Paula 1172. Sábado 24 de abril de 2015.
En diciembre al matrón Gonzalo Leiva le tocó asistir el parto más importante de su vida: el de su hija Antonia. No fue un parto corriente. Antes del nacimiento, su mujer, Carolina, le había entregado al médico un plan de parto con los deseos de cómo le gustaría parir: recibiendo anestesia epidural solo cuando ella lo solicitase, con aromaterapia y música, con la opción de elegir en qué posición prefería parir, con la garantía de poder abrazar a su guagua la primera hora de vida. "Fue un parto maravilloso que me confirmó que éramos privilegiados. Un lujo que casi ninguna madre de las que atiendo puede darse", dice Gonzalo.
Gonzalo atiende partos en el Hospital San José donde lleva a sus alumnos de la Universidad de Santiago; además hace clases en la UDP. Se mueve en un oficio dominado por mujeres: se calcula que solo el 30 por ciento de quienes se dedican a la matronería en Chile son hombres. "Entrar en un mundo femenino no me llevó a encontrarme con el feminismo. Este es un mundo machista donde las mujeres que ejercen esta profesión y las que van a parir tienen poco enfoque de género", explica.
¿En qué se nota el machismo en las maternidades?
En la jerarquía que se da en el trabajo de parto, donde el obstetra es dios y la matrona se convierte en una seguidora de instrucciones y discute muy poco. Pero también pasa que las parturientas le dicen al médico: "haga lo que tenga que hacer". Creen que para que sus hijos nazcan sanos, tienen que parir calladitas, sumisas.
¿Qué piensas de eso?
Les explico que debería ser al revés: el equipo médico está para satisfacerlas. Pero las mujeres quieren que su parto sea rápido y sin dolor para volver rápido a su casa. Lo toman como un trámite y eso es triste.
¿A qué lo atribuyes?
La culpa es de toda la sociedad. Todavía pensamos que parir es "ir a mejorarse". Pero la mayoría de las mujeres que escucho en la sala de parto, en mis investigaciones y por mis alumnos, lo vive como un trauma. ¡La gestación y el parto son una parte de la vida sexual y reproductiva de las personas! Y deberíamos vivirla de manera gozosa, placentera.
Gonzalo Leiva escribe columnas de opinión sobre este tema en El Mostrador y Ciper. También hace clases en la Universidad de Santiago y en la UDP. Y trabaja, junto a la antropóloga Michelle Sadler, investigando los vicios del nacimiento en Chile.
¿No es traumático parir?
Lo es cuando recibes un trato deshumanizado o cuando te han separado de tu guagua apenas nace, quitándote la posibilidad de ese primer vínculo. Ese momento de contacto madre e hijo, piel con piel, es fundamental para el desarrollo síquico de la guagua y de la madre, pero seguimos sin practicarlo. Nos hemos mecanizado.
Tu hija nació en una clínica privada. ¿Qué tan distinto es nacer en el sistema público?
En el sistema privado el trabajo de parto lo vive la mujer, su pareja y la matrona a solas en una sala. Mientras que, en el sistema público, son 11 mujeres las que comparten una sala común y, en lugar de haber una matrona por cada dos mujeres, como sugieren los protocolos, hay un profesional por cada tres o cuatro. Por otro lado, en el sistema privado existe un médico por cada mujer, lo que es un despilfarro. En un país donde hay carencia de anestesistas, no te puedes dar ese lujo cuando en las maternidades públicas el médico a veces ni siquiera está.
¿Cómo te percibe el gremio de la salud?
Me respetan, pero algunos me encuentran idealista. Yo aposté por generar el cambio desde la educación e interviniendo en los box de parto a los que me toca entrar.
¿Qué tipo de intervenciones haces allí?
Me tomo más tiempo para todo. El proceso de expulsión del bebé suele ser súper rápido, lo dejas en el pecho de la mamá, suturas, sale la placenta y tres minutos después las técnicos se llevan a la guagua para medirla y pesarla. Yo, en cambio, les concedo a las mujeres al menos 30 minutos de contacto piel con piel a riesgo de que todo el mundo se enoje. ·