Paula 1221. Sábado 11 de marzo de 2017.
En el 1800, cuando tenía 30 años y ya era un afamado geólogo, naturalista, investigador y explorador, Alexander von Humboldt midió la temperatura del agua en los mares frente a Ecuador, donde había admirado el volcán Chimborazo –otro más de los miles de grandes descubrimientos de su vida–, datos que luego publicó en Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente (uno de los primeros de sus veintitantos libros). Años después le pusieron su nombre a la corriente fría que produce la riqueza marina de estas costas. Humboldt agradeció, pero se quejó: los pescadores la conocían hace mucho, él solo la había medido.
A tantas otras cosas le pusieron su nombre: cientos de plantas y animales, montes en México, Venezuela, China, Sudáfrica, Nueva Zelanda y la Antártida, ríos y hielos en Brasil, Colombia, Groenlandia, Tasmania y Nueva Zelanda. Hasta a una de las manchas de la Luna, el mar de Humboldt.
Humboldt (Berlín, 1769-1859) fue, como dice perfectamente el título de este libro magnífico –La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt (Taurus)– el inventor de la forma en que hoy entendemos la vida natural. Figura compleja y fascinante, fue creador de conocimiento en Europa y América. Culto, de mundo y de su tiempo, decían que era el hombre más famoso de Europa después de Napoleón. Su pasión por el saber encantó a Darwin y a Goethe –"pasar unos días con Humboldt es como vivir varios años"–, y lo llevó a viajar por todo el planeta. Los cinco años que estuvo en América marcaron su despegue: estudió el campo magnético de la tierra, se hizo amigo de Simón Bolívar, recorrió Los Andes y terminó dando cátedra ante Jefferson en Estados Unidos.
Desde todo punto de vista Humboldt es fascinante, y la escritora Andrea Wulf lo revela pródiga y certeramente. "Concibió la tierra como una gran organismo vivo en el que todo estaba relacionado y engendró una nueva visión de la naturaleza", explica. Su novedad fue encontrar "conexiones en todas partes", "experimentar la naturaleza con los sentimientos". Escribió unas 50 mil cartas y recibió el doble: creía que el conocimiento hay que compartirlo, intercambiarlo y ponerlo a disposición de todos. Era mordaz y alocado; buenmozo, gay según todos los indicios, un sabio amante de la vida que ahora podemos admirar más –el libro está también profusamente ilustrado– y nunca olvidar.
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El famoso Naturgemälde, sección de la vida natural basado en el volcán Chimborazo.[/caption]