Paula 1151. Sábado 5 de julio de 2014.
"Mis papás se separaron cuando tenía 6 años. Mi papá biológico se fue a hacer su vida y un tiempo después mi mamá conoció a Bart Fiebelkorn, un gringo, y se casaron. Bart se hizo cargo de mí toda la vida. A los 11 años empezamos a hacer los trámites de adopción para cambiarme el apellido. Fue duro: fueron cuatro años en los que tenía que ir a terapia para que los sicólogos vieran si estaba siendo obligada a hacerlo o si era mi voluntad.
Cuando entré a estudiar Teatro busqué a mi papá biológico porque me costaba encontrarme conmigo misma. Sentí que necesitaba buscar mi identidad, conocerme, saber de dónde venía. No fue fácil pero fue necesario. Así descubrí que soy parecida a él: disparatada, amante del fútbol, de los asados, de los amigos. Hay mucho de mi papá biológico en mí. A Bart le digo papo, y a Luis, mi papá biológico, le digo papá.
Estudié en el Saint George's y estaba metida en todo: organizaba los bailes para el interescolar, coordinaba, me disfrazaba, cantaba. Lo hacía porque me encantaba el espectáculo, preparar cosas. Así me fui dando cuenta de que quería estudiar Teatro para jugar distintos roles, para hacer diferentes cosas.
En el mundo del teatro está la sensación de que uno no puede gozar de muchos bienes. Hay harto resentimiento hacia la televisión porque se trabaja menos y se gana más.
Me costó empezar a grabar Vuelve Temprano, mi primer trabajo en televisión. Estaba ansiosa, de hecho me broté de espinillas. Cuando me equivocaba sentía que me iban a echar. Soy demasiado seria y comprometida entonces no gozaba. Llegaba llorando a la casa, encontrando que todo había quedado mal. Además, si te equivocas no es 'filo, mañana lo hago mejor' porque el material queda ahí. Soy mi peor espectador.
No podría soportar que me mataran a un hermano. Creo que en la situación de la Isidora, mi personaje, me daría depresión. Una de las escenas que más me costó hacer fue cuando me contaban que mi hermano se había muerto y llegábamos con la Flo, mi hermana, al Servicio Médico Legal. Me entregaron la escena y me di cuenta de que no la podía ensayar, no sabía cómo estudiar algo así. Tenía susto, pero funcionó. En el momento perdí la fuerza en las rodillas, sentía que me iba a caer y eso me ayudó a entrar en la angustia, en la pena. Lo viví con todo. Yo hasta ahí tenía una relación delicada con mi hermano, entonces fue muy heavy ponerse en esa situación. Curiosamente ahora somos más cercanos, nos llevamos mucho mejor.
Soy mal genio y la tontera en torno a la teleserie me carga. La gente que llega y no te pregunta nada y se saca una foto contigo sin siquiera preguntarte, me carga. Me causa mucha curiosidad el tema de las fotos porque todos quieren tener una foto tuya pero nadie se acerca a conversarte o a saber de ti. Uno se siente irrelevante, que lo único que importa es tu imagen. Ese derecho que tiene la gente de acercarse en la calle a decirte cosas me pone nerviosa. Siento que de alguna manera los actores cuando trabajan en la tele se van quedando solos porque la gente ya no se interesa en ti como persona, sino en tu personaje.
Me asustan las redes sociales porque soy muy transparente y espontánea. Tengo twitter e instagram pero súper controlado: cuido mucho lo que publico. Me da miedo porque si te llegas a equivocar en algo, te crucifican altiro. Por eso ni las toco.
La belleza se va formando detrás del talento de cada uno y eso va quedando con el paso de los años. Pancho Reyes, por ejemplo, tiene sus años y uno lo sigue encontrando guapo. Eso es porque se maneja, porque tiene seguridad. Pancho Melo también, y más que por la belleza que tienen, es por su seguridad, por el carácter con que dicen sus textos. Eso es lo que hace que uno diga que son minos. Saben seducir desde el encanto".