El golpe de Smith a Rock: De masculinidad tóxica y otras yerbas

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“El amor te hace hacer locuras”, dijo Will Smith luego de pegarle una cachetada a Chris Rock por hacer una broma sobre su esposa Jada Pinkett Smith en la ceremonia de los Oscar. ¿Por qué le llaman amor si en realidad es masculinidad? ¿Por qué otra vez usan la violencia en el nombre del amor?

“Como siempre, la atención y el protagonismo quedó reducida a los hombres y la violencia entre ellos”, escribió en su cuenta de Instagram la escritora feminista y doctora en Ciencias Sociales Esther Pineda. Y es que esta escena –probablemente la más comentada del evento– reúne en menos de un minuto, abundantes elementos que dan cuenta de que nos falta mucho para construir un mundo sin desigualdad de género y en el que la violencia deje de estar legitimada. Y que, de paso, demuestra todo aquello que los hombres no deberían ser: partiendo por la ofensiva y repudiable broma de Rock, y luego, el golpe de Smith como respuesta. En una cultura como la nuestra, pegarle a otro hombre es un mandato de la masculinidad; desde niños se les enseña que es así, que deben resolver sus problemas de esa manera, “peleando como hombres”. Los hombres siguen construyendo su identidad a través de su fuerza física frente a otros.

Y en el otro lado, están las mujeres, que son vistas como débiles, como si carecieran de la capacidad de defenderse y, por tanto, requieren de un hombre para cumplir con esa misión. Y qué mejor si es en público, con un gesto violento, pero se que plantea como un gesto romántico que Smith remata diciendo “mantén el nombre de mi esposa fuera de tu boca”. Lo dice en nombre de ella, porque ese es el mandato patriarcal: defender la honra de su mujer dejándola a ella sin agencia, o al menos sin saber si ella lo quiere o lo necesita. Como ese clásico ejemplo de padres y hermanos que bromean con que la primera vez que llegue un pololo a la casa de la única hija, se las va a ver con ellos. Es que en el fondo ellas no importan, porque todo esto se trata de un diálogo entre hombres.

Más allá de que Jada haya querido o no que su esposo se subiera ahí, el mensaje que se dio es claro: Jada es de propiedad de Will Smith. Y todo esto en el nombre del amor. Pero no, esto no es amor. El amor siempre debe estar lejos de la violencia, y por eso es primordial que cuestionemos los hábitos y costumbres, y discutamos las normas sociales que nos rigen y que ponen en evidencia lo que se esconde detrás de algunos gestos como éste.

Uno que Jadem, el hijo de Smith y Jada, entendió inmediatamente: “Así es como lo hacemos”, escribió en su cuenta de Twitter minutos después de que su padre abofetea a Chris Rock en el escenario. Y seguramente ese es uno de los mayores problemas, que los niños, adolescentes y jóvenes entiendan este mensaje: que con violencia es como se construye su identidad y su masculinidad, que esa es la única manera de ser hombres.

El neuropsicólogo Álvaro Bilbao escribió a propósito de este caso que la verdadera razón por la que Will Smith golpeó a Chris Rock tiene que ver con su infancia. “Cuando veía a su padre golpear a su madre, lo que le provocó la creencia inconsciente de que tiene derecho a utilizar la violencia para poner límites a los demás. Esto es algo que se transmite de generación en generación, como demuestra el tweet de su hijo”.

Y ojo, que esto tampoco se trata de defender a Rock. Su actitud es igual de violenta. ¿Hasta cuando hay lugar para hacer chistes con los cuerpos de las mujeres (o de cualquier grupo vulnerable)? Según Esther Pineda quien usa el concepto de Violencia Estética, “este es un claro ejemplo de cómo la belleza ha sido construida y erigida como un valor social, no importa si tienes fama o no, si tienes recursos económicos o no, si tienes acceso y visibilidad mediática o no. Si eres mujer, y más aún una mujer negra, estás siempre siendo juzgada y expuesta a ser violentada por tu apariencia física si por alguna razón no respondes a la expectativa de belleza que se ha construido para ti”.

Esta mañana todos comentan lo ocurrido entre los dos hombres y la mujer queda en el rol de la “manzana de la discordia”. Lo que pensó y sintió Jada de la broma y la posterior agresión, y lo que piensan miles de mujeres a diario al sufrir agresiones respecto de su físico, sigue siendo invisibilizado porque, al parecer, una pelea entre hombres suena más importante. Todo esto nos debería hacer reflexionar: erradicar estas narrativas sobre la masculinidad, el amor y la violencia; y entender que no debe haber espacio para hablar sobre el cuerpo de las mujeres, es aún una tarea pendiente.

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