En la primera cita con su cirujano y después de enterarse sobre su diagnóstico de cáncer de mama, Marcela Flores (51) tomó una decisión que, para muchas, podría parecer radical: sacarse la mama izquierda. Considerando que las imágenes arrojaban que su enfermedad estaba en etapa dos, la sugerencia del médico era hacer una mastectomía parcial, sin embargo, ella propuso que fuese total: quería reducir al máximo el riesgo de reaparición del cáncer en el futuro. Y así fue.
La operaron, y en ese procedimiento, le extirparon 14 ganglios que estaban comprometidos. Su cáncer, en realidad, estaba en etapa 3.
Apenas se levantó luego de la operación, Marcela caminó curiosa a un espejo. Quería mirarse y ver cómo había quedado. Reconocer su nueva corporalidad. “No fue tan fuerte como pensé, porque había hecho todo un trabajo previo a nivel psicológico para poder aceptar esta realidad. Entendía que sacarme la pechuga era vida, entonces traté de alejarlo de lo solamente estético, porque sabía que este procedimiento era algo que me iba a dejar en este mundo”, relata.
Sin embargo, cuando comenzaba recién este proceso, Marcela imaginaba que vivir sin una de sus mamas, se trataría de algo temporal. En su mente, siempre estuvo la idea de hacerse una reconstrucción mamaria, un procedimiento que se encuentra actualmente en la canasta GES para el tratamiento del cáncer de mama; y que consta de, al menos, 3 o 4 cirugías.
El objetivo de estas operaciones es restaurar la forma, apariencia y simetría de la mama extirpada mediante implantes, expansores o tejido de la propia paciente. “Me acuerdo que, cuando opté por sacarme la mama completa, yo solo pensaba en hacermela de nuevo”, dice Marcela.
Así que, tras completar sus ocho sesiones de quimioterapia y 25 de radioterapia, y terminar así su tratamiento para el cáncer de mama, se inscribió en la lista de espera para comenzar este proceso en el Hospital de Antofagasta. “Ahí partió toda esta travesía porque el doctor, lo primero que me dice es que no hay pabellones para poder operar y que había que tener paciencia. Y yo, dije ok, no hay problema, voy a esperar lo que tenga que esperar; pero de eso han pasado dos años donde te dan ilusiones que, cada vez, se vienen más abajo”, dice.
“Desde el momento que sabes que tienes cáncer y que vas a ser, en el fondo, mutilada en una parte de tu cuerpo, te empiezas a sentir fragmentada, a nivel psicológico y emocional. A mi me ha afectado mucho más eso, el ver que pasa el tiempo y que no tengo una solución con este tema”, puntualiza.
Según estimaciones del Ministerio de Salud, actualmente hay 400 mujeres a la espera por este tipo de intervenciones a lo largo de Chile. Sin embargo, esa cifra podría estar subestimada porque muchas, ni siquiera, entran a las listas, ya sea por falta de información o simplemente por fallas en el sistema (falta de especialistas y pabellones; y/o problemas en la inscripción).
Para poder esclarecer esas cifras, el Observatorio del Cáncer se encuentra creando el primer registro público y actualizado de pacientes en espera para una cirugía de reconstrucción mamaria en Chile. Un catastro que no solo busca transparentar las demoras del sistema público para otorgar este tipo de procedimientos, sino que pretende aportar con datos a la toma de decisiones en políticas públicas para cerrar brechas en reconstrucción mamaria.
De acuerdo a cifras entregadas por la Cámara de Diputados, solo el 30% de mujeres con cáncer de mama se somete a la operación de reconstrucción en el sistema público, mientras que, en el privado, este número alcanza un 95%. “La reconstrucción es un derecho en todas sus etapas”, dice la directora ejecutiva del Observatorio del Cáncer, Alicia Aravena. “Es por eso que constituimos un comité técnico asesor, compuesto por destacados profesionales de la salud, para diseñar e implementar este registro pionero en Chile; garantizando con ello seriedad y precisión en la información recopilada”, sostiene.
Si en condiciones óptimas, el proceso de reconstrucción podría durar 1 año en promedio; desde el Observatorio sostienen que existen casos de personas que llevan 10 años a la espera de poder someterse recién a su primera cirugía. ¿Pero qué motivos explican esas demoras en el sistema público? La jefa de la Unidad de Patología Mamaria del Hospital San José e integrante del comité técnico del Observatorio del Cáncer, Gladys Ibáñez, indica que, si bien la reconstrucción mamaria es una prestación que está cubierta por el GES, no existe un tiempo definido que garantice la realización del tratamiento, lo que genera que, en muchos casos, éste se termine haciendo varios meses o años posteriores a la mastectomía inicial.
Eso, puntualiza, sucede porque actualmente existe un déficit de pabellones y de cirujanos plásticos en el sistema público. “Como son pocos y hay un sin número de patologías que deben ir resolviendo, muchas veces, la reconstrucción pasa a un segundo plano. Pierde urgencia. Se deja al final porque se cree que es algo netamente estético cuando en realidad, sabemos, que es parte del tratamiento, en su etapa final”, indica.
La paciente Marcela Flores coincide y cree que, en el imaginario, existe una asociación errada entre este procedimiento y la apariencia física. “Para mí, va a ser muy importante cuando logre acceder a esta cirugía porque creo que me va a permitir recuperar algo que era mío. Es algo que necesito para poder reconciliarme con mi identidad, tanto física, como emocional. Yo ahora estoy sola y me afecta pensar pucha, ¿y si encuentro a una pareja? ¿Me irá a aceptar con una mama menos? Es muy power el tema. Para que la gente no me pregunte, ni mire extraño, yo uso una prótesis externa; pero a nivel interno, me siento en una espera eterna”, dice.
Y es que, para las pacientes, acceder a una reconstrucción mamaria no solo implica una mejora en su calidad de vida, sino que podría ayudar a recuperar una autoimagen corporal profundamente dañada por la pérdida de un órgano clave para la salud sexual y femenina. “Se ha comprobado que quienes pueden acceder a esta prestación tienen menores niveles de estrés y ansiedad, y mayor satisfacción en la vida sexual en comparación a las personas que no tienen la opción de reconstrucción”, dice la psicooncóloga de la Clínica MEDS, María Verónica Robert. “Además, las ayuda a recuperar su imagen corporal, y contribuye a que sientan que recuperan su vida y control sobre su cuerpo. Que se sientan conformes con él. Porque aquí se vive una pérdida muy grande que, no solo tiene que ver con la sensación de estar saludable, sino también con un órgano y eso genera síntomas emocionales”, dice.
Desde el Observatorio del Cáncer afirman que, por ahora, se encuentran en proceso de recolección de datos, mediante formularios que serán aplicados a personal de la salud; y a pacientes en espera y/o sus familiares. Se prevé que los primeros resultados de este catastro se entreguen dentro de los próximos meses. Por mientras, Marcela seguirá con la esperanza intacta de recibir el llamado para comenzar su camino hacia la reconstrucción, una que no solo tiene que ver con lo físico, sino que también -como ella misma concluye- con una reparación del alma.