“Con mi marido llevamos 20 años casados, tenemos dos hijos de 13 y 7 años. El Pelao, como le digo yo, es mi compañero de ruta, siempre lo ha sido. Fue mi primer pololo serio en la vida, mi primer amor, el primero con el que me fui a vivir, con el que me embarqué en el largo proceso de la búsqueda de la maternidad, quien me contuvo en los abortos espontáneos, en las inseminación artificial, quien ha estado conmigo cada vez que he cambiado de rumbo laboral, en mis múltiples crisis existenciales y ahora último en el duelo por la muerte de mi madre luego de una larga y difícil enfermedad. Es mi compañero, creo que nunca querré a alguien tanto como lo quiero al Pelao.

Es mi familia, mi amigo, mi amor, mi partner. Pero si me preguntan, hace años que no me siento enamorada, quizás más de lo que me gusta asumir. No siento con él una cercanía física como de pololos o “marido y mujer”. No “me pone”, como dicen los españoles, no me atrae físicamente, lo siento más bien hace años como un gran amigo, de risas, de viajes, cómplices en la vida. Con una amiga lo hablamos mucho, porque le pasa un poco lo mismo con su pareja. Nos cuestionamos mucho si es que ese es el verdadero amor de pareja y nos estamos quejamos de llenas o si debemos asumir que lo que tenemos es un bello vínculo de amistad. Sí, para toda la vida, pero no de amor de pareja.

Esto es algo que me he empezado a cuestionar especialmente porque hace unos años que he sentido atracción por otras personas (digo personas porque me gustan los hombres y las mujeres). No ha pasado nada hasta el momento, pero sí he tenido unos coqueteos y acercamientos que han ido más allá de una simple curiosidad o amistad. No he querido concretar nada porque no creo en la infidelidad, para mí sería una deslealtad a nuestra historia, prefiero para eso sincerarme y ver si esto significa que quizás deberíamos tomarnos un tiempo de pareja, abrir la relación o derechamente separarnos, aunque el solo hecho de pensar en esta última opción me angustia; no quiero vivir lejos de él.

No es que no haya intentado reavivar lo nuestro con el Pelao. De hecho, más de una vez, antes de tener hijos, nos dimos tiempos, hemos ido a terapia algunas veces, nos preocupamos de tener tiempo de pololeo y todo eso, pero pienso que nuestra complicidad sexual y todo lo romántico de esos primeros años juntos murió. No sé si para él, porque siempre ha sido físicamente cercano conmigo, pero en mí al menos sí, porque me veo hace años forzando las cosas entre nosotros y más pendiente de amores platónicos allá afuera que de él.

El problema es que nos llevamos bien, somos excelentes padres juntos. Y ese es un gran tema, porque juntos somos familia, somos un clan, y eso quizás es lo que más me ancla a él. Tenemos un sistema de familia hermoso, dinámicas, una onda entre los 4 que es única, pero ¿eso es suficiente para mantener una relación de pareja? A veces me pregunto también qué hubiera sido de nosotros si no tuviéramos a nuestros niños, si seguiríamos juntos.

Por el momento creo que no haré nada. Hasta el momento esas otras personas que me rondan las he podido mantener controladas, aunque no sé cuánto tiempo más. Aún así quiero darme el tiempo de tener las cosas claras dentro de mí, de ver si esto es solo una crisis normal de un matrimonio largo o si por fin debería atreverme y tener esa conversación sincera que le debo, por todos los años y la vida que llevamos juntos.