Encender la televisión y hacer zapping es suficiente para confirmar que la salud se ha convertido en un espectáculo mediático. Basta con revisar la cobertura de la última gala del Festival de Viña del Mar para ver cómo se repiten, una y otra vez, las mismas narrativas disfrazadas de información: comentarios sobre cómo algunas asistentes dejaron de comer días antes para ‘caber’ mejor en sus vestidos; expertos en moda y opinólogos hablando sobre el peso de las celebridades, y rostros televisivos sin formación en salud dictando sentencias sobre lo que debemos comer. Todo bajo la apariencia de consejos bienintencionados, pero con el mismo trasfondo de siempre: reforzar la cultura de la delgadez, patologizar ciertos cuerpos y perpetuar el miedo a la comida.

Pero más allá del verano y los eventos televisados, el miedo a la comida se refuerza durante todo el año a través de distintos programas que se presentan como espacios de “educación alimentaria”, los cuales funcionan como tribunales de juicio nutricional. Conducidos por influencers y figuras televisivas sin formación en salud, estos programas siguen un libreto predecible: revisan refrigeradores con gesto reprobatorio, botan alimentos frente a las cámaras, prohíben ingredientes, proponen métodos cuestionables para “controlar la ansiedad” y lanzan frases paternalistas disfrazadas de preocupación. El mensaje es contundente: hay alimentos “buenos” y “malos”, y quienes eligen los “incorrectos” son vistos como irresponsables. Esta narrativa no educa ni informa; solo genera vergüenza y ansiedad en torno a la alimentación. Se ignoran el placer, la cultura y el contexto en las decisiones alimentarias, reduciendo la salud a una cuestión de autocontrol individual.

Otro buen ejemplo de donde se dan situaciones similares y bastante graves, son los reality shows de pérdida de peso: participantes sometidos a regímenes extremos, humillados públicamente si “no se esfuerzan lo suficiente” y celebrados si bajan de peso drásticamente, sin importar las consecuencias. La audiencia consume su sufrimiento como entretenimiento, sin cuestionar los estragos físicos y psicológicos de estos “viajes de transformación”. Deficiencias nutricionales, alteraciones endocrinas, trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y una relación con la comida basada en la culpa y el miedo son solo algunos de los estragos que estos espectáculos normalizan. Se premia el castigo corporal y se disfraza de superación personal.

Incluso cuando estos programas incluyen a profesionales de la salud, su rol suele ser secundario: un sello de aprobación para validar el espectáculo sin abordar la complejidad real del tema. La psicóloga Josefina Fuller, parte del equipo organizador de PROSPICH (Profesionales de Salud Peso-Inclusivos de Chile), advierte sobre los riesgos psicológicos de estos contenidos: “Exponen a las personas a un riesgo significativo cuando intentan imitar lo que ven en la televisión, ya que pueden desarrollar afectaciones en su salud mental y física. Esto puede manifestarse en cuadros ansioso-depresivos, alteraciones en la conducta alimentaria, mareos, fatiga e incluso episodios psicóticos”.

El bombardeo constante de estos mensajes en televisión, radio y redes sociales refuerza la idea de que el valor de una persona depende de su apariencia y su alimentación, perpetuando la gordofobia y la obsesión por la delgadez. No es casualidad que esta presión influya en el desarrollo de TCA y otros trastornos de salud mental. Pero el problema no termina ahí. Quienes internalizan estos discursos no solo adoptan conductas alimentarias alteradas, sino que también dejan de buscar ayuda profesional. ¿Para qué acudir a un especialista si la televisión y los influencers parecen tener todas las respuestas? Su validación mediática, pese a su falta de formación, les otorga una autoridad peligrosa, perpetuando la desinformación y alejando a las personas del acompañamiento adecuado.

Es urgente replantear el rol de los medios en la construcción de discursos sobre salud. Necesitamos educación basada en evidencia, no espectáculo; información que respete la diversidad corporal y la complejidad de la alimentación, no mensajes que refuercen el miedo y la vergüenza.

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* Carolina es Nutricionista especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y autora del libro “Te lo digo porque te quiero: derribando estereotipos estéticos en salud”.