recompongan por no tener una mamá. Pero, según la psicóloga, esto todavía no es lo común y depende de las significaciones y creencias que cada una tenga respecto a su cuerpo.

Enfrentarse a la pareja

Otro cosa es lo que ocurre con la pareja. “El temor de las mujeres que están en una relación es que, debido a los cambios físicos que genera la enfermedad, dejen de ser deseables para el otro, o que las rechacen. Y también es transversal a la edad”, comenta Daniela. Esto tiene que ver con que la vida de las mujeres –otra vez por los estereotipos de género– está surcada por el temor al abandono y a la pérdida del amor. “Si no eres, si no te portas o no te ves de cierta manera, entonces te vas a quedar sola. Y eso se intensifica cuando los signos de la enfermedad tienen todo que ver con cómo te dijeron que “tenía” que ser una mujer”, agrega.

En cambio, aquellas mujeres a las que las pilla el cáncer sin pareja, es el cómo se enfrentan a una nueva pareja, el principal temor. ¿Cuándo contar que tienen o tuvieron cáncer? ¿Al hacer match en una app de citas? ¿La primera vez que hablan? ¿En la primera cita? ¿Si no lo dicen, están mintiendo? O si esperan el encuentro sexual para decirlo ¿es publicidad engañosa para el otro?

Todas estas preguntas surgen en la consulta de Daniela. “Muchas piensan por qué las van a elegir entre tantas otras mujeres que no tienen la enfermedad. Por eso el momento de la develación del diagnóstico es un problema pues no sabe cómo va reaccionar el otros a su corporalidad que es distinta”.

Miedo a la dependencia

“Nunca me voy a olvidar de una paciente que la estaba viendo en su casa porque estaba con un cáncer avanzado, ya estaba postrada, era una mujer de 78 años. En un minuto me dijo ‘nunca pensé que me iba a pasar esto’. Le pregunté si se refería al cáncer, y me respondió ‘no, morirme’.”, cuenta la psicooncóloga. Entonces, cuando una persona de esa edad, que probablemente ha visto partir a pares, no ve cercana la muerte, se da cuenta de que vivimos en una en una sociedad en la que el sufrimiento, la enfermedad y la muerte están relegados a un segundo o tercer plano. Por eso es que las mujeres que reciben el diagnóstico a avanzada edad igual lo viven con miedos.

En las mujeres mayores lo que sí reconoce Daniela es la preocupación por la dependencia. “Hoy en día tenemos muchas y diversas vejeces y hay personas que están muy activas, a veces son independientes, viven solas. Y cambiar eso y tener una vejez precaria en términos de salud o económicos es una preocupación”.