Niños pequeños que lloran a gritos en el supermercado porque no consiguieron algo que querían comprar; otros que tiran celulares al piso en señal de frustración cuando pierden un juego o no logran acceder al video que buscaban; o las tradicionales escenas de rabia en la calle que terminan con hijos arrastrados por sus padres porque se rehúsan a caminar. Todas estas son escenas que probablemente hemos visto en espacios públicos al menos una vez, sin embargo, algunas madres y padres deben convivir con ellas a diario.
Y es que las emociones displacenteras en niños y niñas son una realidad natural y una parte del desarrollo de la personalidad. Pero aprender a transitar estos momentos de turbulencia emocional es algo que la mayoría de los adultos no aprendió en la infancia —quizás incluso en la adultez lo maneja con dificultad— y que, difícilmente puede trabajar con sus hijos cuando el manejo de las emociones es algo que no aprendimos a hacer.
La antropóloga norteamericana de UC Berkeley y Ph.D especializada en ecología del comportamiento y psicología comparativa explica en un artículo publicado en la plataforma Parenting Science que la labor de los padres no es la de evitar a toda costa que los hijos experimenten emociones como miedo, rabia, frustración o tristeza. El rol de los padres debiese ser el de una especie de coach emocional. Según explica en la publicación la especialista dedicada al estudio de la evolución del rol parental en la crianza, los padres son quienes debiesen guiar a los hijos en la “percepción de sus sentimientos y ayudar a los niños a experimentarlas y autorregularse”. Y cumplir con este papel de coach emocional de los hijos puede resultar desconcertante cuando los propios padres no aprendieron a identificar sus emociones en la infancia.
Claudia Romero, psicóloga infanto juvenil especialista en terapia EMDR explica que el manejo emocional es motivo de consulta frecuente por parte de padres con hijos de distintas edades. Sobre todo después de vivir los efectos del encierro y la incertidumbre que acompañaron a la mayoría durante la pandemia de Covid-19. “Adultos y niños estuvieron sometidos por largo tiempo a un estrés crónico dada la alta incertidumbre, el contagio, las muertes y pérdidas sin poder acompañar a los familiares lo que llevó a exponer al cerebro a altas cargas de cortisol”, comenta Claudia. Pero con este aumento que ha podido observar de estados ansiosos, depresivos y miedos generalizados de alta intensidad, se ha abierto una puerta en la que los padres, cada vez, buscan más herramientas para ayudar a los hijos con una educación emocional que la mayoría no recibió en la infancia. “Las crisis son oportunidades y como tales hoy a nivel escolar y familiar hay más conciencia de los factores emocionales en el bienestar de la salud mental de nuestra población”.
Cómo enseñar lo que no aprendimos
Isabel García, Psicóloga EMDR y autora del libro para niños Ándate Cuco explica que el cerebro está en permanente cambio, por lo que siempre es posible aprender nuevas habilidades independiente de la edad. En este contexto, la especialista comenta que los padres que consultan por temas relacionados a la regulación emocional en niños, en general, llegan dispuestos y expectantes ante la posibilidad de aprender a ayudar a sus hijos en sus dificultades. “El punto de partida es observar y escuchar al niño, fijarse en qué momentos o en qué situaciones se dispara su ansiedad, temores o se desregulan, para conocer lo que activa la emoción”, comenta Isabel. “Esto se facilita si logramos generar espacios para estar juntos en los que puedo escuchar lo que me cuenta, observar su juego y también, como adulto, contarle cosas cotidianas que me han pasado en el día o en el trabajo para ir modelando el que el niño aprenda a comunicar de manera adecuada emociones”.
Con el propósito de fomentar esa conexión entre padres e hijos y propiciar la conversación en torno a temas que pueden resultar incómodos —sobre todo para los adultos— como son las emociones. Isabel y Claudia con la participación de la educadora de párvulos Pilar Valdivieso crearon el juego Arráncate Cuco dirigido a familias con niños a partir de los seis años que puede jugarse en parejas o en grupos. El objetivo del juego es enseñarle a los niños y a los padres a identificar emociones que usualmente catalogamos como negativas y a vincularlas con la manifestación que éstas tienen en el cuerpo y que suelen ser la causa de sensaciones desagradables que gatillan pataletas y desbordes emocionales.
Las especialistas explican que poder jugar con los hijos ayuda a los padres a ir reconociendo y dando una narrativa a aquello que, posiblemente, en su propia infancia no tuvo voz. “Hoy, al compartirlo con otro se crea un vínculo de mayor intimidad. El poder hablar de lo que me sucede y no negarlo, ni evitarlo ni sobre alarmarme, ayuda en la regulación emocional sobre todo si podemos reconocer estrategias de afrontamiento que son lúdicas, divertidas y que implican no solo hablar sino que promover el movimiento corporal y el humor”, explica Isabel. “Jugar permite generar un espacio de escucha activa entre padres e hijos lo que es un modelador de cómo enfrentar situaciones del día a día”.
A través del juego, se facilita el reconocimiento de miedos, creencias, emociones y sensaciones corporales asociadas. Las psicólogas explican que, si bien el solo hecho de poder hablar de lo que siento y escuchar a otros conversar sobre estos temas, es una buena oportunidad, en el caso de juegos como Arráncate Cuco, se entregan diferentes estrategias para el manejo emocional. Isabel agrega que una de los objetivos del juego que aborda la emocionalidad infantil es devolver a las familias espacios de vínculo significativos, en un contexto lúdico. “Pensamos que sería un aporte desarrollar el tema aporte a través de un juego, que es lenguaje propio de los niños”, comenta la psicóloga. “Porque, cuando lo paso bien contigo, busco repetirlo”.
Lo que está en juego
Claudia Romero explica que de la regulación emocional dependen la ansiedad, las fobias, angustia por separación, la dificultad en las interacciones con los compañeros, los bloqueos ante evaluaciones académicas, las pataletas o rabietas sin control de los niños. La especialista agrega que hay diferencias significativas respecto a cómo enfrentar situaciones propias de las distintas etapas del desarrollo. “Alguien que registra su mundo emocional, reconoce lo que le ocurre en su interior e identifica las creencias que emergen. Y eso le da la oportunidad de actuar con consciencia y tener un rol activo de agente ante la vida, no victimizado, ni dejarse arrastrar por su mundo emocional sino que activar sus capacidad de decidir”, explica Claudia.
Si bien puede parecer para muchos algo lejano, la formación en cuanto a lo emocional es algo que sí recibimos de nuestros padres en mayor o menor medida. Para muchos adultos hoy, esa educación emocional en la infancia fue precaria e insuficiente pero eso no significa que es un tema que no se pueda abordar con los hijos. Isabel García confirma que todos hemos recibido algún tipo de educación emocional, la que ha sido principalmente aprendida a través del modelaje de los padres o personas significativas de nuestra historia. La psicóloga agrega que “es posible seguir aprendiendo sobre el manejo y expresión de emociones en nuestras relaciones de pareja de adultos y en el vínculo con nuestras amistades, lo que permite muchas veces reparar dolores de la historia”. La psicóloga explica que, una de las principales diferencias que se pueden observar entre una persona que tuvo la posibilidad de hablar sobre los sentimientos, las preocupaciones y también de las motivaciones y logros en su casa desde pequeños, es que, además de desarrollar mejor autoestima y seguridad en sí misma, podrá reconocer los límites personales frente a las exigencias internas y externas y verbalizarlos de una manera más adecuada. “Todo esto favorece la posibilidad de tener una buena salud mental”, comenta.
Y si bien para muchos padres abordar el tema de las emociones de los hijos es algo que puede ser abrumador o percibirse como una tarea compleja, la tendencia no es la de seguir barriendo lo emocional bajo la alfombra. La psicóloga Isabel García explica que lo interesante es que hoy hay mayor conciencia que en épocas pasadas de lo importante que es trabajar las emociones y consultar a un especialista cuando hay síntomas que indiquen que existe un problema o frente a dificultades para regular las emociones. “En esto, papás, colegio y otros especialistas deberíamos ser capaces de trabajar en equipo por el bien del niño”.