Usted conoce al derecho y al revés el mundo literario. ¿Qué lo emociona aún de la literatura?

Más que el derecho me interesa el revés, la capacidad de la literatura para ponernos al otro lado del tapiz: la materia, los materiales con que la vida nos hace y nos deshace. Me refiero a materiales tan diversos como el yo y sus espejos y espejismos; los miedos tangibles o quiméricos; la realidad como combate y las derrotas consecuentes; el tacto y los deseos; lo inexorable de los condicionamientos económicos, el transcurrir que nos escribe, corrige y tacha; la fuerza no siempre benéfica de los sueños no cumplidos pero no olvidados. Cuando la literatura me ofrece el contacto con esos materiales me despierta admiración, es decir, agradecido reconocimiento hacia las capacidades posibles que alberga el vivir y, sobre todo, el vivir como vivir entre los otros.

¿Y de su labor de editor?

Como editor me sigue produciendo cierta euforia interior encontrarme con un texto en el que pueda apreciar lo que llamo "pensamiento literario", algo que no podría definir exactamente pero que tiene que ver con una mirada verbal que es,a la vez, inteligente y "entrelagente". Poder hacer público un texto así es muy satisfactorio y puedo asegurar que cuando su edición, por motivos que pueden ser dispares, pasa inadvertida, una especie de tristeza editorial cae sobre uno. Afortunadamente nuevos libros, nuevas propuestas, nos permitirán retomar con ánimo la tarea.

¿Es complicado ser un editor de trinchera, con las condiciones actuales del mercado editorial?

En el sistema de mercado en que vivimos y actuamos, la lógica del beneficio rige de manera principal nuestros quehaceres y esto repercute sobre la actividad editorial. Pero las sociedades no se pliegan de manera rígida o mecánica con el sistema sobre el que se asientan. Las vidas, como la Historia, están atravesadas de tensiones, de dinámicas distintas, con fuerzas desiguales según el momento pero siempre vivas. Vivimos bajo la tiranía de una imaginación colectiva que tiene en el consumismo su religión y en los dineros sus dioses. Ser ateo editorialmente en una sociedad así es, en efecto, complicado; por fortuna todavía existen pecadores que no aceptan esas tablas de la ley. Editar en la trinchera es editar en pecado. No me arrepiento, y en el Juicio Final pues ya veremos qué pasa. Caballo de Troya es una especie de editorial mefistofélica dentro de Random House Mondadori y su existencia puede causar extrañeza, pero no olvidemos que el capital, que no es tonto, siempre ha puesto una vela a Dios y otra al Diablo.

¿Qué atributos debe tener un manuscrito para ser publicado en Caballo de Troya?

Lo que busco son aquellos textos con capacidad "literaria" para alterar los imaginarios dominantes y predecibles

Usted ha hablado de que en la literatura contemporánea sobran misterio y postmodernismo y faltan precariedad y fisura. ¿Qué temáticas y personajes literarios encarnarían esos atributos?

Llamo conflicto a la tradicional situación dramática: hay dos personajes que se quieren sentar y sólo hay una silla. Y solucionan el conflicto con violencia (novela realista), con consenso (novela socialdemócrata) o construyendo otra silla (novela revolucionaria). En la narrativa postmoderna sólo hay un personaje (cómodamente escéptico) y una silla, y si es muy postmoderna ni siquiera el personaje quiera sentarse, limitándose a hacer metacarpintería. También es frecuente que el personaje se dedique a divagar irónicamente sobre el misterio que supone el que haya una silla.

Hoy, quien más quien menos, todos hablan, escriben y/u opinan en blogs u otros medios digitales. Usted dice mostrarse todavía expectante y escéptico. ¿Qué refleja de la sociedad este fenómeno de tribuna con tanta boca y poco oído?

El tema de internet, la blogosfera y las redes sociales virtuales es muy sugestivo y complicado. Por un lado, y en relación con la propiedad privada de los medios de expresión, supone un cambio cuantitativo y, yo diría, beneficioso porque, en principio, las posibilidades de dar a conocer textos, comentarlos o criticarlos se han multiplicado casi exponencialmente Pero no sé hasta qué punto ese cambio cuantitativo supone o vaya a suponer un cambio cualitativo que permita una elaboración activa y real capaz de construir una imaginación social no domesticada. La red permite que circulen más opiniones, pero los criterios no han variado. Se diría que ya todos podemos acceder a un lugar en la vitrina, pero seguimos vendiéndonos en el mismo hipermercado. A la larga los cambios cuantitativos casi inevitablemente generan cambios cualitativos. Lo más prudente me sigue pareciendo mantenerse expectante.

En Ray Loriga descubrió usted un icono generacional. ¿De qué otros autores se siente padrino y qué valoró en ellos para darles una primera oportunidad?

Descubrir no me parece un término apropiado. Los editores más que descubrir, exploramos, y a veces la propia sed hace que encuentres un oasis o una fuente. Me cupo la fortuna de encontrarme con aquella primera novela de Ray Loriga, Lo peor de todo, que era un claro ejemplo de cambio de tono y horizonte en la narrativa española. También, por entonces me sorprendieron los libros de Luis Magrinyà por el magistral uso de las oraciones subordinadas como herramienta de su sintaxis narrativa, o la escritura de Julián Rodríguez por lo logrado de su cadencia. Tuve la suerte de que me llegaran las primeras miradas "afterpop" de Germán Sierra o Eloy Fernández-Porta, de editar en España el primer libro de Rafael Gumucio y, ya en Caballo de Troya, han aparecido nuevos nombres, Mercedes Cebrián, Elvira Navarro, Alberto Lema, Fernando San Basilio, Oscar Aibar, Lolita Bosch, Javier Pascual, en quienes veo capacidad de cuestionar los imaginarios anquilosados.

¿Serán esas cualidades las que tendrá en cuenta como jurado para premiar al ganador del Concurso de Cuentos Paula 2010?

Otras no tengo, ojalá que con ellas y con las muchas que aporten los otros dos miembros del jurado, alcancemos un fallo a la altura de lo que este premio representa.

¿En qué punto está hoy la literatura hispanoamericana?

Me parece muy comprometido responder a esa pregunta, tanto porque mis conocimientos de ella no son seguramente lo exhaustivos que debieran, como en razón de que sería más adecuado hablar de literaturas en plural más que de una presunta literatura latinoamericana en singular. Pero tampoco quiero escaquearme, así que me atreveré a generalizar. Veo a los nuevos escritores latinoamericanos moviéndose en un dilema que no es nuevo: por un lado el deseo de hacer una escritura enraizada en la tradición o tradiciones de lo propio; por otro el deseo de conectar con los discursos literarios que llamamos globales, aunque quizá habría que llamar imperiales puesto que la cultura global hoy es la cultura anglosajona. Es cierto que este dilema atraviesa toda la literatura latinoamericana desde sus inicios, si bien antes la metrópoli era París o Madrid y hoy es Nueva York. Las relaciones entre lo global y lo local no creo que sean incompatibles.

¿Qué nombres le parecen significativos al respecto?

Voy a citar algunos: Claudia Apablaza, Zambra, Bellatin, Gumucio, Brenda Lozano, Lillo, Guadalupe Nettel, Carlos Labbé, Yuri Herrera, Claudia Ulloa, Edmundo Paz Soldán, Israel Centeno, Busqued, Tabarovsky, Violeta Medina, Iosi Havilio, Heriberto Yépez, están manteniendo un meritorio equilibrio entre ambas tentaciones, resistiéndose a caer en una mera uniformación cosmopolita que la presencia de las grandes editoriales multinacionales fomenta. Equilibrio que, sin embargo, no se produce en la mayoría de los autores jóvenes que escriben en España, de ahí que tenga, en general, un juicio más positivo sobre la actual literatura latinoamericana que sobre la española. Espero que no me maten cuando retorne a la madrastra patria.

No suele suceder que la literatura en español traspase las fronteras del mercado de habla hispana. ¿El caso de Bolaño es una excepción?

Más que una excepción diría que Bolaño es excepcional. Pero es también un buen ejemplo de esa escritura que, sin renunciar a su tradición, y en Bolaño la tradición atraviesa todas las fronteras del español, de México a Chile, conecta con esa sensibilidad literaria postmoderna más actual en la que la literatura, sin negar lo trascendente acepta las posibilidades literarias que encierra lo intrascendente.

Y teniendo en cuenta la cantidad de manuscritos que usted lee, ¿ha percibido alguna influencia de su literatura?

Sí, en bastantes manuscritos está presente una lectura bastante superficial de Bolaño. Por desgracia no van más allá de tratar de imitar un aire de "malditismo de la sensibilidad" que, entiendo, es lo que creen encontrar en sus novelas.·