El lado B que no se cuenta: rompiendo con la romantización del embarazo
“Estábamos en campaña hace tres meses, así que cuando supimos que estaba embarazada, nos pusimos muy felices, porque al final uno nunca sabe. Es un miedo que sufren todas las mujeres cuando buscan quedar esperando guagua, un miedo que tiene que ver con la incertidumbre de si será infértil o si le va a costar o no. Cuando el test salió positivo fue un alivio. Y, aunque estaba nerviosa porque en los primeros tres meses puede pasar cualquier cosa, me sentía feliz porque lo habíamos logrado.
Para mí, los síntomas del embarazo fueron súper confundibles con los de la regla. Yo buscaba en Google y eran los mismos, aunque el más notorio era el dolor en las pechugas. Como una semana antes me empezaron a doler mucho, y yo estaba segura de que el test iba a salir positivo, quizás era mi optimismo, pero bueno, así fue.
Lejos lo más desafiante fue el primer trimestre. Me sentía demasiado mal. Lloraba de frustración pensando en cuánto tiempo más me iba a sentir así. Bajé de peso, tenía demasiadas náuseas y vomitaba todo el día. Después el ginecólogo me dio pluriamin, un remedio para el mareo, y ahí disminuyeron mucho las náuseas. Agradezco haber estado trabajando freelance en ese entonces, porque no me imagino haber estado vomitando en una oficina.
Otro desafío fue el pensar ‘ojalá pase del primer trimestre’. Hay muchas guaguas que se pierden en ese periodo y, como yo estaba sintiéndome pésimo, rezaba para escuchar los latidos en las ecografías. Creo que eso ha sido lo que más me ha costado hasta ahora, pero me faltan los dos trimestres más brígidos, los con la guata grande.
El cambio físico más notorio son las pechugas, que están duras y pesadas. Y la guata. Es terrible, y aún no tengo ni cinco meses. Mi mayor incomodidad ha sido dormir. Me despierto hartas veces para ir al baño y me cuesta encontrar una posición cómoda por la guata. Me da un poco de susto pensar hasta dónde va a llegar si ahora ya me molesta.
Mi familia y la familia de Nacho, mi marido, me han dado mucho apoyo. Mi hermana ya tiene guaguas, así que le pido consejos a ella. Algo que también me ha servido mucho es la aplicación “Embarazo+”, que me ha dado información y herramientas, tanto a mí como a mi marido. Además, explica cómo se va desarrollando mi guagua, a qué fruta se asemeja de acuerdo a su tamaño, los cambios en el cuerpo materno, información sobre mi salud y consejos varios.
Otro recurso que me ha ayudado ha sido vivir esta experiencia acompañada. Tengo tres amigas embarazadas y ha sido muy bacán poder compartir con ellas. Una lo ha pasado increíble y como que no le afectaba nada, está feliz viajando, tiene la media guata y está en llamas. Pero siento que con las otras dos me he entendido más. Tenemos una red de apoyo en donde podemos ser muy sinceras. Siento que el embarazo está muy idealizado. Si bien existe una expectativa muy romántica del proceso, ninguna de las tres lo ha disfrutado mucho.
El círculo de amigas ha sido muy importante para descargarme. Puedo decir que estoy chata, mientras otra dice que despertó vomitando y otra se queja de que está muy hormonal. Ha sido lo máximo poder ser transparentes entre nosotras sin sentir que somos malas mamás o mal agradecidas. Obvio que estamos felices, pero también estamos chatas del embarazo, y no está mal reconocerlo tampoco.
Estoy cansada todo el día. Todo el día tengo sueño, todos los días duermo siesta y me cuesta mucho levantarme. Echo de menos mi antiguo yo. Me considero una persona muy activa y en verdad esto me ha pegado mal. A mí me gusta mucho trotar, y aunque sí se puede, me da nervio hacerlo porque me puedo caer. Al final uno está limitado por muchas cosas: Lo que uno puede comer, lo que uno no puede comer, lo que se puede tomar y lo que no. En el camino te vas enterando que hay otras cosas que ya no puedes comer y hacer, cosas que antes sí podías.
El cansancio hace que esté más sensible también. A veces lloro de la nada, por cualquier cosa, veo películas y lloro por las cosas más estúpidas y la mayoría de las veces ni siquiera sé por qué estoy llorando, pero lloro y me caen y caen lágrimas. Siento que paso con sueño todo el día. Cuando tengo energía trabajo y a veces estoy echada, pero ha sido difícil darme ánimo para hacer cosas.
Mi perspectiva de la maternidad ha cambiado durante estos meses. No estaba al tanto de todos los sacrificios que implicaba estar embarazada. Yo imaginaba todo lindo, pero en el camino uno va notando los cambios físicos que se van produciendo en el cuerpo. Las hormonas que te hacen estar más sensible, las encías que se debilitan, llegando incluso a sangrar, todo lo que implica el parto, el postparto e incluso la depresión posnatal. Es impresionante darte cuenta de lo que implica ser mamá. No es como llegar y comprar un pan, es tremendo sacrificio.
Cuando hablo con mis amigas que no están embarazadas siempre trato de ser súper sincera. Yo no era consciente de todo lo que implicaba y el proceso me ha sorprendido negativamente. Me ha afectado mucho el estar cansada, sentirme mal, sentirme muy limitada con las cosas que puedo hacer y no puedo hacer y con la incomodidad de la guata. Ahora, si efectivamente hubiera sido consciente, no hubiera cambiado nada, porque tenía muchas ganas de ser mamá.
Te puede tocar de todo, tienes que estar preparada. Te puedes sentir mal o te puedes sentir bien. Al final, debes tener muchas ganas de ser mamá. Uno piensa ‘el día de mañana, cuando tenga mi guagüita, todo va a haber valido la pena’, porque todo el mundo dice eso, que vale la pena y lo malo se olvida. Yo sinceramente espero que se me olvide. Cada mujer lo vive de distinta manera y depende de cada una. Siento que es suerte, pero hay que aperrar no más”.
Macarena tiene 29 años y es ingeniera comercial.
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