El jubilado jubiloso
Artista de cosas varias, dejó las clases en la universidad y le llegó la hora de jubilar. Enfrentado a la nada misma, pasa por un momento fructífero. Armó una editorial, Putin Brothers, para publicar sus libros sin tener que cambiarles nada y ya editó ahí su primer ensayo que se titula Trabajo inútil. Además, ganó un premio del Consejo Nacional del Libro por un texto sobre su padre. Desde su activo retiro, acá dispara contra el trabajo, los colegios y las universidades.
"Soy el único hipster de Chile, el único y el verdadero. El problema de los hipsters es que se avergüenzan de su condición, yo no. Le hago mucho empeño para serlo", dice Juan Guillermo Tejeda (67), artista de cosas diversas, según su propia definición.
Tejeda ha ejercido como diseñador, escritor, dibujante y profesor universitario. Estuvo a cargo de la imagen del Pabellón de Chile en la Expo Sevilla 92, la Máquina del Arte, el Supermerc'Art, el logo y concepto de los hoteles Explora y de la fundación de The Clinic. En 1972 ilustró 250 postales de los artefactos de Nicanor Parra que fueron editados este año con ocasión de los 100 años que cumplió el antipoeta. Además, ha publicado varios libros: Allende, la señora Lucía y yo, Diccionario crítico del diseño, La fábrica, Amster y Trabajo inútil, el más reciente.
Tejeda ha elegido ser hipster quizás para que no le suceda lo que deplora en sus contemporáneos: "Me deprimen algunos amigos de mi edad. Cuando nos juntamos llegan fumando a lo macho recio, mal; andan con pantalón ancho de cotelé grueso, que es algo que nadie que se quiera a sí mismo debe usar; llevan la melena a lo Che Guevara pero canosa, con una pelada arriba, a la que a veces le agregan un sombrero jipijapa, ¡noooo!; y quieren comerse un bistec con huevos fritos, ahora que se usa ser vegano. Es terrible arrastrar esas marcas de identidad. Uno debe mutar, cambiar sus referentes morfológicos. Plantearse cuestiones como: ¿Qué pasa si me compro un pantalón pitillo y en lugar de slip uso un bóxer con dibujos y me pongo una pulsera?
¿Estás usando pulseras?
Sí. Y anillo. Tengo varias joyas. De repente me da con que quiero salir enjoyado. Y tengo esta gargantilla, que uso como pulsera cuando ando en onda Almodóvar.
¿Y qué te dicen tus amigos?
Deben creer que estoy chalado.
Tejeda está jubilado desde hace un año y medio. Hasta entonces era académico de la Universidad de Chile, asesor del ex rector Víctor Pérez, profesor en una universidad privada y docente en Barcelona, además de asesor creativo de variadas empresas, lo que no le impedía escribir libros. Pero llegó la hora de jubilar y le pasaron cosas. Dice: "Empecé a trabajar a los 16 y terminé a los 66. Fueron 50 años escribiendo en prensa, haciendo ilustraciones, diseñando, como profesor universitario. Hice eso toda la vida, hasta que me jubilé de la universidad y me enfrenté a la nada. Descubrí que hacer nada es una cosa fabulosa. Hay que tener tiempo para no hacer nada. Si estás trabajando todo el día, no puedes hacer nada".
¿Al comienzo, no te bajoneó no hacer nada?
La sensación de estar fuera del circuito es súper rara, porque por un lado sientes que nadie te toma en cuenta, que no existes, y por otro lado te empieza a envolver una especie de calma propia del cementerio. Pero, de a poco, reconstituyes un entorno diferente. Te empiezas a ver con gente a la que realmente tienes ganas de ver y que te quiere ver a ti, porque en el trabajo es al revés; ves a gente que no quisieras ver, por eso los viernes salen todos disparados.
Estas reflexiones lo llevaron a crear un proyecto en Tumblr llamado Trabajo inútil, que se transformó en el primero de dos libros con los que debutó Putin Brothers, editorial que creó junto a Fernando Cesari, Nando, de 28 años y pelo largo, quien es uno de sus discípulos. Editan 100 ejemplares por título, con portada en linotipia y 48 páginas, cosidas al hilo. "Putin Brothers nos permite escribir, dibujar y merodear en imprentas artesanales", dice Tejeda, cuyo libro fue ilustrado por Nando.
Así, relajado y creativamente al lote, Tejeda ha ido retomando proyectos, pero sin prisa y sin trabajar para otra persona, para un jefe. "Lo horrible es trabajar para otro en objetivos que no te interesan. Hacer cosas que si no te pagaran, no las harías. Un trabajo realmente interesante es el que harías aunque no te pagaran".
En Trabajo inútil, su libro, hay una suma de reflexiones de grandes intelectuales sobre el sentido o el sinsentido del trabajo, que Tejeda interpreta y hace suyas. Pero lo más inspirador es el apéndice con sus 27 consejos para eludir el trabajo. Ahí se lee: "No busques trabajo. No prepares ningún currículum. Piensa en lo que el trabajo representa dentro del movimiento total del cosmos: una micropartícula despreciable. Como bien decía Oscar Wilde, el trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer". Otro: "No te acerques a las áreas donde haya gente trabajando. El tiempo libre nos conduce al jardín, al campo, a la playa. Nuestro cuerpo está distendido. Si te acercas a una oficina o fábrica verás todo lo contrario: tensión, tedio, uniformes, espacios feos, falta de aire, deshonestidad en los ademanes y en los dichos". Una suma de instrucciones que suenan a broma, pero que para Tejeda son absolutamente serias y necesarias para terminar con el trabajo inútil.
CERRAR LOS COLEGIOS
El abuelo de Tejeda era rico. Tenía fundos con bosques y aserraderos en Mulchén. Tuvo 13 hijos y el menor de los hombres, Juan, fue el padre de Tejeda. La familia vivía en una gran casona en la calle Dieciocho, en Santiago, cuando sobrevino la ruina. "Como mi padre fue un niño rico, de adulto tuvo una rara relación con el dinero, nunca entendió de qué se trataba".
Su abuelo materno fue Clodomiro Silva, presidente del Partido Conservador de Talca, y su abuela estaba emparentada con el historiador Francisco Antonio Encina. Tejeda recuerda que Marina Marshall, su mamá, era fantástica, "como una Ava Gardner". Marina y Juan Tejeda, los padres de Juan Guillermo, se separaron cuando él tenía 14 años. Fue un gran dolor para el sensible Juan Guilllermo, que se sumó a su mayor desgracia infantil: el Liceo Alemán.
"Estuve diez años secuestrado ahí. Los curas nos pegaban. En esa época nadie se habría podido tomar un colegio, porque te habrían caído las penas del infierno. Ahora, los cabros se los toman, cuando deberían quemarlos. Dime, ¿para qué vas a ir al colegio? ¿A aprender qué si está todo en Google? Los pobres niños van a que los
transformen en un número".
¿Compartes las demandas por una educación de calidad?
No entiendo esta lucha por tener más colegios y mejores. Quizás no conozco los temas de acceso de la población más vulnerable, pero la apetencia de los sectores medios por meter a sus hijos en una cárcel, no la entiendo. No conozco a nadie medianamente inteligente que pueda estar interesado en lo que diga un profesor de colegio. Da lo mismo si es privado o público. El sistema entero está mal, porque la verdadera educación la elabora la persona. Debe ser libre.
¿Cuál es tu principal crítica a los colegios?
Son recintos carcelarios desde el punto de vista organizativo, arquitectónico, de la administración de los tiempos, los espacios y los roles. Todo está normado. El sistema y las relaciones son carcelarias. El profesor no es el profesor, es el vigilante de la celda.
"Cuando era niño, abrías el refrigerador y había una naranja y un pan con mantequilla. Hoy hay tres tipos de yogurts, queso, mermelada. La vida es de menos esfuerzo. Será porque me conmueve la flojera, que envidio esa facilidad de la vida actual".
¿Qué propones?
Cerrar los colegios de inmediato. Uno de los dos padres tendría que quedarse en la casa para estar con los niños. Eso mejoraría el nivel de empleo, porque ya no habría gente desocupada ni sacando la vuelta en las oficinas, atochando las calles y produciendo basura. Los niños estarían en los barrios, acompañándose, jugando juntos. Los barrios estarían habitados, con lo cual si te van a dejar la lavadora que compraste, siempre habría alguien que la reciba.
¿Estás seguro de que los profesores no sirven para nada?
El profesor raras veces es un profesor; es un tipo dedicado a impedir que se le escapen los niños. Funciona con premio y castigo, y por lo mismo no puede ser divertido ni original. Los que han enseñado saben que el aprendizaje es afectivo, uno se acuerda de las cosas que tocan sus sentimientos. Esos profes en realidad son maestros y son escasos.
Él reconoce a un maestro clave en su vida: Juan Tejeda, su propio padre. "En la época en que yo era su hijo, no lo apreciaba tanto, porque estaba muy desprestigiado. Mi mamá y su familia lo habían descalificado. Decían que no pagaba el colegio, ¿pero cómo lo iba a pagar, si a él nunca le gustó el Liceo Alemán? Fue mi abuela materna, una señora talquina, mañosa y áspera, quien decidió que yo estudiara ahí".
El Consejo Nacional del Libro, en la categoría Escrituras de la Memoria, acaba de darle un premio especial por La biblioteca perdida de Juan Tejeda, un texto donde habla de su papá-maestro al que asimila con Voltaire, y que con el impulso del premio verá la luz pronto en la forma de un ensayo biográfico.
–D'Alembert decía que Voltaire era el segundo mejor en todo: poesía, filosofía, dramaturgia. Y Fernando Savater sostiene que Voltaire fue el primer intelectual: una persona ávida de conocer, con una postura arriesgada ante el poder, dispuesto a ser linchado o a ir a la cárcel por sus ideas. Mi papá era así, dueño de una curiosidad intelectual notable. De repente le venía por la hidroponia y mi mamá se desesperaba porque llenaba todo el departamento de porotos envueltos en algodones. Escribió varios libros, incluida una historia de Chile para niños que dejó inconclusa.
LA RENTA UNIVERSAL GARANTIZADA
Juan Tejeda, el padre de Juan Guillermo, murió a los 56 años de cáncer. Era historiador, periodista, escritor, caricaturista y publicista. Amigo de Joaquín Edwards Bello, Ana González, Braulio Arenas, Eduardo Anguita, Isidora Aguirre, Tito Mundt, Jodorowsky y un largo etcétera de intelectuales y artistas que poblaron la infancia de su hijo. "Una vez en una entrevista dijo que lo que mejor hacía era tener hobbies. Era melómano, encumbraba volantines, pescaba pejerreyes, pintaba acuarelas y tenía un juego en que te pedía que hicieras un garabato en una hoja, lo que fuera, y luego te preguntaba: ¿Persona, animal o cosa? Y, según la respuesta, a partir del garabato te hacía un dibujo. Él era muy entretenido".
El padre de Tejeda era historiador, periodista y amigo de muchos intelectuales y artistas. En esta foto, Juan Guillermo de niño junto a la bailarina Malucha Solari, Cole Lagarrigue y la actriz Ana González.
Gracias a él tuviste lo que hoy llaman capital cultural.
Sí, mi papá es el mayor capitalista cultural que haya conocido. Me regaló una máquina de escribir, una caja de acuarelas, un caballete, libros, cuando apenas era un niño. Era un maestro completo, de una generosidad absoluta.
Tu padre murió a los 56 años. No alcanzó a jubilarse.
Habría sido un jubilado fantástico, porque sabía sacarle el jugo al tiempo libre. Le debo eso. Lo malo es que esa forma de ser te convierte en un desastre como marido, porque yo, al igual que mi papá, no necesito ir de paseo para encontrarme con la naturaleza. Me basta con un macetero. Tampoco necesito vida social. O sea, soy un gallo súper fome en el sentido operativo del panorama. Cuando veo a mis vecinos salir con sus kayaks, sus niños y el perro en el 4WD, noto que mi pobre mujer se siente un poco frustrada, porque nosotros nos quedamos en la casa.
elabora la persona. Debe ser libre. Yo cerraría los colegios de inmediato".
¿Hay algo que les envidies a los jóvenes?
Que hoy se quedan hasta los 34 años y más en la casa paterna y nadie dice nada. Esto se debe a que hay plata. Antes, cuando yo era niño, abrías el refrigerador y había una naranja y un pan de mantequilla. Ahora hay tres tipos de yogurts, queso, mermelada. Noto que la vida es de menos esfuerzo. Será porque a mí me conmueve la flojera, que envidio esa facilidad de la vida actual. Una vez, un alumno me dijo: "No pues, profe, esto es muy difícil, no hay para qué hacerlo". Y yo puse en duda toda mi formación. A uno lo impulsaban a desechar lo fácil, porque no valía la pena. Hoy los jóvenes ven que el esfuerzo de trabajar toda la vida que hicieron sus padres para tener una casa pareada, viajar a Cancún y luego morirse, no vale la pena. Por eso les basta con algo para el bolsillo. Quieren la paga, pero no la esclavitud. Hoy, la familia puede permitirse tener un par de holgazanes y no pasa nada. Creo que en esa actitud está el anticipo de la renta universal garantizada.
¿No temes que en el 2025 la población pasiva supere a la activa y haya puros viejos pobres?
Para nada. Creo que hoy en el mundo hay suficiente dinero para que todo el mundo coma, se vista y sea feliz. Pero habría que garantizar a todos una renta básica. Los que quieran y les guste, que salgan a trabajar y produzcan. Hoy, de los seis millones de chilenos que trabajan, solo dos millones lo hacen en faenas productivas; el resto hace puro trabajo inútil: peluquería, paseo de perros, periodismo, todas actividades prescindibles. Y para ir a hacer esos "trabajos" contaminan, atochan las calles, dejan a los niños botados. Creo, como Oscar Wilde y Bertrand Russell, que cada vez va a haber más mecanización y menos necesidad de manos. Llegará un momento en que la humanidad tendrá que plantearse que el mundo puede funcionar sin que toda la población trabaje.·
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